Capítulo 1

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IRINA
♡♡♡♡

- ¿Nos vemos la semana que viene? -dejé el móvil en manos libres y me terminé de preparar el desayuno.

- Si todo va bien sí -la voz de Alana al otro lado del móvil se escuchó entrecortada -. Te aviso cuando llegue.

- Vale, reina. Te dejo que estarás a punto de entrar a clase -el pan salió disparado de la tostadora y perdí por completo la capacidad de concentración.

- Nos vemos Irinator. Cuídate y ya me dices si encuentras compi de piso -se rió y colgó antes de que me diera tiempo a despedirme.

Negué con la cabeza y acabé de preparar las tostadas y el zumo de naranja. Aquel día me desperté más tarde de lo normal y hasta lo agradecí. Solía ser muy estricta con mis horarios y eso que apenas salía de casa. No trabajaba, bueno, no al menos como a mí me hubiera gustado de pequeña. Tocaba el violín en eventos importantes, me contrataban familias adineradas y se podría decir que pagaban muy bien, pero no era algo que me llenara como para dedicarme a ello toda la vida. Desde la muerte de mi madre pasó a convertirse en un hobby y poco a poco fui disfrutando de la vida que me quitaron cuando era pequeña.

Toda una vida siguiendo las indicaciones de mi madre, haciendo lo que ella quería y sumida en una vida que cada vez me pertenecía menos. Cuando murió asesinada me hubiera gustado sentir algo, pena, rabia, felicidad, pero siendo sincera, no sentí nada. La noticia me cayó como un jarrón de agua fría en el momento, pero minutos más tarde mi cuerpo sintió alivio. Paz. Libertad. Tantos años siguiendo lo que ella dictaba pasaron factura y no pude siquiera pensar, ni mucho menos sentir, que me acababan de arrebatar a mi madre. A la mujer que me había dado la vida. Pero al mismo tiempo me la estaba quitando poco a poco.

Dejé el violín en un arrebato de rabia y de querer deshacerme de todo lo que me recordaba a mi madre. Pero el violín era mi vida, mi vía de escape y aprendí a tocar sin acordarme de ella. A tiempo parcial escribía, adoraba leer y tenía en casa una habitación llena de estanterías con centenares de libros y me apeteció experimentar con la escritura. Estaba a punto de terminar mi primera novela. No estaba segura de publicarla, siempre fui una chica muy insegura y muy tímida e introvertida a la que le costaba que los demás apreciaran su arte. Tocar el violín en público se convirtió en un desafío que a base de las insistencias de mi madre, conseguí superar.

Y al final, dos hobbys acabaron compaginando el nuevo emprendimiento del que no estaba del todo segura. Pero que al fin de cuentas, iba a ser mi casa en los próximos años. Ser la dueña de un local que sabía que poco iba a frecuentar me tenía un poco cargada de incertidumbre y las dudas arrasaban con fuerza mi mente desmantelando mi optimismo. Y es que lo peor era tener a Héctor Fort y a Marc Guiu como socios de aquel antro de perdición.

Un club nocturno. Un pub exclusivo que sería la tapadera de la nueva etapa de Imperituro. Un lugar donde destronar a los reyes y quedarse con todo el poder. Hijos dispuestos a arrebatarles la vida a sus padres y vivir su propia historia donde los villanos arrasan con todo. Donde no existen héroes ni cuentos con finales felices donde los protagonistas comen perdices. Una bajada al infierno, sintiendo el fuego arder por la piel hasta consumir cada recodo del alma. Esa caricia al aire que quema y arde y te envuelve hasta sacar la peor versión de uno mismo. El mal frente a lo que debería ser el bien, el poder ante la fragilidad. El cielo perdiendo contra el infierno.

Y yo en medio de una sensación dolorosa. Aparentemente un angelito inofensivo, realmente la peor persona que te podías encontrar. La sangre derramada cubría mi culpabilidad, era de la misma especie que ellos, seres oscuros camuflados en un bonito físico capaz de atraer almas inocentes capaces de sacrificarse con tal de bajar a las entrañas del Hades.

Frenesí 909 ▪︎ MARC GUIUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora