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Ji Woo salió de la clase de boxeo con el cuerpo exhausto, pero su mente seguía encadenada a recuerdos que nunca lograban abandonarla del todo. Se colocó los audífonos y dejó que la música llenara su ser, tratando de ahogar esos pensamientos en un mar de notas. "Love The Way You Lie" de Rihanna y Eminem resonaba en sus oídos, cada palabra reflejando la tormenta interna que la había atormentado durante años. Esa canción, con sus letras crudas y cargadas de emociones, describía perfectamente lo que ella había vivido.
Su relación pasada no había sido el cuento de hadas que soñaba. Él no era el príncipe encantador, sino un hombre envuelto en sombras y mentiras. Cada vez que ella pensaba en él, recordaba cómo la había engañado, cómo había salido con otras chicas sin el más mínimo remordimiento. Ella sabía lo que él hacía, lo sabía desde el principio, pero se aferraba a una esperanza inútil. No lo amaba realmente, y en el fondo siempre lo supo. Su conexión con él no era amor; era una mezcla venenosa de dependencia y necesidad, un lazo tóxico del que no pudo liberarse hasta que fue demasiado tarde. Nunca podría considerarlo su primer amor, solo su primera decepción.
Los recuerdos de cómo él la lastimó invadieron su mente. La forma en que la llenaba de falsas promesas, palabras dulces que carecían de verdad. Pero, aunque sabía que eran mentiras, ella se aferraba a ellas, porque en medio de todo ese caos, esas palabras le daban un falso sentido de pertenencia. Le encantaba cómo él mentía, cómo fingía, y por más doloroso que fuera, ella solo quería que él estuviera allí, junto a ella, susurrándole esas mentiras que la hacían sentir menos sola.
Cada pelea terminaba en un falso "te amo", seguido de besos que no tenían sabor, solo amargura. En esos momentos, Ji Woo sentía una enfermiza calidez, una protección retorcida que la envolvía en un capullo de ilusiones. Creía que él la amaba, pero en realidad era ella quien estaba cegada por sus propias inseguridades y miedos. Nunca llegó a conocer el verdadero amor, y con él, pensó que lo descubriría, pero solo encontró un afecto vacío, una relación basada en la conveniencia y el miedo a la soledad.
Para Ji Woo, el amor era una venda que la cegaba, pero para él, era una carga que lo consumía. Él se culpaba por todo, como si eso pudiera hacerla quedarse, como si eso pudiera convertirlo en el hombre que ella necesitaba. Él la amaba, a su manera distorsionada, pero nunca supo cómo demostrarlo. Se prometió que moriría si ella lo dejaba, pero en el fondo, ambos sabían que eso nunca sucedería. Él no la dejaba ir, incluso cuando sabía que la estaba destruyendo.
Eventualmente, el problema se volvió demasiado grande, una herida abierta que no podía ser ignorada. Los padres de él intervinieron, obligándolo a dejarla ir, a soltar ese lazo que los estaba asfixiando a ambos. Fue entonces cuando Ji Woo decidió aprender boxeo, no solo para desatar su ira, sino para canalizar todo ese odio que había crecido dentro de ella. Ese amor enfermizo que alguna vez sintió se transformó en un resentimiento profundo. Él la había cambiado, la había vuelto desconfiada, fría, y cerrada al mundo.
Ahora, Ji Woo era calculadora y manipuladora, escondiendo sus emociones tras una máscara de indiferencia. Solo su familia lograba ver el lado bueno que aún quedaba en ella, el único pedazo de su ser que aún no había sido corrompido por el dolor y la traición. Pero incluso con ellos, el daño estaba hecho, y ella sabía que nunca volvería a ser la misma.
