El viento frío de la Patagonia azotaba el refugio donde Julieta, observaba las montañas cubiertas de nieve desde la ventana. Su mirada era impenetrable, calculadora, reflejando la mente afilada de una mujer que había escalado hasta la cima del mundo del crimen en Buenos Aires y ahora dirigía su imperio desde las sombras.
Su escondite, una cabaña bien oculta en las vastas extensiones del sur argentino, era su fortaleza. Desde ahí, Cazzu seguía manejando con precisión los hilos de sus operaciones, imparable a pesar de estar prófuga de la justicia. El aislamiento no era una barrera para ella; sus comunicaciones eran seguras, sus hombres leales, y su red inquebrantable.
Pero en estos momentos, sus pensamientos estaban enfocados en un solo objetivo: Tomás.
-El mensaje fue enviado.- dijo Joaquinha, entrando a la habitación con una expresión de satisfacción. -Nuestro amigo en Buenos Aires ya debe estar preguntándose de dónde vino el golpe.
Cazzu giró lentamente para enfrentar a su socia, una sonrisa peligrosa curvando sus labios.
-Perfecto. Esto es solo el comienzo. Tomás no tiene idea de lo que se le viene.
Joaquinha asintió, consciente de la magnitud del plan que habían ideado juntas. Conocía bien a Cazzu; su ambición no tenía límites, y su determinación por destruir a sus enemigos era legendaria. En Buenos Aires, su nombre había sembrado miedo en los corazones de muchos, y aunque ahora se ocultaba en la Patagonia, su influencia seguía siendo poderosa. -¿Qué onda con nuestros contactos en Nueva York?- preguntó Cazzu, su mente ya moviéndose hacia el siguiente paso.
-Todo está en marcha. Sebastián manejó los detalles. El cargamento va a ser desviado y entregado a nuestros aliados en lugar de Tomás. Para cuando se dé cuenta de lo que pasó, va a ser demasiado tarde.
Cazzu caminó hacia la mesa central, donde un mapa de Sudamérica estaba desplegado, lleno de anotaciones y marcas estratégicas. Su dedo trazó una línea desde Buenos Aires hasta New York, visualizando las rutas que sus hombres controlaban.
-Tomás fue un obstáculo por demasiado tiempo. Su caída va a ser rápida, pero no limpia. Quiero que sufra, que pierda todo lo que construyó antes de que lo destruya por completo.
-¿Y si decide contraatacar?- preguntó Joaquinha con cautela. Sabía que Tomás no era un hombre que se tomara las afrentas a la ligera.
-Que lo intente.- respondió Cazzu, con un destello de desafío en sus ojos. -Estamos preparadas. Ya cubrimos cada posible movimiento que podría hacer. Y si se atreve a venir por mí, no va a encontrar algo más que su ruina.
Joaquinha sabía que esas palabras no eran solo una bravata. Cazzu había estado dos pasos por delante de sus enemigos durante años, anticipando sus movimientos y planeando sus respuestas con una precisión implacable. No había duda de que Tomás se enfrentaba a un enemigo formidable.
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En otro rincón de la cabaña, Sebastián revisaba una lista de nombres y operaciones en su computadora portátil. Valentina y Nicole estaban a su lado, observando en silencio. Ellas eran la fuerza operativa de Cazzu, ejecutoras implacables que habían demostrado su lealtad y eficiencia una y otra vez.
-Los contactos en el puerto de Buenos Aires están listos.- dijo Sebastián, sin apartar la vista de la pantalla. -El próximo cargamento sale esta noche, pero va a tomar una ruta diferente. No quiero que nada llegue a las manos de Tomás.
Valentina, siempre directa, agregó: -Los hombres de Tomás están en alerta. No va a ser fácil desviarlos.
-No tiene que ser fácil.- respondió Nicole, su tono calmado pero firme. -Solo tiene que hacerse. Nosotras nos encargamos de que sus hombres ni siquiera sepan qué les golpeó.
Sebastián asintió, confiando en las habilidades de sus compañeras. Sabía que, aunque Tomás tenía a su disposición una red amplia y peligrosa, el equipo que Cazzu había formado era igualmente letal. -Cazzu quiere que todo esté listo para cuando Tomás haga su movimiento.- dijo Sebastián, dirigiéndose a ambas. -No podemos permitirnos fallar. Un solo error, y todo lo que trabajamos se va a la mierda.
Nicole intercambió una mirada con Valentina, ambas sabiendo que el peso de la operación recaía en sus hombros. Pero estaban listas, como siempre lo habían estado. No era la primera vez que se enfrentaban a un adversario formidable, y no sería la última.
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La noche cayó rápidamente en la Patagonia, sumiendo el refugio en una oscuridad que solo acentuaba la tensión en el aire. Cazzu se recostó en su sillón, observando cómo el fuego en la chimenea danzaba al compás del viento que aullaba afuera. Su mente no descansaba, siempre un paso adelante, siempre planificando el próximo movimiento.
Sabía que su mensaje había llegado a Tomás, y eso lo pondría en alerta. Pero Cazzu también sabía que la paranoia podía ser un arma, una que estaba más que dispuesta a usar contra él. Mientras Tomás se distraía intentando descubrir la fuente de su amenaza, ella ya estaba moviendo sus piezas, preparando el golpe que lo derrumbaría.
-Joaquinha.- llamó, sin apartar la vista del fuego. -Contactá a nuestros amigos en Europa. Quiero que todo esté preparado para la siguiente fase.
Joaquinha, que nunca había estado lejos, asintió y comenzó a marcar un número en su teléfono.
Cazzu cerró los ojos por un momento, permitiéndose un respiro en medio del caos que estaba orquestando. Había trabajado demasiado para llegar hasta ahí, para dejar que un obstáculo como Tomás la detuviera. Su caída no solo sería una victoria, sino un mensaje para todos los que alguna vez dudaron de su poder.
Porque en el mundo del crimen, solo los más despiadados sobreviven. Y Cazzu, la reina en las sombras, estaba lista para reclamar su trono.