8. Antes del amanecer.

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Después de llegar a casa y pegarse una ducha, se tumbó en la cama con las emociones a flor de piel, desgastadas de tanto querer forzarlas a salir a la superficie.

Estaba agotado, física y emocionalmente. Toda la felicidad que había sentido, lo bien que había estado, lo emocionante que había sido, se disipó. Se esfumó, se evaporó, se desvaneció como una nube que ya ha descargado el agua que contenía hasta dispersarse por el aire. La culpabilidad se le pegó a los vértices, clavándose en los costados de un recuerdo recurrente que había aparecido para no marcharse: Marta.

La chica no le caía bien, lo poco que conocía de ella no le gustaba, pero aun así no se merecía aquello. Nadie se merecía algo así.

Una infidelidad no solamente se trata de sexo, pensó. Cuando ellos se miraban, con esas ganas, estaban cruzando un límite no permitido. No quería ser partícipe de algo así. No quería ser ni responsable ni parte implicada del sufrimiento de una persona. Le prometió a Juanjo seguir siendo amigos, pero los amigos no se mueren por besarse, ni se ocultan.

Las cosas eran como eran, el Sol no se podía tapar con un dedo, y ni siquiera ellos, que se creían que se iban a comer el mundo cuando se miraban, podrían hacerlo.

Juanjo, puedes hablar?

Tardó un rato en contestar.

Vaya, ya me echas de menos?

me siento mal.

???

q te pasa?

Marta

Juanjo no le contestó. Martin pensó que quizá se había molestado, pero pronto recibió una llamada.

–Mejor lo hablamos por teléfono –dijo a modo de saludo Juanjo –¿Qué pasa?

–Estoy agobiado, Juanjo –empezó. –Me lo he pasado increíble, he disfrutado un montón, tanto que no he podido pensar en nada más... pero, ¿te parece justo? Con ella, quiero decir.

–No hemos hecho nada, Martin –intentó excusarse Juanjo, aunque le notó en la voz que ni él mismo se creía aquello.

–Hemos hecho mucho, Juanjo. Aunque no sea algo físico... Joder, ¿no crees que sentirte así es mucho peor que acostarte con alguien una noche por un calentón?

–No sé qué hacer, Martin –contestó, agobiado, después de un largo silencio. –Ni siquiera me lo había planteado, me siento como una mierda ahora mismo. Yo no quiero hacerle daño.

Se calló, porque no quería continuar con lo que iba a decir. Pero Martin ya lo sabía.

–No sabes si quieres dejarla, ¿verdad? –le preguntó, con el pecho encogido.

–Martin, tú y yo no...

–Juanjo –le interrumpió, antes de que siguiera hablando. –Esto no va de ti y de mí, ni siquiera existe un tú y yo. Esto va de ti, solamente de ti. Va de ser responsable con lo que sientes tú, va de ser responsable con lo que puede sentir ella. No lo hagas por mí, yo no te estoy pidiendo absolutamente nada. Hazlo por ti y por el respeto que se merece alguien a quien quieres.

Solo escuchó su respiración a través del teléfono. Aprovechó para continuar hablando.

–Creo que lo de hoy no se puede repetir –dijo, a pesar de que le costó un mundo soltar aquellas palabras que no querían desprenderse de su boca. –No podemos quedar nosotros solos, porque ambos sabemos que significa algo más, aunque no sepamos qué. Y yo no quiero ser parte de algo que puede hacer daño a otra persona, no cuando soy consciente de ello.

P23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora