Cap 14 || El principio del fin

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Algo estaba moviendome el hombro, molestando, como una de esas moscas de verano que no te dejan dormir cuando más lo necesitas.
Eso que me tocaba era Priscilla, mejor dicho su mano, que trataba despertarme de mi corto pero profundo sueño; Sueño que ademas de no recordar, seguro no lograría entender, ya que no tengo suficiente comprensión de mis alrededores.
Abrí los ojos como un pajarito recien nacido y algunas lagañas ya se asomaban.
Bosteze muy fuerte y me estire, ya que dormi como si fuera una pieza del tetris. Teníamos que ir a la escuela, y aquellas excursiones de madrugada no fueron nada bueno para mi ciclo de sueño; tanto que mis ojos peleaban contra mis parpados para no sucumbír a cerrarse, y mi cabeza libraba una batalla contra el equilibrio y el cansancio, tambaleando de lado a lado, como un muñeco cabezon.
Priscilla ya estaba vestida, pero aún seguia en pantuflas, porque supongo que es muy comodo caminar asi.
Yo tenia la ropa doblada y sacudida, ademas de mi pelo desparramado y sin peinar, haciéndome parecer una leona loca más que un pajarito.
La luz del sol entraba por entre las maderitas de la persiana, iluminando algunas partes del suelo y el colchon;
Las particulas de luz se veian flotando por los pilares de la misma en forma diagonal, acompañando ese aquel abismal silencio inquebrantable que ni los pajaros ni los padres de Priscilla se atrevian a quebrar. Se supone que el silenció tendría que estar ausente, pero esto no es asi, ya que esta siempre presente, como si algo faltase.
Me levante de la cama y a lo lejos la puerta abierta daba la imagen del jardin de la casa de Priscilla, con las flores un poco decaidas y el viento sacudiendo los pastos largos y verdes a los costados del camino de grava. Parece que, se estaba desayunando afuera.
Cómo cuando en vacaciones uno sale a tomar el fresco aire, que extrañamente es más puro que el de la "ciudad" ciudad.
Entre al baño y encontre un cepillo nuevo en el vaso, pero uno antiguo parecia ya no estar. El fondo del vaso de plastico de algun color que no recuerdo estaba hasta la mitad, lleno de una mezcla de sangre y agua.
Me pare frente al espejo y no me vi a mi misma, si no que solo podia ver a Priscilla. Ya no habia "Flor" en mi reflejo.
Tome el cepillo y comence a cepillar con tranquilidad mis dientes, despacito, a diferencia de la noche anterior. Mis encias dolian, pero no lo suficiente, porque al parecer, ya estaban curadas por completo.
Escupi la pasta en la canilla y note que no habia preparado el vaso, asi que, agache la cabeza y tome agua directo del flujo. Hice un pequeño buche y limpie todo mi interior de esa blanca espuma carmesi.
Sali caminando para afuera, con la misma mirada inexpresiva que tuve al notar que no era yo la que estaba en el espejo; Y una vez pasado el marco de la puerta abierta, el arbol pelado solto su ultima hoja sobre mi cabello, el cual estaba aún sin peinar.
Porque no sabia si habria peine para mi en aquel lugar, ni mucho menos si era mi propio cabello el que iba a peinar.
En la mesa de plástico negra había 3 platos, no 4, como solia haber; platos que tenian algunas tostadas, el que corresponda a mi, por ejemplo, tenia una tostada con manteca, una con dulce de leche y otra con una apetitosa mermelada de frambuesa.
Habia hojas secas alrededor de toda la mesa, menos en los platos, los cuales a excepción del mio, ahora estaban llenos de migas.
Un jugo de naranja acompañaba las tostadas, note como toda la pulpa se encontraba al fondo del mismo, haciéndose notar por su color más oscuro y denso.
Al parecer no habia nadie ademas de yo en esa casa. Decidí entrar devuelta a la sala de estar, para que las tostadas se humedezcan a la interperie; Y otra vez ese rastro negro hacia aparicion en los blancos azulejos del suelo.
Solo que, este rastro ahora llevaba hasta la puerta de la habitación de la que me levante.
Mis ojos no se abrieron más que lo suficiente, no se si sea por el cansancio o por el poco interes que tenia sobre lo que me pase; envolvi mis dedos alrededor del frio picaporte de bronce y abrí la puerta despacio.
Y ahí estaba, reposando en la cama.
Su cuerpo era reconocíble a simple vista, tenia el pelo desprolijo y despelotado, como si hubiera peleado contra alguien hace unos instantes.
Sus ojos estaban abiertos y su sonrisa permanecia inamovible.
Supongo que siempre fue una chica feliz.
...
Priscilla reposaba, con los ojos semi abiertos y la boca abierta por el bostezo, en el colchon frente a mi.
Ella estiraba los brazos, como pidiendo que la abrace, o talvez, indicando que no quiere levantarse y que vaya a acostarme con ella.
Agarre sus manos con una sonrisa y la intente levantar, cosa que a ella no le gusto, pero tuvo que hacer igual por la fuerza de palanca.
Empezo a frotarse los ojos y a tambalear, como si aún estuviera dormida.
Ella se puso sus pantuflas y como si fuera una niña, la saque afuera sujetandola fuerte del antebrazo. Y afuera, un apetitoso banquete nos esperaba, las tostadas, antes viejas y poco apetitosas, parecian recién hechas por los padres de Priscilla, quienes estaban sentados a los lados de la mesa.
El padre sujetaba un diario y la madre el cuchillo para untar los contenidos de las tostadas.
El apetito se me habia ido cuando vi la comida en un estado tan desagradable hace unos minutos. Pero ahora estaba normal, como si en primer lugar, nunca hubiera visto nada.
El desayuno paso volando, a pesar de que ninguno hablo en ningun momento. Ese diario o esa brisa, eran los sellos que mantenian el silencio de aquel jardin; nadie se atrevía a romperlos. Los ruidos de los dientes triturando las crestas de los panes me traían un recuerdo muy particular. No sabia si, por algun motivo, ese ritmo de dentadura ya habia sido escuchado antes por mi.
Pero no importaba. Una rafaga de viento fuerte asoto la mesa de plástico en la que estabamos sentados, y el árbol que yacia a nuestras espaldas nos rocio con unas cuantas hojas secas y muertas, congeladas por el frio de las noches invernales.
Esas hojas nos impregnaron de inverno a todos, menos a Priscilla, la unica que no era una hoja seca todavía. El polvo en el aire se mezclaba con las lagrimas del rocio en el pasto, el cual aún seguia frío desde la mañana, y volaba por nuestros rostros, haciéndonos creer que nuestras lagrimas eran genuinamente aleatorias.
Nos paramos de la mesa y con un cordial gesto el padre nos saludo y nos dio a entender que en 5 minutos saliamos, sin despegar la vista de la lectura matutina de su diario preferido.
Y asi fue, fuimos a la pieza y recorde que en ningún momento traje mi mochila preparada ni mucho menos, no tenia nada encima. Asi que, a la hora de ponernos unas zapatillas decentes e irnos, no tenia nada sujetado a mis finos dedos. Pues no pertenezco a esta casa ni a ninguna, al parecer no merezco formar parte de una familia, y nunca lo hare.
Al volver al patio la expresión del señor era una de sorpresa, pues no podia creer que vaya a la escuela sin nada. Pero, su sorpresa se convirtió en una ancha y calida sonrisa, sonrisa que me pondría los utiles y las carpetas necesarias dentro del bolso imaginario que ahora cargo en mi espalda, y dentro de unos minutos iba a dejar sobre mi pupitre.
Antes de irnos, ambas saludamos a la madre. La señora nos envolvio a ambas con sus grandes y largos brazos fofos, para darnos un abrazo fuerte y sincero, como con mucho cariño. Eso, una vez más, fue más que suficiente para hacerme sonreir hasta casi el llanto.
Nuestras huellas invisibles se marcaban en el extenso camino de grava y pasto que se sentia tan familiar para mis pies. Como si lo hubiera recorrido más de una vez.
La llave entro por el cerrojo, como cuando volvi de conocerlo.
Subimos al auto y un leve olor a cigarrilo se mezclo con el del aromatizante del auto, que era muy intenso de por si. Los asientos grises del corolla del Señor estaban medianamente limpios, a diferencia de los vidrios, los cuales tenian bastante polvo, a la par de algunos mensajes escritos por parte de supongo que Priscilla y su mujer.
"Lavame" y ese tipo de cosas graciosas.
El señor iba bastante despacio, escuchando tango viejo en su "radio" incrustada en el medio del auto, porque estoy más que segura que este coche viejo no tiene un mp3 estable ni integrado.
La escuela estaba cada vez más cerca y los nervios de volverme a ver con Leo eran cada vez más intenso. Hasta Priscilla podía notar como comenzaba con mis viejos habitos de comerme las uñas o los pellejos de mis dedos, que todavia no estaban completamente curados por cierto.

~ Flores de otro Lugar ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora