El proyecto X-23

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En lo más profundo de Texas, donde el calor sofocante y la vasta extensión desértica eran suficientes para disuadir a cualquier curioso, se encontraba una instalación que ni los satélites más avanzados podían detectar. Este lugar, oculto a los ojos del mundo, albergaba los experimentos más oscuros y retorcidos de Hydra, la organización secreta que desde las sombras había manipulado gobiernos y sembrado caos a lo largo de la historia.

El laboratorio subterráneo era un vasto complejo lleno de corredores interminables, todos iluminados con una luz blanca y fría que realzaba la esterilidad del entorno. Las paredes estaban adornadas con símbolos de Hydra, un recordatorio constante del propósito de cada individuo en ese lugar: la dominación global y el perfeccionamiento de la guerra genética. El sonido constante de maquinaria, teclados y conversaciones susurradas llenaba el aire, creando una atmósfera de tensión y expectativa.

En el centro de toda esta actividad, un hombre caminaba con paso decidido. Su nombre era Dr. Alaric Zola, nieto del infame Arnim Zola, uno de los científicos más célebres y despiadados de Hydra. Alaric había heredado no solo el genio científico de su abuelo, sino también su insaciable sed de poder. Para él, el Proyecto X-23 era la culminación de años de trabajo, una oportunidad para llevar el legado de su familia a nuevas alturas.

Mientras avanzaba, Alaric pasaba junto a decenas de científicos que trabajaban febrilmente en sus estaciones. No les prestó atención, su mente estaba enfocada en una única cosa: los resultados del último experimento. Se detuvo frente a una gran puerta metálica, flanqueada por guardias fuertemente armados. Con un movimiento de su mano, los guardias abrieron la puerta, revelando una sala de operaciones. Dentro, el aire estaba impregnado de un olor metálico, una mezcla de desinfectante y sangre.

Alaric entró y vio a uno de sus colegas, el Dr. Heinrich Metzger, un hombre delgado y pálido que parecía estar al borde del agotamiento, pero cuyas manos no temblaban mientras operaba sobre un cuerpo en la mesa.

Dr. Alaric Zola: ¿Cómo va el Proyecto X-23, Heinrich?

Metzger levantó la vista, sus ojos inyectados en sangre. Había pasado las últimas 48 horas sin dormir, asegurándose de que el experimento no fallara.

Dr. Heinrich Metzger: Deberías estar agradecido de que logramos obtener la muestra de Wolverine. Si no hubiera estado ebrio en ese bar... ninguno de nuestros agentes habría regresado. Los que lo hicieron, apenas sobrevivieron.

Alaric frunció el ceño, impaciente. La extracción del ADN era solo una pequeña parte del proyecto; lo que realmente le importaba era el desarrollo de los sujetos.

Dr. Alaric Zola: No me importa cómo lo lograron. Quiero saber sobre la mujer que se ofreció para llevar a término los fetos. ¿Qué pasó con ella?

Metzger se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano antes de responder, su tono mezclando cansancio y pesar.

Dr. Heinrich Metzger: La mujer... falleció. No pudimos salvarla. Los fetos desarrollaron un esqueleto de adamantium en el útero. Su cuerpo no pudo soportar el estrés y murió a causa de una infección masiva.

Alaric sintió una oleada de ira. Esto no estaba en los planes. Se suponía que los bebés solo heredarían el factor curativo de Wolverine, no su esqueleto de adamantium. Se giró hacia Metzger, su mirada fría y cortante.

Dr. Alaric Zola: ¡Esto es inaceptable! Modificamos el ADN específicamente para evitar esto. ¿Cómo es posible que los niños hayan desarrollado un esqueleto de adamantium?

Metzger dio un paso atrás, reconociendo el peligro en la voz de Alaric. Se armó de valor antes de responder.

Dr. Heinrich Metzger: Creemos que el factor curativo de Wolverine actuó de manera impredecible. El ADN es más complejo de lo que habíamos anticipado. El esqueleto de adamantium se desarrolló espontáneamente como una respuesta defensiva para proteger a los fetos. Incluso con nuestras modificaciones, el genoma de Wolverine parece tener una voluntad propia.

The Loud House: Wolverine LoudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora