Capitulo 1: El Enigma de Gravity Falls

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Stanford Pines había vivido toda su vida bajo la sombra de su propia genialidad. Desde niño, había sido un prodigio, destacando en cada materia, superando a sus compañeros y deslumbrando a sus profesores. Pero con esa genialidad venía una soledad profunda, un sentimiento de alienación que lo había acompañado desde que tenía memoria. Mientras otros niños jugaban y reían, Ford se sumergía en libros de ciencia, física cuántica, y mitología antigua, en busca de respuestas a preguntas que nadie más se atrevía a hacer.

Fue esa búsqueda insaciable de conocimiento lo que lo llevó a Gravity Falls.

Había leído acerca de este pequeño y remoto pueblo en un texto antiguo y polvoriento que encontró en la biblioteca de la universidad. El libro, escrito en un idioma casi olvidado, hablaba de un lugar donde las leyes de la naturaleza no se aplicaban como en el resto del mundo. Fenómenos inexplicables, criaturas imposibles, y una energía mística que impregnaba el aire: todo esto señalaba a Gravity Falls como un epicentro de lo desconocido, un lugar que Ford no podía resistirse a explorar.

Así que, con apenas unas pocas pertenencias y su mente cargada de preguntas, se embarcó en un viaje hacia lo que esperaba que fuera la aventura de su vida.

El pueblo de Gravity Falls, a primera vista, no parecía particularmente especial. Era un lugar pequeño, con una plaza central pintoresca y una comunidad de personas amigables pero reservadas. Sin embargo, Ford pronto comenzó a notar detalles extraños, pequeños indicios de que algo más oscuro y profundo yacía bajo la superficie. Símbolos grabados en los árboles del bosque, susurros en lenguas antiguas en los callejones por la noche, y la constante sensación de ser observado.

Decidido a descubrir la verdad, Ford comenzó a explorar los alrededores del pueblo con más ahínco. Fue en uno de esos días, mientras seguía un rastro de símbolos en las rocas que bordeaban un río, cuando encontró una cueva oculta entre la maleza. La entrada estaba casi completamente cubierta por enredaderas, pero los símbolos grabados en la piedra la marcaban como un lugar de importancia. Con una mezcla de emoción y temor, Ford apartó las enredaderas y se adentró en la oscuridad.

La cueva era profunda, y cuanto más se adentraba, más notaba cómo la atmósfera cambiaba. El aire era más frío, y las paredes parecían vibrar con una energía que Ford podía sentir en su piel. Finalmente, llegó a una cámara amplia donde las paredes estaban cubiertas de símbolos aún más antiguos y complejos. En el centro, sobre un pedestal de piedra, descansaba un extraño orbe dorado que brillaba con una luz suave y pulsante.

Ford, incapaz de resistirse, tomó el orbe en sus manos. En ese momento, todo cambió.La cueva se llenó de una energía palpable, y Ford sintió como si el suelo temblara bajo sus pies. De repente, una voz resonó en su mente, suave y seductora, pero con un tono de diversión maliciosa.

—Vaya, vaya, ¿quién habría pensado que alguien como tú encontraría esto? —dijo la voz.

Ford miró a su alrededor, buscando la fuente, pero no vio a nadie. Sin embargo, no estaba solo. Frente a él, apareció una figura triangular flotante, con un solo ojo en el centro. El ser irradiaba un poder inmenso, pero también algo más… una inteligencia aguda, un conocimiento más allá de la comprensión humana.

—¿Quién… qué eres? —preguntó Ford, su voz apenas un susurro.

La figura se acercó, su ojo enfocándose en Ford. —Me llaman Bill Cipher, y tengo la sensación de que tú y yo vamos a llevarnos muy bien, Ford.

El corazón de Ford dio un vuelco al escuchar su nombre en boca de este extraño ser. Algo en su interior le decía que estaba jugando con fuego, que debía alejarse de inmediato, pero su curiosidad, esa chispa que lo había llevado tan lejos en su búsqueda de conocimiento, lo mantuvo inmóvil.

—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó, sintiendo cómo la tensión en el aire crecía.

Bill rió, un sonido que era tanto burlón como encantador. —Oh, Ford, sé muchas cosas. Cosas que ni siquiera te imaginas. Y puedo ayudarte a descubrir todo lo que este lugar tiene para ofrecer… a cambio de un pequeño favor, por supuesto.

Ford frunció el ceño, manteniendo su guardia alta. —¿Qué tipo de favor?

Bill flotó alrededor de él, como un depredador acechando a su presa, aunque con una extraña suavidad en sus movimientos. —Nada que deba preocuparte por ahora. Solo un pequeño pacto, un acuerdo entre… amigos. Yo te doy el conocimiento que buscas, y tú… bueno, tú me ayudas si alguna vez necesito algo.

Ford sabía que estaba entrando en un terreno peligroso, pero el deseo de descubrir los secretos de Gravity Falls, de entender lo que otros no podían, era demasiado fuerte. Aun así, no podía sacudirse la sensación de que estaba a punto de hacer un trato con una fuerza que no comprendía por completo.

—Y si acepto… ¿qué me darás a cambio? —preguntó, midiendo cada palabra.

Bill sonrió, o al menos eso pareció, porque el ojo triangular se estrechó en una expresión que transmitía satisfacción. —Te daré el poder para ver más allá de lo que cualquier humano puede ver. Te enseñaré a manipular la realidad misma, a descifrar los misterios más oscuros de este universo y de otros. Todo lo que has deseado saber, Ford, está al alcance de tu mano… si decides tomarlo.

Ford lo consideró por un momento. Era una oferta tentadora, más allá de lo que jamás hubiera soñado. Pero sabía que las cosas que parecen demasiado buenas para ser verdad a menudo lo son. Sin embargo, la sed de conocimiento, esa llama que ardía en su interior, lo impulsó a aceptar.

—De acuerdo —dijo finalmente, con una firmeza que ocultaba su incertidumbre—. Pero si noto que estás intentando engañarme, no dudaré en romper nuestro trato.

Bill soltó una risa suave, pero no menos intensa. —Tranquilo, Ford. No tengo ninguna intención de engañarte… al menos no por ahora.

Con esas palabras, Bill extendió una mano, o lo que pasaba por una mano en su forma triangular, y Ford la estrechó. En ese momento, sintió una corriente de energía recorrer su cuerpo, una sensación que lo dejó sin aliento. Era como si una puerta se hubiera abierto en su mente, revelando una nueva dimensión de percepción y poder.

—¡Trato hecho! —exclamó Bill con entusiasmo—. Ahora, Ford, prepárate, porque acabas de dar el primer paso en un viaje que cambiará tu vida para siempre.

Y con eso, Bill desapareció en un destello de luz, dejando a Ford solo en la cueva, con el orbe aún en sus manos y una sensación extraña de anticipación y temor en su pecho.

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