Familia [Parte 1]

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La oscuridad de la habitación se desvanecía lentamente, pero Alastor no podía concentrarse en eso. Todo lo que podía sentir era el frío sudor que empapaba su piel, una sensación extraña y ajena en contraste con su habitual y pulido exterior. Se despertó en medio de la madrugada, confuso y desorientado, el eco de su propia voz resonando en su mente mientras trataba de recordar cómo había llegado allí. La última imagen nítida que tenía era la de Lucifer, su entonces rival y ahora... prometido, corriendo a buscar un médico, su rostro reflejando una preocupación que rara vez mostraba.

Ahora, el tiempo parecía haberse detenido. Las contracciones comenzaron como un ligero tirón en su abdomen, una punzada que rápidamente se transformó en un dolor punzante, profundo y desgarrador. Era como si un torrente de energía estuviera surgiendo desde lo más profundo de su ser, arrastrándolo hacia una realidad que nunca había anticipado. Alastor se aferró a la cama, sintiendo cómo los bordes de su mundo se volvían borrosos, como si estuviera atrapado entre dos dimensiones: una donde era el temido demonio de la radio y otra donde era simplemente un ser vulnerable a punto de dar vida.

Cada contracción era una ola que lo golpeaba con fuerza, llevándose consigo su fortaleza y dejándolo expuesto. Se sentía débil, casi insignificante, y eso era lo más aterrador de todo. Había enfrentado innumerables desafíos a lo largo de su vida, luchado contra seres poderosos y burlado a la muerte misma, pero nada de eso se comparaba con esta lucha interna. En esos momentos de agonía, no era el gran Alastor, un ser capaz de destruir y asesinar por diversión; era solo un padre a punto de traer al mundo a su hijo.

Los gritos resonaban en la habitación, pero no sabía si eran suyos o los del médico que había llegado. El tiempo se distorsionaba a su alrededor; cada segundo se sentía como una eternidad. La desesperación comenzaba a apoderarse de él, un miedo primario que nunca había experimentado. ¿Sería capaz de hacerlo? ¿Podría ofrecerle a su hijo la vida que merecía? Cada contracción lo recordaba de la fragilidad de la existencia, del delicado equilibrio entre la vida y la muerte.

Su mente divagaba entre recuerdos: risas compartidas con Lucifer, momentos de diversión en medio del caos. En esos instantes, se dio cuenta de lo mucho que había cambiado. Ya no era solo él; ahora había algo más en juego. Esos sentimientos que sentía por esa pequeña criatura que quiere salir de su cuerpo crecía con cada ola de dolor, una luz brillante en medio de la oscuridad que lo envolvía.

Con un esfuerzo monumental, Alastor cerró los ojos y respiró hondo, intentando encontrar un ancla en medio del torbellino emocional. Se repetía a sí mismo que esto era parte del proceso, que cada contracción lo acercaba más a su bebé. La música que solía fluir sin esfuerzo a través de él ahora parecía distante, como un eco lejano en un vasto abismo.

La habitación luego de un tiempo desconocido estaba sumida en una penumbra inquietante, las sombras danzando sobre las paredes mientras Alastor luchaba con la tormenta que se desataba en su interior. Cada contracción era un rayo que atravesaba su abdomen, desgarrándolo desde adentro, un recordatorio brutal de que estaba a punto de dar vida. Sin embargo, en medio de ese caos, una sensación de fatiga lo envolvía, como un manto pesado que le hacía desear cerrar los ojos y dejarse llevar por el sueño, aunque solo fuera por un instante.

El médico, con su voz firme y autoritaria, resonó en el aire: "¡No se duerma, por favor! Necesitamos que te mantengas consciente." La advertencia era clara, pero la tentación de rendirse era casi abrumadora. La oscuridad lo llamaba, prometiendo un respiro del dolor que lo consumía. "Solo un minuto," pensó, "solo un minuto para recuperar fuerzas."

Pero antes de que pudiera ceder a esa tentación, sintió una mano cálida y firme tomar la suya. Era Lucifer, ese idiota culpable de todo, su rey. Los ojos rojos del demonio brillaban con una intensidad que lo sacudió de su letargo. "Como tu rey," dijo Lucifer, su voz profunda y autoritaria, "te ordeno que no te duermas." La fuerza en sus palabras era innegable, pero Alastor frunció el ceño, queriendo replicar, queriendo desafiar esa orden. Sin embargo, lo único que salió de sus labios resecos fue un grito desgarrador cuando otra contracción lo golpeó con fuerza.

¡Alastor mom week! -AppleRadio, Omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora