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Ka- Dos
-¿Alguna vez, has imaginado cómo es afuera? -pregunto sin observar a nadie, solo concentrado en el papel, en el que trazo líneas al azar.
-No y no quiero hacerlo -contesta un chico a mi lado. Levanto la mirada, examinando a mi compañero: piel marrón, ojos color carbón, cabeza rapada y el típico mono negro, que se usa en este lugar, aunque con la única diferencia de que en el parche pegado a su pecho, están bordadas la letra "H" y el número "9"- ¿acáso no oíste a Be? -su mirada refleja enojo e incredulidad- afuera está repleto de monstruos perversos, que consumen y se divierten con el dolor.
No puedo evitar rodar los ojos.
-Ninguno de nosotros ha salido jamás -replico escéptico- ¿por qué le crees a Be? -hago una mueca de desagrado, dejando al mismo tiempo mi trabajo artístico con los lápices.
-Es el más antiguo aquí -se apresura a decir, abarcando con las manos, lo que creo es todo el lugar.
-A es el más viejo -afirmo con un resoplido- y lo que dice es mucho más coherente, que tu historia de monstruos -agrego- allá afuera hay personas como nosotros Hache y son libres.
-Entonces, ¿por qué estamos aquí Ka? Si esas, "personas" no son monstruos, ¿Por qué no nos invitan a su mundo?
No puedo negar que es un buen punto, un dardo de duda que desinfla mi teoría de "afuera", algo que no he podido resolver, en todas mis noches en vela friendome el cerebro. Mi sentido común me dice, que es imposible que haya monstruos, de lo contrario los Illustrari nos lo habrían dicho, tampoco es que hablen mucho, sin embargo se que podría verlo en sus expresiones, en sus ojos, en cambio solo percibo semblantes de satisfacción y extrema concentración en las notas que escriben al revisarnos uno por uno cada mes. Claro que nos observan minuto a minuto, de eso no tengo la menor duda. Ellos nos dicen que somos especiales.
-Quizás no saben que estamos aquí -digo con la voz esperanzada de un niño.
-No seas tonto Ka, aquí estamos resguardados y los Illustrari nos protegen de... -deja la frase al aire unos segundos, para luego volver a hablar, esta vez molesto- deja ya esas ideas tuyas, o pediré que me cambien de cuarto -se levanta rápidamente de la silla del escritorio que compartimos, para luego trepar la litera y recostarse. Sigo su figura reflejada en el espejo frente a mi y en cuanto el chico desaparece de mi vista, escruto fijamente el centro de este, que es grande y largo similar al pizarrón de la sala de aprendizaje teórico. Se que a través del vidrio, hay muchas personas estudiando nuestra conducta, moviendo lápices frenéticamente, para plasmar todo con detalle, aunque sea el más mínimo movimiento. Intento expresar lo menos posible en mi rostro, para ocultar a ellos que los he descubierto, no sé qué harían si lo supieran, pero tampoco se me antoja averiguarlo.
Detengo mis intentos de tratar de ver a los Illustrari tras el espejo y me topo con un joven, es todo blanco, nada de sombras, aquel chico esta rapado, pero luce pelillos extremadamente claros en la cabeza. Sus ojos son de un color glacial, gris como el hielo opaco y su tez es pálida sin una pizca de rubor en las mejillas.
Antes creía que quizás mi falta de pigmentación se debía a las inyecciones que recibo anualmente, que tal vez ese líquido que entra a mi cuerpo fuese el causante del problema, sin embargo me obligue a descartarlo al ver a Hache y algunos otros chicos, la inyección no afectó en nada su color de piel.
Mis ojos se van al borde inferior del espejo en donde reparo en el parche pegado al lado izquierdo del mono. Es de un color gris apagado con la letra "K" bordada en amarillo al igual que el número "2". Todos en este lugar fuimos nombrados con una letra diferente del abecedario, de la A a la Z. El número vendría a ser algo parecido a un apellido, pero no tengo idea de que significa, es mas nisiquiera me he molestado en investigarlo.
De repente un agudo pitido se oye desde mi muñeca, es un reloj de forma cuadrada con pantalla táctil, que además de cumplir su tarea básica, está programado para mostrarnos los horarios personalizados, la dieta implementada y hasta mensajes de los Illustrari.
-Hora de comer -canturrea Hache saltando de la litera. Sale de la habitación, dejando la puerta abierta. Me quedo viendo mis dedos manchados por los lápices, como si fuesen la mayor extrañeza del mundo.
-Mierda Ka, ¿quieres una invitación? -dice Hache impaciente, con medio cuerpo dentro del cuarto. Lo sigo sin chistar, aliviado de que no siga enfadado.
Entramos al comedor, que ya está lleno de personas hambrientas, haciendo fila con las bandejas en mano. Se sirve a todos lo mismo, pero en distintas proporciones, a mi me sirven más que a Hache, por el solo hecho de ser más bajo y delgado. Mi compañero es un tipo alto, fornido, de brazos musculosos.
A veces me cohíbo cuando estamos en las duchas, ya que siento que todos miran mi cuerpo escuálido. Los Illustrari dicen que es normal a mi edad y que no tardaré en desarrollar más masa muscular y pegar el estirón como denominan al crecimiento adolescente.
-Hey Ka. ¿Carne por fruta? -Hache detesta las frutas y yo la carne, así que traslado el pedazo de bistec a su bandeja y el me lanza la manzana, la atrapo con un rápido movimiento de mano que me sorprende.
-Hermano herbívoro eso fue genial -comenta el chico mordisqueando la carne, la grasa de esta le cae por la barbilla y aparto la vista con el estomago revuelto. Una mirada tropieza con la mía, es A observándome desde la otra mesa con ojos entrecerrados y suspicaces. Bajo la vista incómodo y con una mano me sobo la cabeza.
A es el más respetado, aunque la mayoría no crea en sus teorías sobre el exterior, para mi, él es todo un erudito.
-Los Illustrari son unos idiotas -protesta una chica plantándose frente a mi, ocultándome de la mirada extraña de A, lo que me alivia.
-Eso es contradictorio -refuta Hache, con una risa burlona. La chica frunce el ceño y pone bruscamente su bandeja en la mesa desarmando la tortilla de verduras, se deja caer en la silla fulminándolo con la mirada, como si tuviera culpa de su enfado.
-¿Qué sucedió? -pregunto solo por hablar de algo, bueno y también porque la chica se remueve inquieta en su lugar.
-Puedes creer que me hicieron esperar desde las cinco de la mañana para mi inyección anual y al final me dijeron que reprogramarían la fecha. Siendo que durante mis diecisiete años siempre ha sido el mismo día -dice tocándose distraídamente el antebrazo, en el que debería estar el punto rojo del pinchazo.
Aquello me llena de incertidumbre. Desde que tengo memoria jamás habían reprogramado alguna de mis fechas u oído a alguien quejarse por ello. El día de la inyección es algo sagrado, imborrable, significativo para cada uno de nosotros, cambiarlo sería como quitarnos una parte relevante de la memoria.
-Maldición y, ¿qué hiciste? -musita Hache horrorizado.
-Obviamente les exigí una explicación -masculla, cortando disgustada la carne- me cerraron la puerta en la cara -se pone a farfullar improperios agachando la cabeza.
-Que raro, siempre se muestran muy amables -digo pensativo. Recuerdo los gestos tranquilizadores de los Illustrari encargados de las inyecciones, no los puedo imaginar de otra forma ¿qué pudo haber causado esa reacción?
-Eso pensé yo, pequeño Ka -su semblante se suaviza al hablarme, ya estoy acostumbrado a eso, Ocho es una chica cascarrabias, siempre regañando a todos. Se sabe todas las reglas de memoria. Cuando la conocí lo primero que dijo fue:
-"¿De donde sacaste a este niñato Hache?" -y luego me pellizco las mejillas. Eso fue hace casi 9 años.
Con Hache no fue para nada distinto, el me sonrió y me revolvió el cabello reiteradas veces. A esas alturas, yo ya me había entristecido por como me escrutaban los demás, como si fuera un anormal y claro, no ayudaba el tener espesos mechones blancos en la cabeza.
A los primerizos, los rapaban al comenzar sus entrenamientos y agradecí profundamente a los Illustrari por adelantar mis clases de armería y dejarme calvo ese mismo día.
Los Illustrari nos dejan aislados hasta la edad de seis años, ya que es la etapa crucial, para que nuestro cuerpo se adapte al líquido S.S y este en cada una de las células .
No recuerdo la primera vez que me inyectaron, ni cómo me sentí, solo puedo verme en un cuarto totalmente blanco, botando una pelotita roja por las paredes, ese parecía ser el único color distinto. Mi memoria no es capaz de darme datos sobre mi infancia, más allá que esa escena.
Luego de un último chequeo nos asignan una habitación y un compañero, desde ahí podemos interactuar con los otros chicos, que también viven en las instalaciones. También empezamos las clases.
Hache me ayudó en todo: desde enseñarme cada lugar, explicarme algunas tareas y hasta me protegió de otros chicos que me molestaban. En ese entonces si era un pequeño.
-No soy pequeño...cumpliré quince en una semana -replico, mostrandole la fecha de mi inyección en el reloj de mi muñeca.
-¡Es cierto! Ka cumplirá años...haremos algo para celebrar -exclama Hache emocionado.
-¿Te refieres a robar comida de la cocina? -musito divertido.
-¡Hey! Tu fuiste mi cómplice para la noche.
-Pero fue solo para celebrar a Ocho -refuto alzando las cejas- en cambio tu lo haces todo el tiempo -acuso señalando la puerta que lleva a los suministros.
-No se si agradecerles o regañarlos -dice Ocho con una sonrisa en plan "estos chicos..."
-Lo primero suena bien -responde Hache socarronamente.
La chica suspira ignorando su comentario y comienza a comer, yo ataco mis verduras y me termino de un trago el vaso de leche que tenemos en la mesa. Sin poder evitarlo lanzo un eructo.
-¡Ka! Eso no se hace en la mesa -me regaña Ocho. Me encojo de hombros, ganándome un zape por parte de Hache.
-¡Auch!
-¡Hache no le pegues! -ladra la chica fulminando al chico con la mirada.
-Que exagerada.
Antes de que puedan seguir discutiendo mi reloj suelta varios pitidos, anunciando la clase de lucha. Me levanto como un resorte, no porque esté ansioso por ir, sino porque el Comandante no tolera la impuntualidad y la castiga severamente.
-Tengo que irme, clase de lucha -digo antes de salir corriendo a mi habitación.


Requiem: por un mundo obsoletoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora