CAPITULO 1 ~La cena de navidad~

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Erica se encontraba en una esquina de su habitación, con un nudo en la garganta y el estómago revuelto. En sus brazos yacía el diminuto cuerpo sin vida de su querido gatito, Félix. A su derecha, el comedero de la criatura estaba cubierto por una extraña sustancia roja y arenosa, similar a la que su hermanastro, Michael, había utilizado la semana pasada para envenenar al cachorro de la vecina. Recordaba claramente la promesa que le había hecho: si le tocaba un solo pelo, se arrepentiría. Pero eso ya no importaba; aunque pudiera acabar con él, eso no devolvería a Félix.

Todavía vestía su pijama y el maquillaje del día anterior le manchaba las ojeras mientras bajaba las escaleras, cegada por la rabia. En la cocina, su madrastra Raquel preparaba el desayuno, mientras su padre y Michael conversaban despreocupadamente sentados en la isla de la cocina.

—¡Buenos días, Erica! ¿Todo bien? Tienes mala cara —comentó Raquel, visiblemente preocupada.

Con paso firme, Erica se acercó a su hermanastro y le propinó un puñetazo en la nariz. La reacción fue inmediata. Chorros de sangre brotaron de su nariz mientras que a su vez la silla se rompió debajo de él con un desgarrador crujido. Pero eso no detuvo a Erica; continuó pateando su cara y costillas hasta quedarse satisfecha. En medio de su desahogo, sintió un tirón en la parte baja de su nuca, sintiendo como algunos pelos se iban con ese tirón. Era su padre.

—¡¿QUÉ COJONES HACES, ERICA?!

Mientras la insultaba, la arrastró escaleras arriba, aún tirando de su cuero cabelludo.

—¡¿POR QUÉ HARÍAS UNA COSA COMO ESA?!

Nuevas lágrimas surcaban su rostro, y en ese momento, ya no eran solo por la tristeza de perder a su pequeño amigo, era una frustración acumulada durante años. Con rabia, agarró la mano de su padre y lo guió hacia la habitación donde yacía Félix. Su padre, desinteresado, miró al gato con desdén y insistió en que Michael no podría haber hecho algo así.

—¿No creerás que tu hermano mató a tu gato, verdad?

La sangre le hervía.

—Él no es mi hermano.

—No entiendo por qué le odias tanto. Es un buen chico —explicó su padre mientras se sentaba en la cama.

—Es un ser despreciable —musitó Erica, recogiendo el cuerpo de su gato mientras su padre se llevaban las manos a la cabeza, exasperado.

El dolor y la impotencia se mezclaban en su interior, mientras el peso de la injusticia se hacía cada vez más insoportable.

—Si no fue él, ¿entonces quién fue? —preguntó Erica, tratando de mantener la calma, aunque las ganas de gritarle en la cara eran casi incontrolables. Su padre no respondió; simplemente miraba el cuerpo del gato con desdén.

—Puede ser que simplemente le dio un infarto o algo, hija. Eres consciente de lo que estas acusando a Michael?

Erica no respondió. En un acto de desafío, tomó el cuenco de comida de Félix y lo forzó contra la nariz de su padre, acercándolo unos pocos milímetros. El hedor a químicos hizo que su padre se echara hacia atrás, visiblemente afectado.

—¿Veneno para ratas?

—Exactamente —respondió ella con una mezcla de rabia y tristeza.

Vaciló un momento antes de ir a la cocina con el cuenco en la mano, decidida a confrontar a Michael.

—¿Cómo puedes pensar que yo hice eso, papá? —comentó Michael, mientras presionaba un paño mojado contra su rota nariz, dejando que la sangre gotease.

Héctor, en un acto de solidaridad, se lanzó a darle un abrazo a Michael, ignorando las lágrimas que caían por las mejillas de Erica. Allí estaban: su padre, su madrastra y su hermanastro, formando una familia perfecta, mientras ella claramente sobraba

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