CAPITULO 2: DESCARADO

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TRES DIAS MAS TARDE

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TRES DIAS MAS TARDE

Llevo tres días en la casa del pueblo. Esa casa donde veraneábamos Celeste y yo cuando éramos unas enanitas que cantaban por las esquinas, pintaban cuadros y se pasaban los ratos muertos riéndose juntas. En esa casa en la que llevábamos sin venir desde hace cuatro años.

Al salir de casa de Pol y cogí el coche, lo primero que hice fue enviarle un audio a Celeste para decirle lo sucedido y que lo escuchase cuando saliese del trabajo. Lo segundo que hice, fue llamar a mi madre, y sutilmente, decirle que necesitaba un descanso y pedirle las llaves de la casa del pueblo, se sorprendió pero no pregunto. Pasé por su casa y cené con ella, omití la noticia y la pelea con Pol, cuando acabé me fui para el pueblo.

Al día siguiente me llamó Celeste, estuvimos hablando un rato largo y me dijo que, hoy viernes, vendría para aquí y se quedaría conmigo todo el tiempo que necesitase.

En estos tres días he hecho cosas que me desestresan, como limpiar toda la casa, ir a comprar y cocinar. He cocinado mil cosas.

Estoy acabando de ponerle en glaseado a las magdalenas cuando escucho que se abre la puerta principal, no escucho sus pasos y voy hacia la entrada, donde la veo parada mirándolo todo con nostalgia.

-La casa huele a ella Maca, sigue todo igual que como lo dejamos el último día.

-Lo sé Lele, he limpiado durante estos días pero he echado su colonia para que no se vaya su esencia.

-El sofá y el mantel de la mesa es el que teníamos en casa – dice con la voz rota. Me acerco a ella y le agarro de las manos para que me mire.

-Celeste siento tanto haberte hecho venir, sé que aún te duele y estar aquí tiene que ser tan duro que ni me lo imagino pero quiero creer que el destino se ha compinchado con tu madre para obligarnos a venir aquí y convivir con nuestros recuerdos en esta casa, y quién sabe, crear unos nuevos – me mira con sus ojos cristalizados, sonríe y asiente. Nos abrazamos con tanto cariño que es inexplicable.

-He traído vino blanco y tinto por si nos quedábamos sin – nos reímos al unísono.

Le ayudo a subir las maletas a la que nuestra antigua habitación pero prefiere dormir en la que era de su madre. Bajamos y cuando ve que la cocina esta llena de dulces me mira con cara de pregunta.

-Llevo tres días aquí encerrada, necesitaba pensar y me he sentido Rapunzel ¿vale? Compréndelo.

-¡¡¡Es imposible nuestro amooor!!! – empieza a cantar y a bailar, cosa que le sigo el rollo.


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NO SIEMPRE ESTARÉ EN MADRID -- HÉCTOR FORTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora