Julieta.
El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas, tiñendo el cielo de un anaranjado apagado que hacía que la vasta extensión de la Patagonia se sintiera aún más aislada, como si el mundo entero se estuviera preparando para una larga noche. Estaba sentada en la sala, revisando unos informes, cuando Joaquinha entró. La tensión en su rostro era inconfundible, aunque intentaba disimularla. La conozco demasiado bien para no captar el leve fruncimiento de su ceño, el sutil endurecimiento de su mandíbula. Algo serio había ocurrido.
Dejé los papeles a un lado y la miré fijamente. No hizo falta que preguntara nada; ella sabía que esperaba respuestas.
-Julieta.- comenzó, con esa firmeza que siempre me ha gustado de ella, pero esta vez había algo más, algo que la hacía parecer preocupada, incluso cautelosa. -Tenemos un nuevo desarrollo. Tomás... Está buscando una manera de encontrarte. Quiere resolver esto cara a cara.
Sentí cómo mi corazón se aceleraba por un breve instante, una reacción automática que supe controlar de inmediato. No era miedo lo que sentía, sino una mezcla de anticipación y adrenalina.
Tomás, el mismo hombre que había intentado destruirme, ahora quería enfrentarme directamente. ¿Por qué ahora? ¿Qué lo había impulsado a salir de su zona de confort, a dejar de lado sus estrategias y enfrentarse a mí en persona?
-¿Qué más sabes?- pregunté, manteniendo mi tono neutral, como si esta información no fuera más que una pieza más en el tablero.
Joaquinha dio un paso hacia adelante, extendiendo un sobre cerrado que hasta ahora había mantenido a su lado. Lo tomé y lo abrí con cuidado, mis dedos deslizándose por el borde del papel con la destreza que solo los años en este negocio podían otorgar. Dentro, una carta escrita a mano, algo inusual en este mundo donde las comunicaciones suelen ser rápidas y electrónicas.
"Julieta,
No podemos seguir escapando uno del otro para siempre. Sé que me odias, y con razón. Pero esta guerra no va a llevar a ninguno de los dos a donde queremos estar. Propongo que nos encontremos, que resolvamos esto cara a cara, como lo que somos: líderes.
Decime cuándo y dónde. Yo voy solo.
Tomás."
Leí la carta varias veces, dejando que cada palabra se asentara en mi mente. ¿Tomás quería negociar? ¿O esto era otra de sus trampas? Cualquier otra persona podría haber caído en la tentación de ver esto como un intento genuino de buscar la paz, pero yo conocía a Tomás demasiado bien. Él no era de los que se inclinaban ante nadie, y menos aún ante mí. No, esto era otra cosa, algo más profundo. Un juego dentro del juego.
Miré a Joaquinha, quien me observaba en silencio, esperando mi reacción. Ella también conocía a Tomás, y sabía que esto no podía ser tan simple como parecía. -¿Qué opinas?- le pregunté, aunque ya tenía mis propias ideas al respecto.
-Es una maniobra peligrosa, Julieta. Si realmente viene solo, es porque confía demasiado en sí mismo o porque tiene un plan que todavía no conocemos. Pero si decides aceptar... tendríamos que estar preparados para todo.
Asentí lentamente, aún con la carta en mis manos. Tenía razón. Tomás no vendría desarmado, y aunque pudiera llegar sin compañía visible, eso no significaba que no tuviera algún as bajo la manga. Pero la posibilidad de enfrentarlo cara a cara... la idea de tenerlo frente a mí, sin intermediarios, era tentadora.
-Si accedo a esto...- dije, midiendo cada palabra. -Tiene que ser en mis términos. Quiero que sea en un lugar donde tenga la ventaja. Y quiero que nuestros hombres estén listos, aunque no visibles. Si Tomás intenta algo, lo va a pagar con su vida.
Joaquinha asintió, comprendiendo perfectamente lo que tenía en mente. Era esencial que él creyera que tenía el control, que era su idea la que estaba prosperando. Pero en realidad, todo sería una trampa bien calculada.
-Pienso en la vieja fábrica, la que abandonamos hace años. -sugerí, recordando un lugar que había sido crucial en nuestros primeros días en el negocio.
Estaba fuera del radar, nadie en la Patagonia la recordaría, excepto Tomás y yo.
-Es un buen lugar.- concordó Joaquinha. -Voy a preparar todo para que tengamos el control sin que él lo note.
-Sí. Y asegurate de que Sebastián, Valentina y Nicole estén informados. Quiero que cada uno esté en posición, listos para actuar en cuanto dé la señal.
Joaquinha salió rápidamente de la sala, dejando tras de sí un aire de determinación que reflejaba mi propio estado de ánimo. Me quedé un momento más, sola, pensando en lo que estaba por venir. La guerra que habíamos estado librando en las sombras estaba a punto de volverse mucho más personal. Ya no serían solo nuestros secuaces los que arriesgarían sus vidas; ahora era nuestro turno de tomar el riesgo máximo.
Me levanté y caminé hacia la ventana, observando la vastedad del paisaje patagónico. Este lugar, que me había servido como refugio, pronto podría convertirse en mi campo de batalla final. Tomás quería resolver esto cara a cara, y yo estaba dispuesta a dárselo, pero bajo mis reglas.
Pensé en las veces que había estado en la misma habitación con Tomás, las negociaciones, los acuerdos y las traiciones. Siempre había sido una danza peligrosa entre ambos, cada uno intentando sacar ventaja del otro. Pero esto era diferente. Ya no se trataba de poder o territorio; era algo más visceral. Era una lucha por sobrevivir, por demostrar quién era realmente el más fuerte.
No podía permitirme el lujo de dudar. Sabía que, en este juego, cualquier signo de debilidad sería mortal. Si Tomás estaba dispuesto a venir a mí, a exponerse de esa manera, entonces yo también debía estar lista para lo peor.
A la mañana siguiente, envié mi respuesta. Fue breve y al punto, sin necesidad de adornos. Le indiqué la fábrica como el lugar de nuestro encuentro, al anochecer, dentro de tres días. Le aseguré que iría sola, aunque sabía que mis palabras no lo engañarían. Tomás entendería que no estaría sin protección, y eso estaba bien.
Lo importante era que creyera que todo esto era su idea.