Capítulo 5: La visita

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Nada más entrar al hospital me sacuden un montón de recuerdos diferentes. Vacunas, revisiones, un esguince...

Con los ojos bien abiertos, busco a la recepcionista. La localizo a mi izquierda. Me acerco, una chica rubia y de ojos marrones me saluda con una voz aguda y reconfortante.

—¿Cómo puedo ayudarte?

—Venía a hacer una visita a una persona—Le digo. La chica asiente, pero antes de seguir atendiéndome le da un recordatorio a una compañera que casualmente pasaba por la zona.

—¿A quién quieres visitar?—Vuelve a prestarme atención.

—Un chico que se llama Adán. Ha ingresado hace poco.

—Dame un segundo—La chica empieza a mirar en el ordenador. Mientras espero reviso mi alrededor. Nada especial la verdad, pero este tipo de escudriñamientos nunca se me hacen aburridos, es como si siempre hubiese algo más que ver. Tras un fugaz teclear la enfermera vuelve a dirigirme la palabra—. Vale. ¿Tú que eres del paciente?

La pregunta me sorprende. ¿Qué digo? ¿Conocido? No, no me dejarían entrar. ¿Hermano? ¿Primo? No, me pidirían el DNI. ¿Amigo? Sí, eso funcionará.

—Un amigo—La chica pone cara de pena. No funciona muy bien esto eh.

—Lo siento, solo familiares pueden visitarlo. Ven otro día que se encuentre mejor y te dejaré pasar—Me dice muy amablemente.

Con la culpa todavía sobre mi espalda, decido llevar la mentira del amigo un paso más allá, un paso que no me va a gustar dar.

—Emm—Empiezo a decir, sin estar del todo seguro de lo que voy a decir. Me llevo la mano a la nuca—. En realidad...—¿Qué estás haciendo Luzdivino?— Soy su novio. El de Adán.

La enfermera levanta una ceja, sin estar segura si creerme o no. Yo actúo de forma ligeramente femenina, con una postura y mueca algo estereotípica.

—Está bien, te dejaré pasar. Sígueme.

La enfermera sale del espacio de recepción, y me indica que la siga. Subimos por un ascensor un par de pisos acompañados de un anciano y sus dos nietos. Salimos del aparato y la chica me dirije por un pasillo, casi hasta el final de este. Sala 220, segunda planta. Me quedo con la ubicación de su habitación.

Tiene un cristal que te permite ver desde el pasillo lo que ocurre adentro, pero la cortina está corrida. La enfermera toca a la puerta gentilmente.

—Hola, Adán. Está aquí tu novio, que viene a hacerte una visita.

—¿Mi novio?—Escucho desde adentro de la habitación. Antes de que la enfermera reaccione me asomo por la puerta.

—Hola—Digo tímidamente.

—¡Ah, sí! ¡Cariño! Que bonito de tu parte, ¡no pensé que fueses a venir!

La enfermera, creyéndose la mentira (o fingiendo que se la cree) nos deja solos, cerrando la puerta tras de sí. Yo me acerco a Adán, sin saber muy bien qué decir o hacer. El cani me señala una silla justo al lado de su cama. Después me fijo que su habitación tiene una gran ventana que da a la calle. Tiene buenas vistas, y se lo digo como manera de romper el hielo.

Los primeros minutos son incómodos. Adán no dice nada, y a mi no se me ocurre de qué hablar. En más de una ocasión cojo aire para mencionar algo, pero me arrepiento al poco y me quedo callado. No sé qué hago aquí.

Al final es Adán quien rompe el hielo, como no, a su manera.

—A si que novios, ¿eh? ¿No crees que es un poco pronto?

Tengo que admitir que me hubiera decepcionado si no hubiese dicho alguno de sus "Adanismos".

—Ya te gustaría. Sólo lo he hecho para hacerte una visita. Nada más.

—Sí, sí, ya, ya, que yo sé captar las indirectas—Me mira con su expresión confiada. Yo me sonrojo ligeramente ante su estupidez. Mi mueca cambia a la de una ligera sonrisa.

—Pues ponte gafas, porque estás ciego.

El se echa a reír sutilmente, pero rápidamente suelta quejidos de dolor, poniéndose las manos en las costillas después. Yo le observo, mi expresión cambia de relajada a algo preocupada. Me levanto de la silla rápidamente y me acerco un paso a Adán.

—¿Estás bien?—Le pregunto

—Sí, sí. Es que tengo una costilla fracturada, y no me hace bien reir—El sonríe, ignorando la gravedad del asunto

—No, si ya, lo han dicho en el telediario—Suelto una sutil carcajada—. Si que te ha pegado fuerte tu padre—Digo tras repasar su estado

La expresión de Adán cambia súbitamente a una seria y algo fría. Desvía su mirada de mí, lanzándome una indirecta. Yo me siento de nuevo en la silla, y cambio de tema.

—¿Te han dicho cuanto tiempo te queda de recuperación?

—No te preocupes, que en dos semanas vuelvo a estar detrás tuyo, de forma literal. No te vas a librar de mi tan fácilmente—Él vuelve a ser Adán, y sonríe de forma pícara.

—Vaya por Dios. A este paso ni mudándome me vas a dejar en paz—suspiro

—No, y en el fondo no quieres que te deje en paz—Me comenta. Que chulito es.

—Si, ya, claro.

—Ahora no lo ves así, pero te aseguro que si te dejo de hacer caso, a la semana estarás deseando que vuelva a estar detras tuyo

—¿Quieres comprobarlo?—Sonrió confiado.

—Nah, paso. No me voy a arriesgar—Yo sonrío tras mi victoria.

Tocan a la puerta. Los dos nos miramos, diciéndonos en el proceso de que ninguno esperamos más visitas. Adán indica a quien sea que se encuentre tras la puerta blanca, típica de hospital, que entre en la habitación. En un rápido movimiento entra la misma enfermera que me escoltó a esta habitación con una bandeja de comida.

Adán y yo nos miramos fugazmente, después nos dirigimos a la enfermera. La chica deposita la comida en el regazo del cani con sutileza, este se lo agradece y procede a mirar que tiene para comer. Un puré de verduras, un poco de gelatina y unos arándanos, por lo que veo.

La chica se dirige hacia mí.

—Lo siento mucho, pero el horario de visita se ha terminado, tendrás que volver mañana.

Yo asiento, comprensivo. Miro la hora. ¿Ha pasado media hora? Imposible, si apenas he hecho nada aquí. Joder...

Normalmente me sentiría aliviado, y en parte es así, pero me da pena dejar a Adán solito. ¿Qué se le va a hacer? Me levanto de la silla, y me despido.

—Bueno, cariño—finjo delante de la enfermera que somos pareja—, me tengo que ir. Si luego puedo, vuelvo a hacerte compañía otro rato—Me dirijo a la puerta, pero evidentemente Adán iba a hacer una de las suyas.

—¿No me das un besito antes de irte?

Me giro mirarle, y leo en su mirada la confianza más intensa que jamás haya percibido. Obligado a mantener la fachada delante de la enfermera, sucumbo. Me acerco a Adán, y me inclino para darle un piquito, el cual ya no me supone esfuerzo. Pero él, usando su único brazo libre de contusiones, me agarra de la nuca y me da uno de sus apasionados besos, esos que en el fondo me encantan. Su lengua juguetea con la mía por casi medio minuto, pero finalmente me deja ir.

—Como compensación por haberme enfadado ayer quiero que mañana vengas a verme otro rato, y no es negociable—Me susurra al oído. Aún bajo los efectos del beso, asiento sin saber donde me meto.

Salgo del hospital desconcertado y preocupado por lo que pueda pasar mañana. 

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⏰ Última actualización: Aug 15 ⏰

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