—¡¡Cuidado!!
Cuando me volteé hacia Angélica, quien sostenía mi mano, su rostro era deforme y su cuerpo una amalgama irreconocible. ¿Qué mierda estaba viendo? Me levanté apresuradamente del banco, intentando huir, pero mi mano se fusionó con la de aquella sombra. Se sentía líquido, inmanejable.
—A-Angélica… Ayúdame —tartamudeé, aterrada. La tenebrosa sombra se acercaba cada vez más, y yo no podía hacer nada. Dios mío, no quería morir. Temía.
Los gritos se apoderaron de mí a medida que esta forma casi intangible se ceñía a mi cuerpo, como si intentara tragarme, expulsarme de esta dimensión. Angélica también gritaba, petrificada por el temor.
—¡Hazel! Dios mío, ¿qué hago? —la rubia se abalanzó sobre la sombra, mientras intentaba, sin éxito, separarnos.
No podía contestar. Intentaba hablar con todas mis fuerzas, pero simplemente no podía hacerlo. La desesperación creció en mi interior; mi voz no era escuchada ni por mí misma. El sudor gélido bajaba en mares por mi frente. Todo era frío. Todo era distante.
Entonces volvió esa sensación: ¡no quería morir! No quería sentir mis pulmones sin aire otra vez. ¿Por qué tenía que pasarme esto? ¿Qué mal había cometido yo?
Hasta que pensé en él. Caleb, con quien me había peleado y a quien decidí no hablarle. Pero, aunque no quisiera, si alguien podía salvarme de esta situación, era él.
—Caleb… Caleb Marcier —apenas pude articular. Sentía que el mundo se derrumbaba.
—¿Caleb Marcier? —mi amiga sonaba desesperada. Las lágrimas bajaban por sus mejillas—. Hazel, contéstame, por favor —intentó nuevamente separarnos—. Hazel… Hazel…
No contesté. Todavía no podía hacerlo, y eso me dejó al borde del abismo. La sombra y yo ya éramos casi una sola entidad, y no sentía mi cuerpo. A medida que pasaban los segundos, Angélica se desesperaba más ante mi silencio. Con manos temblorosas, sacó mi teléfono de mi bolso y pareció marcar un contacto.
—No puede ser… Hazel, tú no —sollozaba sin parar.
No supe qué dijo. De hecho, no supe nada más. Pronto dejé de sentir. Y entonces me encontré en un fondo negro. No estaba segura de mi paradero. No estaba segura de que esto fuera un sueño.
Me levanté en el lugar. Mis pies tambaleaban, pero parecía que podía caminar. ¿Dónde estaba?
Cerré y abrí mis ojos. Todo cambió: ahora me encontraba en una realidad completamente quebrada, llena de objetos flotantes, figuras desechas y amalgamas de criaturas. Vacas, cabras, camellos e incluso seres humanos fusionados entre sí. Cerré mis ojos de nuevo, intentando escapar, solo para encontrarme en otro mundo, lleno de edificios y autos que chocaban continuamente. Los cláxones retumbaban, pero yo era incapaz de sentir dolor alguno.
La realidad estaba rota, y yo era testigo de todo ello: de sus abruptos cambios sin sentido alguno. Cada vez era más peculiar. De un momento a otro, aparecían figuras que no debían estar, sombras negras acechándome sin control.
Justo cuando mi cuerpo parecía rendirse al vacío, sentí una vibración, como si algo estuviera intentando alcanzarme. La sombra se debilitó por un segundo. Sin embargo, mi felicidad no duró mucho cuando una voz entrecortada empezó a susurrarme entre los escombros.
“Hazel, sal de aquí.” Tantas veces. Mis oídos empezaron a sangrar, y no pude entender lo que estaba pasando. “Hazel, no perteneces aquí,” volvía a susurrarme. No soporté más. Mi mente era un caos: ¡no podía pensar en nada, no podía controlar nada! Mi cabeza dolía. Grité con todas mis fuerzas, y el eco fue aún más estruendoso en el vacío. Estaba abrumada, triste y sola.
ESTÁS LEYENDO
Sueños Sombríos
ParanormalHazel, una estudiante de fotografía, se adentra en un bosque místico y, sin darse cuenta, cruza a una dimensión paralela. En este mundo distorsionado, su universidad está plagada de fenómenos inquietantes y figuras que no deberían existir. A medida...