CAPITULO 4: ESTAMOS ENAMORADOS

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MACARENA

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MACARENA

Han pasado cuatro días desde que Pol apareció por la casa. Llevo cuatro días sin salir por vergüenza a encontrarme con Héctor. Celeste sospecha que ha pasado algo entre él y yo, y aunque he estado a punto de contarle lo de la cocina mil veces, siempre desvío el tema diciéndole que no lo soporto, pero joder, ojala soportarlo más porque no dejo de pensar en él. Con Lele en casa era mucho más fácil despejar mi mente de él, pero se ha ido esta mañana porque por la tarde vuelve al trabajo y mañana ha quedado con un productor para grabar cositas, y por culpa de su marcha, estoy de camino al restaurante donde trabaja Héctor para hablar con él.

Camino decidida, con pasos firmes, vestida con una camisa blanca ancha metida por dentro de una falda negra, mis medias semitransparentes negras y con mis botines blancos y, con una gabardina burdeos para darle algo de color. Saludo a María Luisa, la mujer de la cafetería que hay en la esquina de enfrente del restaurante. Cruzo con la cabeza alta, pero nada más abrir la puerta y entrar, el miedo sale de golpe y, más cuando le veo mirarme sorprendido. Una pequeña parte de mi se ilusiona de verle pero, otra muy grande tenía la esperanza de no encontrarlo.

Miro el reloj de mi muñeca, 15:38 de la tarde. Mierda sigue trabajando. Me giro decidida a irme pero le escucho decir mi nombre y su voz me paraliza.

-Maca. – repite y me vuelvo a girar para mirarle. - ¿Qué haces aquí? ¿quieres una mesa? Es un poco tarde pero para ti y Cele podemos hacer una excepción– niego.

-No-no sé porque estoy aquí la verdad, ya he comido en casa y va a empezar a llover ya mismo y no sé porque estoy aquí, es que Celeste se ha ido esta mañana y... - alza su brazo para acariciarme el mío, haciendo que un escalofrío me recorra el cuerpo sin ni siquiera haberme tocado la piel. Me callo.

-En quince minutos acabo el turno, te esperas y nos tomamos un café en lo de Marilu? – me sonríe, pero a diferencia de siempre, no veo su chulería en ella sino sinceridad y, sonrío. Asiento para darle a entender que sí. – Vale, espérame ahí sentada mientras acabo.

Me señala donde y camino hacia allí por inercia, me quito la gabardina y me siento con ella encima. Le veo y mi mirada sigue todos sus movimientos, en un momento se gira y me pilla mirándome, su sonrisa sale a la luz haciendo que me sienta pequeñita y mis miedos sean más grandes que yo. ¿Macarena que haces aquí? Esto está mal, muy mal.

Cuando ya no siento sus ojos encima de mí, me levanto con cautela y salgo del restaurante. Tengo tanta vergüenza que corro por la calle para llegar antes a casa, veo como la gente me mira raro pero sigo corriendo sin parar, noto como las lágrimas empiezan a recorrer mis mejillas.

Llego a casa y abro la puerta como puedo, con las pocas fuerzas que tengo y al entrar, cierro de golpe, me apoyo en la puerta y me rompo, rompo a llantos y me tiro al suelo lentamente. Estas semanas aquí no han sido reales, esos escalofríos que siento cuando estoy cerca de Héctor no son reales y cuanto antes me aleje de todo mejor. Me levanto con decisión, suelto el bolso y la chaqueta encima del sofá, subo corriendo a mi habitación, pongo la música a tope y saco la maleta de debajo de la cama, empiezo a meter toda ropa que he traído.

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⏰ Última actualización: Sep 15 ⏰

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NO SIEMPRE ESTARÉ EN MADRID -- HÉCTOR FORTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora