Capítulo 2

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MARC
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Me aferré a la almohada en cuanto el sonido de la alarma del móvil comenzó a sonar. A quién en su sano juicio le gusta madrugar y por qué a ella sí. Grité contra la cama y descargué la rabia contenida para no soltarla teniendo a Irina delante. Había accedido a que fuera su compañero de piso y no iba a joderlo todo.

Eran las nueve de la mañana y ella llevaba despierta desde la siete, mínimo. No hacía nada en toda la mañana, se sentaba frente al portátil y tecleaba dos minutos para quedarse quieta el resto de horas, esperando a que las ideas fluyeran. Que no digo yo que terminar una novela fuera tarea fácil, pero me dio la impresión de que se obligaba a escribir y desde mi punto de vista era lo peor que podía hacer. Hacía ejercicio en el gimnasio, se duchaba, desayunaba y hala, a pasar las horas muertas frente al portátil hasta que llegaba la hora de la comida. Preparaba algo delicioso, buena mano para la cocina tenía y luego se pasaba tres horas tocando el violín, suerte que la habitación estaba insonorizada y no me llegaba a molestar. A eso de las siete, un niño altamente estúpido e irritante llamado Bastian llegaba al piso para que le diera clases particulares y una hora después se iba. Preparaba yo la cena porque no soportaba ver como ella se encargaba de todo y no quería sentirme en un hotel. Cenábamos separados, yo en la cocina y ella en el salón. Al terminar se subía a la planta de arriba y se ponía leer hasta que le daban las tantas de la madrugada. Llegué a pensar que hubo días en los que ni dormía. Y solamente llevaba una semana viviendo con ella, pero me resultó bastante tedioso.

Bostecé y salí de la cama por obligación. Aparté las cortinas y abrí la ventana para ventilar la habitación. Antes de salir, me puse unos pantalones de chándal grises. Irina se encargó de reprocharme que caminar en calzoncillos por el piso no era nada apropiado. Le parecía incómodo y por no discutir, le hice el favor. Cuando se lo proponía podía llegar a ser bastante insoportable.

Salí frotándome los ojos y hasta que no tuve la vista nítida no pude disfrutar del espectáculo que mis ojos se estaban perdiendo por intentar dormir unos minutos más. Casi me atraganto al verla mover las caderas mientras se preparaba el desayuno. Llevaba un sujetador deportivo y unos pantalones cortos, demasiado cortos, que dejaban entrever los cachetes de su culo. Un pedazo de culo redondo y respingón que hizo que sintiera palpitaciones en la polla. Tuve que obligarme a no mirar como un puto degenerado. Irina no me interesaba lo más mínimo, pero no dejaba de ser un hombre que se volvía débil cuando una chica guapa se le ponía por delante. Pero no con ella. No con Irina. Negué evadiendo cualquier pensamiento lascivo que hiciera que me empalmara.

Irina se giró justo en ese momento y apretó los labios en cuanto me vio. Se quitó los auriculares y me observó con detenimiento, como si no me llevara una semana mirándome así de mal y con asco.

- ¿Pasa algo? -negó con indiferencia -. ¿Hoy se te han pegado las sábanas? -bromeé acercándome, respiró hondo y me miró como si estuviera a punto de arrancarme la cabeza.

No podía hablar con ella con naturalidad, era borde de cojones, casi nunca le venía bien lo que le decía y me atrevería a decir que se arrepintió de haber aceptado que viviera con ella desde el minuto uno.

- ¿Quieres desayunar? -preguntó con un tono bastante amenazador. Estaba acostumbrado a que me hablarán bien, que su desprecio me molestó -. Me ha sobrado avena.

- Prefiero hacerme otra cosa -pasé por su lado golpeando, a posta, mi cuerpo contra el suyo.

La escuché murmurar, me insultó en ruso. Esa era su táctica para que no me enterara de lo que decía. Reí alzando las cejas y saqué un par de huevos de la nevera. Irina, para mi sorpresa, se sentó al borde de la isla de mármol de Carrara y no se fue al salón, como solía hacer siempre que estábamos juntos en el mismo espacio.

Frenesí 909 ▪︎ MARC GUIUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora