–¿Qué has dicho? –le preguntó Martin, casi sin voz.
–Que te la pique un bicho.
Juanjo dejó de mirarle, avergonzado por haber sido incapaz de ponerle freno a sus pensamientos, por no haber sido capaz de contenerse y guardarse aquellas palabras para otro momento. Uno más bonito, en un sitio más especial.
–¿Juanjo? –dijo, mientras le agarraba la cabeza con las manos y le obligaba a que le mirase de nuevo, ignorando aquel chascarrillo. –¿Me has dicho que me quieres?
No podía echarse atrás y tampoco quería, a lo hecho pecho. Se encogió de hombros, suspiró, asintió con la cabeza. Todo a la vez.
–Sí –contestó finalmente, tímido. –¿Tú a mí no?
Martin sonrió, deshecho, invadido por un sentimiento de plenitud que no había experimentado nunca.
–Un poco, sí –le contestó, acariciándole el pelo.
–¿Un poco solo? –le susurró, esparciendo besos por su pecho.
–Te querría más si terminases con lo que has empezado, pero...
–¡Has sido tú el que me ha interrumpido! –le dijo, dejando de acariciarle para estirar en un pellizco los pelos del pecho. –Ahora te fastidias.
–Bueno, es que me lo has puesto a huevo –le contestó.
Juanjo apoyó la cabeza en él, abrazado a su cintura. Agarró el saco de dormir, que habían extendido a modo de sábana, y les tapó a ambos. Hacía frío y el calor del momento había pasado.
–Venga, a dormir que mañana hay que madrugar.
–¿Eso significa que me he quedado sin mamada?
–Efectivamente.
–Estupendo. Recuérdame que otro día no sea tan bocazas, por favor.
–Vale, lo haré encantado. Ahora duérmete.
–¿Estás seguro de que no te apetece continuar donde lo habías dejado?
–No, es hora de dormir. Mañana continuamos.
–¿Nunca te han dicho eso de "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy"?
–¿Y a ti nunca te han dicho que no hay que hacer bromas cuando están a punto de comerte la polla?
Martin se rió en esa carcajada muteada tan característica suya.
–¿Te has picado?
–No.
–Juanjo, ¿Te has picado?
–¡Que no, pesado! –le contestó, subiendo los ojos para mirarle. –Te lo prometo.
–Vaaaaale.
Juanjo volvió a apoyarse en él, cerrando los ojos e intentando dormirse por fin. El sonido de los grillos fuera de su carpa y el viento ululando a su alrededor era la nana perfecta para adormecerlo. Cuando ya lo tenía casi conseguido, Martin volvió a hablar.
–Yo también te quiero, Juanjo. Buenas noches.
Se despertaron muy temprano y Martin decidió que debería estar penado por ley madrugar estando de escapada, vacaciones o cualquier cosa similar. No es que hubiese dormido demasiado bien y decidió, también, dejar de romantizar dormir en aquellas condiciones.
–Juanjo, la próxima vez prométeme que nos vamos a un hotel. Me duele la espalda y he pasado muchísimo frío.
–¿En serio? Yo he dormido genial.
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FanficTras recibir la noticia de que debe mudarse de su Bilbao natal, Martin afronta el nuevo curso lejos de todo lo que conocía hasta el momento. Es un chico tranquilo que ha aprendido a mirar la vida centrándose en las soluciones y no en los problemas...