Lactando/Ropa de maternidad.

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Alastor se movió inquieto entre las sábanas, sintiendo cómo el suave tejido se enredaba a su alrededor. Un ligero dolor punzante se instaló en su espalda, recordándole que, a pesar de ser un overlord temido y respetado en el Infierno, era también un ser vulnerable por esos meses, siendo algo que le desagrada de sobremanera. Ahora atrapado en un momento de intimidad que apenas podía procesar. Sus orejas de ciervo se movieron involuntariamente ante el sonido de una risa suave que resonó en la habitación. Fue un sonido ligero, casi musical, que lo hizo sonreír a pesar de su incomodidad.

El sueño aún lo envolvía, como una manta cálida y pesada que le dificultaba levantarse. Se preguntó cómo había terminado así, tendido en una cama que no era solo suya, sino compartida con Lucifer, el mismo Lucifer que había sido su rival y su compañero en una danza de poder y ambición. Ahora, sin embargo, se encontraba allí, con el cuerpo cansado y la mente confusa, sintiéndose más humano que nunca.

La fragancia que emanaba de Lucifer lo envolvía; era un aroma cálido y reconfortante, un recordatorio profundo de lo que habían forjado en medio del caos de sus vidas. Alastor se sintió pesado, como si la gravedad del mundo real lo mantuviera anclado a esa cama, y por un momento se permitió disfrutar de la paz que le ofrecía ese refugio.

No pasó mucho tiempo antes de que sintiera las manos de Lucifer moverse suavemente debajo de su camisa. Un escalofrío recorrió su columna cuando las yemas de los dedos de Lucifer acariciaron la pequeña redondez de su vientre, un gesto lleno de ternura que lo hizo soltar un suspiro de satisfacción. Era un toque delicado, casi reverente, como si cada movimiento estuviera destinado a transmitir amor y cuidado.

Mientras las manos de Lucifer comenzaban a masajear suavemente la zona, Alastor sintió una mezcla abrumadora de emociones. Era un sentimiento extraño para él; siempre había sido el que controlaba la situación, el que imponía su voluntad sobre los demás. Pero ahora estaba expuesto, vulnerable y completamente a merced de las suaves caricias de su… ¿Compañero? ¿Amante? Aún no se atreve a nombrarlo. La calidez que irradiaba de esas manos le proporcionó un alivio inesperado; el dolor en su espalda comenzó a desvanecerse bajo el toque.

“¿Te sientes bien, Alastor?” preguntó Lucifer con un tono burlón, su voz suave como la seda mientras sus ojos brillaban con picardía.

Alastor no pudo evitar sonreír ante el comentario. La ironía de la situación no se le escapaba; aquí estaba él, el gran Alastor, conocido por su astucia y poder, ahora reducido a un ser casi dependiente del afecto de Lucifer, desde los últimos tres casi cuatro meses en los que se enteró de su aparente embarazo. Sin embargo, no podía negar que disfrutaba cada segundo de ese momento.

“¡Oh sí, claro!” Respondió Alastor con sarcasmo, su voz cargada de diversión y resignación. “Solo estoy aquí disfrutando del lujo del embarazo y sufriendo por el dolor en la espalda. ¿Quién lo diría? Un overlord hecho y derecho convertido en almohada humana.”

Lucifer soltó una risa suave, esa risa que siempre lograba derretir cualquier barrera que Alastor intentará mantener en pie. Era una risa contagiosa, llena de dulzura y complicidad, que ahora se dirigía a él. Alastor sintió cómo la tensión en su cuerpo se disipaba poco a poco; los comentarios burlones eran solo una fachada para ocultar la profundidad de sus sentimientos.

En ese instante, comprendió que no había nada de malo en ser vulnerable. Estar allí, con Lucifer a su lado, le recordaba que incluso los seres más poderosos necesitaban momentos de calma. La vida no se trataba solo de dominio y control; también había espacio para la ternura y la tranquilidad.

Mientras las manos de Lucifer continuaban su danza sobre su vientre y su espalda, Alastor cerró los ojos y se permitió perderse en esa sensación y el sueño que lo abrumaba.

¡Alastor mom week! -AppleRadio, Omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora