—Vaya puta mierda es todo esto —dijo Lincoln, quien estaba sentado en la banca de un parque dada las pocas opciones que tenía a realizar en aquel sábado fin de semana—. Lo peor es que ni siquiera Clyde puede sacarme de este aburrimiento; el cabrón se mudó a otro estado y me dejó tirado aquí. Es una pena, ¿no lo creen, amigos?
Una vez más, dirigió sus palabras al "público", es así como ayudaba a estabilizar sus ideas y ordenar su mente.
—Ha sido una semana larga, amigos. Para refrescarles la memoria, los sucesos más importantes fueron: colarme (como siempre) al cuarto de mi querida hermana Leni y bueeeno... Ustedes ya saben el resto, soportar las aburridas clases de lo fáciles que eran, cojerme a la enfermera el día de ayer y que, por cierto, se quedó con ganas de más, y hoy; tratando de encontrar algo divertido que hacer. ¿Ustedes tienen alguna idea?... Ah, casi lo olvidaba, anteayer atraqué al huevón que humilló a mi hermana delante de todos en la preparatoria. Fue un momento bastante tenso pero satisfactorio para serles sinceros.
Lincoln, si bien aburrido, se hallaba bastante sereno en la tranquilidad que le brindaba el parque. Nunca ha sido de los chicos a los que les gustase las fiestas, el ruido o las excentricidades: él iba a su ritmo, calmo y pasivo. No obstante, cuando la situación lo requería, podría ser demasiado drástico en cuanto a las decisiones que tomara; una prueba de ello fue la brutal paliza propinada al chico que agredió a su hermana. Aunque pudiera seguir una rutina "calma", había ocasiones en las que su lado más inmoral y ruín salía a flote, no por nada surtía sedantes en la bebida de su hermana o sometía a alguien a hacer lo que quisiera; Lincoln Loud podría ser considerado como una verdadera bomba de tiempo.
Este mismo adopta una postura distinta a la que se encontraba en aquella banca y decide apoyar sus codos y antebrazos en sus piernas. Agacha la cabeza, mira hacia abajo, y pronuncia unas palabras suaves pero profundas:
—No soy un monstruo, n-no lo soy —decía un tanto afligido el albino—. Sé que no he tomado las mejores decisiones en mi vida, sé que he perjudicado a mucha gente por culpa de mis planes; es algo de lo que soy consciente... Pero, si nadie sabe quién lo hizo o quién se los hizo, prácticamente soy inocente a la mirada de todos. Si no son capaces de ver la maldad, entonces no eres el malo de sus historias. Es así como funciona todo, ¿cierto? Políticos corruptos, padres que quieren a sus hijos pero arrastran demasiada mierda detrás, gente que asesina en nombre de lo "correcto", líderes liberando guerras con la excusa de conseguir "paz", entre muchos otros ejemplos. Y-yo no-no he matado a nadie. ¡Sí! He podido lastimar gente, pero les aseguro de que no he acabado con la vida de algún ser humano ¡ni siquiera animal!
Es en ese momento cuando una lágrima escapa de los ojos del peliblanco; era producto de la desesperación por justificar sus faltas para con los demás. En el fondo, sabía que muchas de las cosas que hacía estaban mal, pero creía que era demasiado tarde como para arrepentirse. Su psiqué abrazaba lo inmoral, y la violencia y manipulación eran una droga para su mente. Lo único que lo mantenía a raya, sin que fuera reconocido como un ser despreciable, era su propia imagen; él era visto como un hombre de bien y alguien prometedor. Lincoln decidió abrazar esto última y tener esperanza en que algún día pueda ser salvado.
Un recuerdo trapasó la mente del albino, el momento en el que la antigua enfermera de la preparatoria se desplomó al piso y no recobró "conciencia" hasta varios minutos después.
—Y-yo...
—¡Por favor, enfermera, despierte! ¡Se lo suplico! —exclamaba el albino en aquella memoria pasada— Oh por Dios, ¿q-qué acabo de hacer? Ojalá esté bien...
La mente de Lincoln fue un caos en ese momento; por primera durante mucho tiempo no sabía cómo reaccionar. Tan solo esperaba pacientemente a que el tiempo decida que hacer sin que él lo quisiera así.