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Capítulo 03: Horace Slughorn.

Al cruzar el umbral de la cabaña, Severus se sorprendió al notar que el sofocante calor que había sentido desde afuera parecía haberse disipado. El aire dentro del recinto era fresco, casi agradable en comparación con el exterior. El príncipe recorrió el lugar con la mirada, intrigado por la forma en que la magia permeaba cada rincón. Era como si el tiempo y el espacio dentro de la cabaña operaran bajo sus propias reglas.

El hombre, que seguía tarareando una melodía desconocida, revolvía con calma varios frascos en un estante. A sus pies, el gato se había acercado a Severus, rozándose con insistencia contra sus piernas. Esto sorprendió al príncipe, ya que los animales raramente se le acercaban de manera tan afectuosa, salvo Nagax, pero atribuía eso a la naturaleza reptil del animal.

"¿Y bien, muchacho? ¿Qué te trae por aquí?" preguntó el hombre sin apartar la vista de sus frascos.

La familiaridad en el tono del hombre hizo que un rayo de irritación cruzara por Severus. No le importaba demasiado cómo la gente se dirigía a él, pero recordaba las palabras de su abuelo: "Un rey nunca debe permitir que le hablen sin el debido respeto." Su molestia creció, y con un rápido movimiento, apartó al gato de un puntapié suave.

"Soy Severus Prince, hijo de Eileen Prince y nieto del rey Adric," declaró con severidad. "Te aconsejaría no dirigirte de esa manera a tu futuro rey."

El hombre se detuvo en seco y giró la cabeza para observar a Severus, una sonrisa burlona formándose en sus labios. Luego, estalló en carcajadas, su risa llenando la pequeña cabaña de manera inquietante. Severus, sintiendo que el calor subía a sus mejillas, se mantuvo firme, su mente analizando cada posible respuesta.

"¿Qué es tan gracioso?" preguntó Severus, su tono controlado pero tenso.

"El mundo está lleno de hombres que se proclaman reyes," respondió el hombre, aún con una chispa de diversión en los ojos. "Pero proclamarse rey es una cosa, serlo de verdad es otra muy diferente."

"Gobernaré sobre la tierra que pisas, sobre los diez clanes que conforman esta nación. No es una mera afirmación, es un hecho, anciano," replicó Severus, su voz cargada de autoridad.

El hombre alzó una ceja, claramente disfrutando del intercambio. "He viajado por más tierras de las que puedas imaginar, joven príncipe, y he oído esas mismas palabras en boca de otro joven. Todos creen que su derecho a gobernar es inamovible, pero la historia ha demostrado una y otra vez que la monarquía es como un castillo de naipes: frágil, efímera, y siempre a un soplo de derrumbarse."

El príncipe frunció el ceño, tratando de ocultar su incomodidad ante las palabras del hombre. "Solo un heredero legítimo puede gobernar estas tierras. Yo soy ese heredero. Cualquier otro que haya hecho tal proclamación es un impostor."

El hombre dejó de revolver los frascos y tomó uno en particular, agitándolo ligeramente antes de responder. "Eso es justamente a lo que me refería. Un rey puede ser derrocado, porque no hay nada que realmente dicte que su linaje es el único destinado a gobernar. La sangre azul es un mito, muchacho. Todos somos humanos, y cualquiera más fuerte, más astuto o más afortunado podría arrebatarte tu trono."

Severus apretó los dientes, su paciencia agotándose. "¿Quién fue el que recitó qué proclamaría mi trono?" preguntó, con la voz apenas contenida.

El hombre suspiró, como si estuviera recordando un pasado lejano. "No lo recuerdo con claridad, fue hace ya muchos años. Pero lo que sí sé es que todo esto... todo lo que estás viviendo ahora, es el destino que te ha traído hasta aquí." Se apartó del estante y caminó hasta el caldero, que ahora burbujeaba vigorosamente.

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⏰ Última actualización: Sep 01 ⏰

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