Y ahí estaba yo, preparada para volver a la universidad después de unas pequeñas vacaciones. Era otoño. El otoño creaba en mí sensaciones que hasta yo misma desconocía. Por más que todo se marchitara, volvería a venir la primavera. Siempre salía el sol.
Me abroché la camisa de jean. En esta temporada hacía mucho frío, por lo tanto, debía vestirme de la forma adecuada. Me até las agujetas y agarré el objeto más preciado que tenía en esta vida: mi cámara. No estaba ni cerca de ser la más costosa ni la mejor, pero era mía, solamente mía.
Llevaba poco más de la mitad de la carrera, pero aún no me acostumbraba a exponer mis fotografías a la gente. Desde que comencé a fotografiar lo consideré una actividad sumamente íntima, y sentía que le estaba abriendo una parte de mi corazón a las personas que veían mis fotografías.
Tomé mi mochila y miré a mi hermana pequeña antes de salir de mi hogar.
—Me voy a la universidad. Papá y mamá están en el trabajo, llámame si necesitas algo.
Ella, quien estaba sentada en el sillón, levantó la vista de su celular. Ciertamente, Astrid había crecido bastante, y ya no era esa niña con la que yo solía discutir. Ahora era toda una adolescente, quizás demasiado obsesionada con las amistades y las fiestas.
—Tranquila, yo puedo cuidarme sola —me dedicó una sonrisa— por cierto, como Mabel se está quedando en casa de la abuela… ¿Puedo invitar a unas amigas a comer algo y ver unas películas?
Levanté una ceja, dudando. Nunca había sido una hermana mayor autoritaria para Astrid y Mabel, siempre fui de actitud tranquila y reservada, a diferencia de ellas dos, que eran mucho más hiperactivas. No obstante, ya casi cumplía mis veinte años y debía actuar como la hermana mayor madura que ellas necesitaban, aunque no lo fuera.
—Astrid, ya sabes lo que piensan papá y mamá sobre esto. No les gustan las fiestas en nuestra casa —advertí, mirándola con severidad.
—Vamos, ya no soy una niña. Tenme un poco de confianza por una sola vez, ¿sí, Hazel? —me miró con ojos de cachorrito triste, y no pude resistirme mucho más.
—Vale, vale, pero no me hago responsable por nada de lo que suceda, ¿está bien?
—¡Yupi! —se levantó de su asiento dando saltitos hacia mí y me abrazó. — Eres la mejor.
La abracé de vuelta, notando que ya casi me alcanzaba en altura, pues mi familia siempre había tenido una gran estatura. Cuando nos separamos, ella volvió a hablar.
—Ya, ya, mucho amor por hoy. —volvió a sentarse en el sofá.— Buena suerte en tus clases, Haz —me sonrió.
Me despedí de mi hermana y me dirigí a la universidad. A pesar de llevar ya un tiempo allí, seguía sintiéndome muy pequeña al ver los imponentes edificios que la conformaban. La antigua fuente de piedra se alzaba en el centro del campus, con su agua fluyendo en un patrón hipnótico, al igual que los árboles otoñales que marcaban el final del verano. El aire olía a manzanas maduras, y el insistente tic-tac del reloj de la torre me recordaba el constante paso del tiempo.
Caminé hacia la facultad de arte, donde pude ver un amplio cartel con el nombre de la universidad; “Central Vermont University”. Ciertamente, Vermont no era el estado más concurrido, pero tenía suerte de estudiar en la universidad más grande y preparada de aquí.
Llegué con cautela a mi clase de fotografía, la cual ya había comenzado. Tomé asiento en el fondo de la clase. Jamás había sido la estudiante más aplicada, pero eso no influía en la enorme pasión que tenía por la fotografía.
—Entonces, chicos —continuó hablando Mrs. Mclean, nuestra maestra de Fotografía III. Era una mujer admirable. — En nuestra clase pasada les dije que el día de hoy íbamos a visitar el bosque Green Mountain, tomaríamos fotografías y luego yo iba a darles diez puntos extra a la mejor fotografía, ¿cierto?
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Sueños Sombríos
ParanormalHazel, una estudiante de fotografía, se adentra en un bosque místico y, sin darse cuenta, cruza a una dimensión paralela. En este mundo distorsionado, su universidad está plagada de fenómenos inquietantes y figuras que no deberían existir. A medida...