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"Noós olvidéis de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles."

Hebreos 13:2.

Desperté la mañana siguiente muy temprano, supuse que todos estaban dormidos y decidí recorrer un poco el buque, tenía una madera digna de admirar y lucía impecable. Me dirigí hacia la proa a sentarme y ver el amanecer, siempre me ha gustado ver el amanecer, es como volver a nacer. El Sol comenzaba a asomarse por el horizonte, una mezcla de colores hermosos e indescriptibles de rojo a naranja y luego de amarillo, con ello cambiando el color azul del cielo.

Un amanecer sería lo más hermoso que alguien puede pintar en un lienzo sólo para capturar su eternidad. Cerré los ojos inhalando el delicioso olor del mar, guardando esa maravilla de la naturaleza en mi memoria.

-¿Le molesta si la acompaño Kim? - salí de mi trance y me giré para ver al señor Nau, su bigote y barba crecieron mucho, pero aun así se veía impecable.

-Para nada Capitán- le dediqué una sonrisa con la boca cerrada antes de voltearme y seguir admirando el maravilloso paisaje.

Quedamos un corto tiempo en silencio, sólo sintiendo el viento en nuestros rostros y escuchando las olas romper contra el buque. Acariciaba mis brazos para darme calor, las noches son frías y no tengo con quien compartirlas.

-Tenia usted razón- rompió el silencio, dejándome un poco confundida con su afirmación.

-¿Cómo dice?

-¡Tenía razón, sobre todo, era una trampa, Maldición, debí darme cuenta de que el señor Sevilla era un espía español ¡-dijo esto último apretando mucho la mandíbula, temí a que se la rompiera. No me sorprendió para nada, lo sospeché incluso antes de saber lo del delator de su apellido.

-¿Cómo está tan seguro de eso? - sin embargo, lo quise confirmar, y no quiero decir que se lo dije ya que todos salimos perjudicados, pero se los advertí y ninguno me hizo caso.

-Lo vi cuando estábamos en el suelo, le daba la mano a un español y se columpio en una soga hacia su barco... le pido una disculpa- mi intensión nunca ha sido creerme más lista, era sólo cuestión de pensar bien las cosas.

-Oh- fue todo lo que pude decir, estaba totalmente sorprendida, este momento queda para la historia.

-Sé que mis disculpas son pobres, pero tengo una propuesta para usted Minji- comenzó a decir muy emocionado- Eres una mujer muy inteligente, creo que la única mujer inteligente que he conocido- casi rodé los ojos con lo último que dijo- Y estoy convencido de que con tú inteligencia y mi poder podríamos hacer grandes cosas, no me dejaré llevar por segundas opiniones, no es la primera vez que creas una buena estrategia más si la compartes, hablas sola en voz alta, te he escuchado.

-"Ilumíneme" Cite lo que él había dicho anteriormente queriendo oír su propuesta, sin importar lo vergonzoso que ha sido que él me haya escuchado en mis conversaciones, no sé cómo, conmigo misma.

-Quiero que sea mi mano derecha Minji- Soltó así, de repente como si hubiera dicho que tenía hambre o comentando sobre cualquiera trivialidad.

-¿Su mano derecha? - repetí incrédula.

-Sí, ayer me demostraste salvando mi vida que puedo confiar en ti, sinceramente creo que tienes ideas ingeniosas y que no hay que ignorarlas. Te prometo mucho oro y joyas, y que serás libre de hacer lo que sea, incluso de marcharte cuando creas que no te convenga seguir aquí, te doy mi palabra, ¿Qué dices?

-Acepto- afirme y estire mi mano para estrecharla suya y cerrar el trato.

Pasaron varios días en los que el señor Nau puso al tanto de la situación a todos, muchos hicieron mala cara, pero nadie podía soltar una sola queja, él les dijo que tenían que respetarme y obedecerme si no querían sufrir las consecuencias, y que si no les daba la gana de cumplir órdenes eran libres de irse nadando hasta tierra firme. Me sentía como de la realeza, quizá como una Duquesa.

Mar Dorado (Bbangsaz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora