Parte 1: EL PRESAGIO EN LA LUCES

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✡Era un martes por la mañana cuando desperté de golpe, sobresaltado por el estridente sonido de la alarma. Sentí como si el eco del ruido aún retumbara en mi mente mientras me frotaba el rostro, intentando borrar la sensación de pesadilla que me había dejado la noche anterior. El reloj, implacable, marcaba las siete y veinte. Tenía que apresurarme si no quería llegar tarde a la universidad.

Con un suspiro pesado, me levanté y me dirigí hacia las persianas de mi habitación. Las abrí de golpe, permitiendo que la luz natural inundara el cuarto, revelando el imponente paisaje de Aetheria Prime. La vista siempre me dejaba sin aliento: rascacielos futuristas entrelazados con la naturaleza en una armonía casi surrealista. Pero ese día, la belleza de la ciudad no lograba disipar una extraña sensación de inquietud que había despertado conmigo.

Aún en pijama, me apresuré al baño para darme una ducha rápida. El agua caliente intentó reconfortarme, pero justo cuando empezaba a relajarme, las luces comenzaron a parpadear de manera inquietante. El parpadeo era errático, casi como si una fuerza invisible estuviera jugando con la energía. Mi corazón dio un pequeño brinco, pero me convencí de que debía ser una simple falla eléctrica, nada más.

Al salir de la ducha, me dirigí al armario, tratando de sacudirme la incomodidad que me rondaba. Mi uniforme estaba listo, perfectamente colgado, pero mientras me vestía, no podía dejar de pensar en el extraño comportamiento de las luces. Con un leve temblor en la voz, le di una orden a Lucí, mi asistente personal:

—Lucí, reproduce You Don't Love Me de Dawn Penn.

La música llenó la habitación, pero en lugar de calmarme, me sentí como si el ritmo se estuviera burlando de mi creciente paranoia. Tarareé la melodía mientras me vestía, tratando de ahogar las dudas que comenzaban a surgir. Terminé de empacar mis libros y apagué la música con un simple comando. Tomé las llaves de mi apartamento y salí, sintiendo el clic del seguro automático al cerrarse la puerta tras de mí.

Caminé hacia el ascensor, mi mente aún sumida en pensamientos dispersos. Pulsé el botón para ir al primer piso, donde me esperaba el estacionamiento. A través de las paredes de cristal del ascensor, la ciudad brillaba con su usual esplendor, pero hoy, algo en su belleza parecía... diferente. Me puse los audífonos, tratando de distraerme con la música, cuando de repente, el ascensor se detuvo bruscamente.

Las luces se apagaron, sumiéndome en una oscuridad total. Sentí un escalofrío que recorrió mi espina dorsal, helándome la sangre. Algo no estaba bien. La sensación de pánico comenzó a crecer en mi interior, como una sombra que se extendía en mi mente. Era como si hubiera sido transportado a una escena de película de terror. El aire se sentía pesado, casi sofocante.

Intenté calmarme, recordando el "abrazo de mariposa" que me habían enseñado para situaciones de estrés. Crucé los brazos sobre mi pecho, dándome suaves palmadas mientras respiraba profundamente. Pero cada segundo que pasaba en esa oscuridad parecía estirarse indefinidamente, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, el ascensor emitió un sonido mecánico y comenzó a moverse de nuevo. Las luces se encendieron, parpadeando como si dudaran en regresar. Abrí los ojos, sintiendo un alivio que casi me derrumbó de nuevo. Pero la sensación de que algo estaba terriblemente mal no se desvaneció del todo.

—Maldita sea... A la próxima bajaré por las escaleras—murmuré para mí mismo mientras salía del ascensor, mis piernas todavía temblorosas por la experiencia.

Llegué al estacionamiento y entré en mi coche, sintiendo el frío metal de las llaves en mis manos. Arranqué el motor, pero mi mente no estaba enfocada en el camino hacia la universidad. Algo dentro de mí sabía que lo que había ocurrido no era una simple falla eléctrica. No podía explicarlo, pero tenía la extraña certeza de que mi vida estaba a punto de cambiar de manera irrevocable.

Mientras conducía por las calles de Aetheria Prime, rodeado por la mezcla de naturaleza y tecnología, sentí que una sombra se cernía sobre mí. Y aunque no sabía qué era, una parte de mí temía descubrirlo.





Oscuridad Encarnada: Un pacto tras las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora