4.

42 11 3
                                    


15 de agosto, 1651.

Seúl, Corea del Sur

Causa

Calculo que casi amanecerá por el color del cielo, y este es el momento donde puedo estar segura de que todos están completamente dormidos. Me cambio a un atuendo más adecuado para salir, un vestido suelto muy parecido a mi camisón para dormir, y me coloco unas botas viejas, por si las cosas se complican es más cómodo correr con ellas.

Dejo la carta que le he escrito a mi familia encima de mi almohada, tomo una manta, la valija con mis cosas y me dirijo hacia la puerta. Me detengo antes de salir para dar un vistazo probablemente por última vez a mi habitación, y empiezo a recordar todos los buenos ratos que he pasado en estas cuatro paredes, algo que no podrá recuperar, no importa si me quedo o me voy, ya no será lo mismo.

Salgo de mi habitación dirigiéndome silenciosamente hacia las escaleras, bajándolas con lentitud por el crujido que produce al apoyar el pie en ellas. Decido que es más seguro salir por la puerta que está en la cocina, es menos transitada que la puerta principal

Al llegar a la puerta de la cocina, al borde de la gloria y con la mano puesta en el seguro de la misma alguien me pone una mano en la espalda y contengo la respiración, supongo que no fui de lo más sigilosa.

Estoy acabada, me han descubierto.

—Minji— pronuncian mi nombre con un suave tono de voz, suelto el aire que he estado aguantando.

—Por el amor de Dios Rosa, me has asustado— volteo a encararla— ¿Qué haces de pie tan temprano? — pregunté para distraerla un poco

—Ordenes de tu madre, ya sabes, hoy es el día especial— olvidé esa orden por completo —. Pero tú mi niña, ¿Qué haces despierta tan temprano y a punto de salir?

—Bueno... este yo... me apetecía salir a dar una caminata, sí, eso— me las arregle para decir, en este punto mi garganta se sentía seca.

—Pero si aún no ha salido el sol mi niña, puede ser peligroso que una mujer como tú ande sola a estas horas.

—Mi Rosa necesito despejar un poco la mente, aparte me sé cuidar sola perfectamente bien— asintió con sus ojos entrecerrados, provocando que le mostrara una de mis más nerviosas sonrisas.

—Ya veo, ahora ¿Puedes decirme realmente que ibas a hacer mi niña? — se dirigió a mí con ese tono suave que la caracteriza.

—Yo... quería marcharme, antes de que me case y este condenada para siempre, no he encontrado otra manera que irme hoy, porque si me iba hace una semana, e incluso hace dos días probablemente me hubiesen encontrado y no hubiera servido de nada, pero ahora que me has visto temo que tendré que quedarme aquí y casarme— me expresé rápidamente, tan rápido como nunca en mi vida.

—Minji— comenzó a reírse moderadamente, como si le hubiera contado el mejor chiste del mundo—. Creí que me conocías mi niña, sabes que estoy en contra de esta boda desde el principio, no veo el porqué de tú preocupación.

—¿Eso quiere decir que no vas a detenerme? — pregunté esperanzada y ella negó con la cabeza— Dios mío gracias" La abrace fuertemente, creo que demasiado.

—Mi niña, me estas ahogando— nos separamos— déjame darte la bendición antes de que te vayas. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que te vaya muy bien en la vida mi niña. No dudes en volver si alguna vez quieres hacerlo.

—Amén. Te quiero— su propuesta de volver me pareció muy noble, sin embargo, no podía tomarla porque mi falla mi familia no la perdonará con facilidad, sobre todo mi madre.

Mar Dorado (Bbangsaz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora