1

148 25 18
                                    

Beomgyu contenía sus sollozos mientras daba otro trago a su amargo whisky.

—Ya, ya. Es suficiente.—Dijo su mejor amigo alejando el pequeño vaso que Beomgyu había llenado como 8 veces.—No vas a morir de un coma etílico hoy, ya dejar de beber.

—¡Pero me dejó!, ¡ese idiota de verdad me dejó!—Taehyun suspiro ante sus lloriqueos.

—Ni siquiera te gustaba tanto.

—Eso no es cierto—Dijo con rabia.—Era perfecto, mi familia lo hubiese amado.

—Beomgyu—suspiró su amigo.—Estas tan enfocado en lo que tu familia quiere que te olvidas de ser feliz por ti mismo.

—Solo esta vez, Taehyun, solo está vez quería ver la cara de mi odiosa hermanastra tan sorprendida y muriendo de envidia, solo esta vez quería sentir que gané.—Su voz sonaba rota.

Beomgyu ya se había pasado con los tragos, pero no sabía que más hacer.

No había forma de que el pudiera pudiera solo a la boda de su hermanastra -la cual era dentro de dos semanas, completamente solo después de haber alardeado por meses que tenía al novio perfecto.

Y es que realmente lo tenía.

Choi Soobin, 22 años, estudiando la carrera de economía general, con un trabajo asegurado como heredero de la empresa de su padre, atractivo como él solo, encantador, inteligente, elegante y educado.

Era exactamente el tipo de hombre que su hermanastra siempre le había dicho que él jamás podría tener. Era 10 veces más guapo que su actual prometido, tendría a la perra babeando por él, muerta de envidia nada más entrar y Beomgyu lo adoraba por eso.

¿Por qué tanto empeño en hacerle daño a su hermanastra?

Por donde empezar...

Beomgyu jamás había conocido a su madre.

La mujer que le había dado la vida había muerto en el parto por causa de infección, dejando a su padre sólo criándolo, pero él no tenia ninguna queja, su padre había sido increíble.

Si tan solo no se hubiese vuelto a casar cuando Beomgyu cumplió 12.

Eunji no era una mala mujer, simplemente era completamente desinteresada sobre todo lo que tenía que ver con Beomgyu, lo cual estaría bien por él si no fuese por su insufrible hija.

Miyeon.

Preciosa, claro, pero para Beomgyu era horrenda.

Verán, cuando Beomgyu era niño era común que su padre le dejara hacer y comer todo lo que quisiese, era tal vez su forma de llenar el vacío que había dejado la muerte de su madre, pero había logrado que Beomgyu fuera un poco malcriado y también que tuviera algunos kilos demás.

No había llegado a ser obeso, pero si recibía algunas burlas en el colegio de vez en cuando y odiaba las clases de educación física porque lo hacían cansarse demasiado.

Eso hasta que Miyeon llegó a su vida, desde entonces ella le había recordado todos los días la enorme bola de grasa que era, que su padre obviamente preferiría tener como hija una niña bonita como ella y que su mera existencia era un estorbo. 

Cuando Beomgyu salió del closet a los 15, solamente se puso peor.

Niño que le gustaba, niño que Miyeon lograba tener bajo sus garras. Beomgyu no sabía cómo hacía para saber siempre quien le gustaba o era su amigo y se encargaba de usar sus encantos de bruja para quedárselos o apártalos de él. Por años todas las lágrimas que derramaba habían sido causa de ella.

Novio de repuesto | YeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora