Capítulo I: Oportunidad Única.

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"Si me escuchas, salvame."

Puesta la vista en el techo plano y descolorido, ese fue el primer pensamiento del hombre mayor al despertar.

No había brisa golpeando su rostro — como en el placido sueño que había tenido minutos atrás.
Entrecerró los ojos, tratando de divisar algo que no fuera su propio reflejo en la pared deslumbrante.

"Hicieron un buen trabajo limpiandolo" Pensó para sus adentros, mientras se frotaba los ojos.

Primera hora del día, aquí no había horas. Con suerte sabía que era de día si veía por el pasillo a algún guardia con el uniforme del turno matutino.
Habían pasado tal vez ¿ocho meses? ¿seis? Perdió la cuenta después del tercer mes encerrado, y sin darse cuenta, acababa de quedarse quién sabe cuanto tiempo mirando por los barrotes de su celda, pues el guardia había llamado al menos tres veces a su nombre ya, en un idioma que tiene la desgracia de entender.

Ladeó la cabeza con desinterés, observando a la criatura montruosa de gran trompa y extremidades con ventozas.
Se recordó a si mismo no hacerlo enojar.

Cuando lo sacaron de su celda pudo notar que hoy era un día particularmente en lo que podría denominar como 'atrasado'.
Había una rutina, la cual no se estaba cumpliendo.
Stanford había memorizado después de observar por un tiempo el mismo pasillo de siempre a la misma hora, por días, semanas, quién sabe.

A la hora del desayuno siempre había una guardia que asemejaba una piel escamosa y tenía tres ojos, no faltaba nunca ese turbante en su cabeza y una sonrisa amable a cada recluso que pasára.
Cuando era el momento después del 'receso' el cual por alguna razón les daban algunas horas después del desayuno, ella estaba cambiando de turno con otro oficial, sin embargo, cuando Stanford pasó para el supuesto desayuno, ella no estaba.
En su lugar, una especie de ser de apariencia masculina lleno de puas por todo lados, flotando con sus codos 'apoyados' — clavados — en el escritorio.

El de lentes agradeció internamente que aquel guardia no era tan amable como la del turno mañanero, o no tanto almenos.
Un escalofrío recorrio su espalda cuando recordó esa palmada en el hombro que casi le deja una marca tan profunda como la del accidental tatuaje-quemadura de su hermano.

— "Es peor de lo que pensé, tengo que entablar conversaciones con seres multidimensionales y no puedo anotarlas" — Se dijo a si mismo, cerrando los ojos cuando en vez de llevarlo a la cafetería lo llevaron al patio.

Podría seguir lamentándose, pero su mente — Que parece ser ajena al descanso — empezó a crear sus hipótesis de la razón por la cual los horarios que se supone son tan estrictos habían estado alterados.

No pasó mucho tiempo hasta que un guardia lo fue a buscar, lo miró de arriba a abajo y escaneó el código plateado a un lado del pecho del terrible uniforme beige claro que tenía que usar.

— "No es que yo tenga el mejor gusto para la ropa, pero aprendí algo de tanto escuchar hablar a Mabel de revistas" — Frunció el ceño, antes de alzar la mirada hasta el guardia.

"Recluso 180685, se le solicita en la sala de visitas"

Stanford abrió tanto los ojos que cualquiera pensaría que podrían salirse de sus orbitas. Tenía que ser un error de números: Él no tenía visitas.

Aunque no tuvo otra opción más que levantarse y abandonar a sus grandes amigos. Siete... uno... diecinueve, estaba solo en aquella esquina.

Mientras caminaba podía sentir la mirada de más de uno de los seres puestos allí.
No era normal que sacaran a alguien del patio, al menos no sin que haya hecho nada malo, mucho menos por una visita pues tienen un horario bastante específico para ellas.
Pero particularmente hoy, todo parecía estar de cabeza, lo que a Stanford le pone cada vez más en alerta.

Devouring  your  yearnings  ||  billfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora