Meses después.
El verano estaba a punto de llamar a la puerta. Se asomaba ya, desde hacía semanas, en forma de buen tiempo, Sol y días más largos. El instituto y el colegio estaba a nada de terminar y el tiempo libre estaba esperando, impaciente, a ser llenado con actividades de playa y piscina y excursiones por la montaña.
A pesar del revés que les había dado la vida, Martin pudo sacar el curso sin problemas. Tenía suerte, inteligencia y unas amigas que le habían facilitado las cosas, incluso alguna inclinación de examen ligeramente sospechosa en la que él, sin quererlo, pudo leer algunas respuestas que necesitaba para llegar al cinco. Una vez las aguas sobre el tema de Iren se calmaron, pudo volver a centrarse y encender la maquinaria para ser el alumno que siempre había sido: dedicado, responsable y aplicado.
–Hoy no puedo –le dijo a Ruslana. –He quedado con Juanjo esta tarde para ir a la playa. Pero mañana nos vemos, ¿no?
Martin y Ruslana estaban caminando hacia la salida del instituto.
–¿Dónde?
–¿No vas a ir al último partido de Boyan? Se juegan el primer puesto en la liga.
–¿Y desde cuándo estás tú tan puesto en fútbol?
–Desde que tengo un novio que juega y que me amenaza sin sexo durante un mes si no voy mañana a verle al último partido. Parece que es importante.
–Hombre, para que ese señor que no puede apartar las manos de ti se la juegue amenazándote sin sexo... ya lo creo que tiene que ser importante.
–Oye, no es verdad...
–Amore, por favor –le contestó Ruslana, poniendo los ojos en blanco. –Sois insoportables. Muy monos, pero insoportables.
Martin no dijo nada, porque su amiga tenía razón. Afianzar la relación con Juanjo había sido tarea fácil porque los dos estaban por la labor.
Se querían mucho, tanto que a veces a Martin le asustaba gastarlo todo muy rápido, como cuando vas al cine y empiezas a comer palomitas antes de que siquiera apaguen las luces y te das cuenta de que si no frenas no te van a llegar para el final de la película. Él no esperaba un final, pero sí temía a veces que comer demasiado rápido les empachase, les sentase mal, les dejase sin palomitas en aquella peli.
–Estamos enamorados, Ruslana. Es lo que hay.
No se les pasaba el enamoramiento, a pesar de llevar ya meses en una relación relativamente formal, con presentación de padres incluida, comidas familiares y todas esas cosas.
Conoció a los padres de Juanjo al poco tiempo de que se enteraran de que su hijo había cambiado a Marta por un chico. Le recibieron en su casa, tímidos y sin saber muy bien qué hacer. Al principio fue un poco incómodo, romantizar la situación sería mentir. Pero la tensión se fue pronto, porque la madre de Juanjo era casi tan habladora como su hijo y pronto le estaba contando batallitas del Juanjo niño trepando árboles y rompiéndose huesos.
Llevaban meses saliendo. Los fines de semana solían dormir juntos, o bien en casa de Juanjo (donde estaban bastante más tranquilos, sobre todo cuando sus padres no estaban) o bien en casa de Martin. Salían con sus amigos, pero también salían solos. Seguían peleándose mucho, casi todo el rato, pero eran siempre tonterías que arreglaban al segundo. Hablaban mucho también, pero sin perder la bonita costumbre de comunicarse con los ojos sin necesidad de muchas palabras.
–Tenemos que aprovechar el tiempo –continuó diciendo Martin a su amiga. –En Julio me voy a Bilbao y no nos vamos a ver durante un mes.
–¿Crees que vas a poder respirar? –le preguntó su amiga, con tono burlón.
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Fiksi PenggemarTras recibir la noticia de que debe mudarse de su Bilbao natal, Martin afronta el nuevo curso lejos de todo lo que conocía hasta el momento. Es un chico tranquilo que ha aprendido a mirar la vida centrándose en las soluciones y no en los problemas...