Día 0
Alastor despertó desorientado, en una habitación iluminada con poca luz; que gracias al infierno reconoció como suya. Se encontraba solo, y para colmo de sus males, con el cuerpo adolorido.
No recordaba cómo había llegado allí, o si en realidad, nunca había salido de su alcoba. La memoria de los últimos días le era borrosa, pero el dolor y la sensación de suciedad eran inconfundibles.
Con dolor de cabeza y un sabor pastoso en la boca, reunió las fuerzas necesarias para arrastrar su cuerpo fuera de la cama, levantándose con esfuerzo antes de ir al baño. Los primeros pasos le enviaron una punzada de dolor en la espalda baja, y ni hablar de sus piernas, que le hicieron temblar igual que un cervatillo recién nacido. ¿Qué rayos había hecho para quedar así?
Nada parecía tener sentido en las lagunas negras de sus recuerdos.
Con un gruñido de frustración, Alastor continuó el tortuoso camino hasta el cuarto de baño, con la idea de que una ducha despejaria su mente, o al menos calmaría los remanentes del calor vivido; a esas alturas se conformaba con relajar sus músculos tensos bajo el chorro de agua.
Grande fue su sorpresa al entrar y mirarse al espejo.
¡Tenía marcas en la piel!
Marcas; incluso más horribles, que las cicatrices en sus brazos. Líneas rojizas se vislumbraban en sus hombros, y con horror notó cómo continuaban hacia su espalda. ¿Lo habían rasguñado? Acaso... ¿Se había pelado? Todo apuntaba a que si pero, ¿En qué clase de lucha lo mordían? Porque los aros punteados en el borde de sus clavículas eran claras marcas de colmillos. Unos muy filosos.
Si la imagen de la mitad superior del cuerpo ya tenía a Alastor asqueado y más confuso, cuando bajó la mirada por el resto de su cuerpo quedó horrorizado. Incluso esa palabra se quedaba corta para describir su expresión. Pues ahí, en la parte interna de sus muslos, también se extendían más marcas de mordidas.
Lo peor de todo fue encontrarse con un líquido viscoso escurriendo entre sus piernas.
De repente, el choque de la realidad lo golpeó como un martillo. Ya no se preguntaba qué había pasado, pero deseaba con todas sus fuerzas que aún fuese así. En un instante el miedo a lo desconocido fue sustituido por el pavor de la cruda verdad.
Alastor se sintió sucio. Contaminado. Con la decencia que lo caracterizaba ultrajada. En sus iris brillo la indignación por tener el conocimiento de su estado.
—Ese enano arrogante... ¡Se ha pasado del límite! —La estática vibró en su voz, con un tono rozando a la histeria-. ¿Cómo se atrevió siquiera a ponerme un dedo encima? Pequeño engendro. No tenía el derecho de poner sus sucias manos sobre mi. No debía "ayudarme". Él no debía... No debía tocarme.
La última frase sonó estrangulada, con la molestia transformada en angustia; una angustia que se arrastró bajo su piel, dejando solo exasperación a su paso.
Aquel demonio, de aspecto siempre calmado y relajado, tardó lo que dura un parpadeo en meterse bajo la regadera. No le importó la temperatura del agua cuando giró la llave, si helaba o quemaba su piel. Le dio igual. Se lavó el cuerpo desesperado, pasando el tallador sobre todas las marcas con fuerza excesiva, en espera de borrarlas aunque fuera algo imposible. Se refregó tanto, hasta irritar su piel y volverla sensible. El pulcro color canela pronto enrojeció. La sangre se hizo presente, así como nuevas marcas de rasguños; sobre las cicatrices que ya existían, en los antebrazos del demonio pelirrojo.
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Gravida Hinnulei
FanfictionEn su vientre, germina la semilla de una pasión lujuriosa. Y en el aparente amor, ahora se teje una revancha silenciosa.