Sana se sentía muy nerviosa.
Elvira fue un gran apoyo durante todos estos años que vivió en Manhattan y su estadía en la casa de modas más importantes de la ciudad, y hasta cierto punto, del país.
No quería ser egocéntrica o sonar presumida, pero muy en el fondo haber sido la consentida de la mayor le agradaba y con su renuncia iba a extrañar aquello.
Estaba parada frente a la oficina de la alemana, suspirando y dudosa en sí abrir o no.
Rayos, por qué le costaba tanto hacer esto si es una decisión que tomó luego de pensarlo por mucho tiempo.
──Me estás poniendo nerviosa a mí también ──sintió una mano posarse en su hombro y levantó la mirada encontrándose con su amiga coreana.
──Hola, Nayeon. ──saludó sin más.
──Está bien, me saludas así no más. Ya no existe un "Hey, Nay cómo estás, está muy linda la mañana" ──Sana rió débilmente por la queja de la mayor. Nayeon hizo una mueca y emitió un sonido con su lengua. ──, sabes, aún tienes tiempo de arrepentirte. ──dijo la mayor con una risilla.
──Ya tomé una decisión Nayeon.
──Entonces por qué te retienes y no abres esa puerta y le dices de una vez. ──la reprochó con una ceja levantada.
Sana rodó la mirada algo harta.
──Porque no es fácil, creí que lo sería pero no es así ──bajó el tono en su voz, pero sin dejar de tomar la perilla. ──, me siento triste por dejar a Elvira... Ella siempre tuvo fe en mi trabajo y ahora irme...
──Sana ──Nayeon trató de calmarla tomándola por los hombros y obligándola a mirarla a los ojos, la rubia lo hizo.
No quería llorar y sus ojos tampoco tenían esos planes, aún así el nerviosismo era presente y más fuerte.
──Escúchame, sé que Elvira entenderá tu decisión y tú no tienes por qué resignarte de tus decisiones solo por intentar complacer a otros.
──Pero tú también me dices-
──De todas formas, la palabra que importa es la tuya, ¿de acuerdo? Ahora cálmate, toma un respiro, entras a esa oficina y hablas con Elvira.
Sana asintió repitiendo cada paso que le dijo la coreana.
──Bien, aquí voy. ──se llevo un mechón detrás de su oreja y tomó valor para tocar la puerta de la oficina.
A los pocos segundos se escuchó un "adelante" de su jefa al otro lado.
──Tú puedes leona. ──animó la coreana en un susurro y alzando sus puños.
Sana suspiró y entró a la oficina.
──Buenos días, Elvira. ──saludó con tal presencia que el tono de su voz se tornó más serio de lo normal.
──¡Sana, corazón! ──la recibió la mujer con una enorme sonrisa de oreja a oreja, ésta se encaminó hasta la japonesa y extendiendo sus brazos buscando abrazarla.
Su abrazo su correspondido por la menor y una sonrisa vaga se formó en sus labios.
──Ven, toma asiento, tengo algo muy, muy importante que comentarte. ──anunció la alemana abriéndole la silla a la chica para que se siente.
Bien Sana, solo debes escucharla y luego podrás hablar. Con calma. ──pensó.
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remember summer days ; satzu
Fiksi PenggemarDespués de un tiempo viviendo en el extranjero, ante el ojo de las cámaras, las grandes multitudes y pasarelas que la aplaudían, la joven diseñadora Minatozaki Sana decide volver a su hogar en un pueblo a las afueras de Corea. Sin tener previsto que...