Parte 2

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      Esa mañana fue particularmente difícil. El dolor se apoderó de mi cuerpo, recordándome constantemente las vivencias recientes. No quería pensar y, aunque lo necesitaba, fui incapaz de tomar una decisión. Era un círculo vicioso del que no podría salir sin poner al límite mi capacidad de tolerancia ¿Amaba tanto a ese hombre como para olvidar el tormento del que había sido víctima?

     En la tarde me visitó mi madre y tuve que dar muchas justificaciones por la marca que se apreciaba, claramente, en el brazo derecho. Ella, pensé con tristeza, no ha visto el resto del cuerpo porque mi esposo me atacó premeditadamente y se abstuvo de marcarme en lugares visibles.
     __Tienes que cuidarte, Claudia, un golpe en un lugar delicado puede ser fatal.

       Fueron las únicas palabras que pronunció refiriéndose a la zona agolpeada. ¡La pobre!, adoraba a Gustavo y nunca lo hubiera creído capaz de hacerme daño.

      Me sentí animada con su conversación y protegida por ese amor maternal.Contaba historias de mis primas en sus viajes por Europa. Deseé pensar y actuar como ellas, viajar y escapar de mi triste realidad, pero mi voz fue vencida por el miedo y la desesperanza.
     __  Hola, suegra – escuché decir, con alegría, a mi esposo, mientras saludaba con un beso, en la mejilla, a mi madre.
     __ Ya te extrañaba – alegó ella
contenta de verlo
     __ Y yo a usted – dijo coqueto- pero ya estoy aquí, feliz de verla.
      El idiota sonreía sin el más mínimo rastro de culpabilidad.
       La ansiedad me apresó y comencé a jugar con mis dedos. No quería que se me acercara y un ligero temblor sacudió mis miembros. Estaba perdida. Ya no podía reconocer, en mí, a la joven soñadora y optimista del pasado.
     __ Papito, ¿ya llegaste? – gritó, mientras corría, mi pequeña, cuando sintió la voz del padre. Este la estrechó entre sus brazos, besándola.

     La escena era tierna y conmovedora pero yo, que había comenzado a hiperventilar, desde que noté su presencia, lo miraba aterrada.
       Se aproximó, con lentitud, cauto y receloso, se sentó a mi lado y me alargó su brazo.
      __ Toma, mi amor, quiero que me disculpes, te amo – expresó con lágrimas en los ojos, entregándome una sortija.
       Yo apenas moví la cabeza en señal de aprobación, había enmudecido.
     __ Está linda, gracias – solo pude exclamar, después del embarazoso silencio.
     Mi progenitora contempló el espectáculo confusa, pero orgullosa de la hija  que, supustamente, había conseguido casarse con un hombre intachable.

     Antes de irse me interrogó, quería saber la causa de aquellas palabras y el motivo del costosísimo regalo. Inventé una historia que, sin dudas, creyó.
     __ Cuídalo, es un buen hombre – aconsejó – tienes que ser inteligente.

     Pensé, con tristeza que, en medio de su ignorancia, mostraba adoración por Gustavo. Para ella, mi matrimonio, gozaba de una salud perfecta y mi esposo era el hombre más amoroso y tierno del Universo.
       Por un momento intenté expresar mi dolor pero, nuevamente, las palabras se negaron a salir, dejándome en completa oscuridad. Quería decirle que, a solas, aquel hombre, me llevaba a lugares inesperados y atroces, pero callaba sin saber que yo misma me sentenciaba.
       ¿Por qué no podía denunciar a mi verdugo?

Mi VerdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora