Nido

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Semana 24

Alastor, entrando en su tercer trimestre de gestación, había notado lo grande de en vientre, empezando por lo pesado que este era. La espalda le dolía, los tobillos se le hinchaban al permanecer mucho tiempo de pie, y ni hablar de su humor, que se mantenía arisco por todos los cambios en su cuerpo.

Actividades que antes resultaban sencillas, para él se volvieron una tarea titánica a completar. Nunca imaginó que ponerse un zapato le resultaría cansado. Lo peor del asunto; o al menos lo peor para el pelirrojo, fue notar que sus poderes se desestabilizaban. El embarazo lo tenía sensible en muchos aspectos. La magia estuvo incluida. Y claro, como todo buen padre sobreprotector, Lucifer le había pedido que la utilizara lo menos posible.

Así que ahí se encontraba ahora, luchando con acomodar un montón de sabanas de manera pulcra. Alastor había desarrollado esa extraña manía de rodearse con gran variedad de mantas.

—¿Esto siempre fue tan difícil? ¡Antes no me costaba nada! —El cervatillo farfulló molesto, aventando una cobija sin cuidado a la cama—. Todo se debe a ti, Bambi. Pesas demasiado

Alastor acarició su vientre, sin estar realmente molesto con la criatura dentro, lo que realmente le enfadaba, eran las ganas de quedarse acostado en la cama cada vez que la tendía. La tentación era irresistible.

—Supongo que si descansamos, aunque sea solo un poco, recuperaré la energía para terminar de acomodar. ¿Tú qué opinas, pequeño? La cama se ve cómoda —Una sonrisa suave, de las que solo reservaba para su bebé, se pintó sobre los labios del Overlord—. Bien, tú ganas. Descansaremos un rato

Con aquella convicción, Alastor dejó su tarea de acomodar y volvió a recostarse. Ni siquiera notó a Lucifer, que sonreía al verlo dormir tan a gusto. El rey empezaba a ver esa acción como rutinaria, aunque no le molestaba contemplarlo así, dormitando la mayor parte del día. En una breve charla con Rosie, el monarca incluso se había enterado de algo curioso, y es que su querido cervatillo, bien podría estar experimentando el típico «síndrome del nido».

Días más tarde lo confirmó. Pero no de una manera agradable.

Charlie, quien siempre se encontraba pendiente de todos, había llegado una tarde a la oficina de su padre, con una expresión decaída que hizo al rey preocuparse. Así, como buen padre que era, dejó lo que hacía aún lado y se dedicó a escuchar la historia de su hija. Grande fue su sorpresa al enterarse de quien protagonizaba su malestar.

—Princesa, Al no rechazó tu ayuda con mala intención. Sabemos que se encuentra pasando por cambios... Un tanto desagradables para él. A veces no controla su temperamento, pero él mismo lo reconoce y después se disculpa. Tú lo has visto. Aprendió de ti a ser más sincero —Con paciencia y tranquilidad, Lucifer defendió al pelirrojo, aunque sin invalidar el malestar de su hija.

—Tienes razón, papá. Y creo que yo también le debo una disculpa, quizá fui un poquito, muy, insistente con él —Charlie sonrió con rastros de vergüenza, recordando las veces que Alastor se había acercado a ella o los demás, disculpándose al rechazar de manera tan brusca una ayuda.

—Esa es mi niña. Él entenderá que solo querías ayudar, aunque, ya sabes, con el embarazo se ha vuelto muy sobreprotector. Apenas deja que yo me acerque a la habitación

La risa de padre e hija se fundió en una sola, llenando la oficina de un ambiente más relajado, en el que lucifer compartió algunos relatos de cómo Alastor le había echado de su alcoba; en distintas ocasiones, por "desacomodar" su perfecto desorden.

—¡Hey! No te rías, Char. En esa ocasión en serio pensé que me lanzaría la radio que tiene sobre la mesita —Una nueva risa por parte de la rubia se dejó escuchar, a pesar de fútiles intentos de su padre por lucir serio—. Ali se ha vuelto tan... Como decirlo, ¿Maternal? No lo sé. Pero es adorable cuando se envuelve en ese rollo de mantas que hizo

Gravida HinnuleiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora