continuación del cap 6.

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Sylas estaba recostado en su sofá, sumergido en una serie de Netflix, su mente comenzaba a desconectarse lentamente mientras la trama perdía significado ante sus ojos cansados. El suave zumbido del televisor era lo único que rompía el silencio de su apartamento. Poco a poco, sentía sus párpados pesarse más y más, cayendo en un profundo letargo. Estaba a punto de entregarse completamente al sueño cuando un sonido lo hizo saltar.

Algo había caído en la cocina.

Sylas se quedó quieto un momento, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, pensando que tal vez había sido su imaginación, o quizás solo algún ruido de los vecinos. Cerró los ojos nuevamente, tratando de tranquilizarse. Sin embargo, un segundo ruido, esta vez más claro, como si alguien estuviera hurgando en los cajones de su cocina, lo despertó completamente.

—¿Pero qué carajos? —murmuró para sí mismo, frunciendo el ceño—. No puede ser una maldita rata... ¿o sí?

Con una mezcla de curiosidad y miedo, se armó de valor, tomando uno de los cojines del sofá como si fuera un arma improvisada. Caminó lentamente hacia la cocina, sintiendo cómo cada paso hacía eco en el silencio de su apartamento.

—Señor... soy yo otra vez... espero que sea una rata... —susurró con una pizca de humor nervioso.

Al acercarse al umbral de la cocina, la luz tenue de la calle se filtraba por las cortinas, y ahí, entre las sombras, lo vio.

El demonio.

Era el mismo ser que había visto en la azotea, la criatura que había aparecido en sus sueños —o al menos eso había creído hasta ahora—. Se quedó paralizado, tratando de procesar si lo que veía era real o un producto de su mente agotada.

—¿Tú? —exclamó Sylas, su voz entre sorpresa y terror.

El demonio, que estaba inclinado sobre uno de los cajones, rebuscando entre las cosas de Sylas, se volteó de golpe, sobresaltado. Sus ojos brillaron con una intensidad que hizo que el cuerpo de Sylas se estremeciera. Pero, por alguna razón, una oleada de burla se apoderó de él. ¿Esto era un sueño, verdad? No había manera de que un demonio real estuviera de pie en su cocina.

Con una sonrisa nerviosa, lanzó el cojín directo a la cara del demonio, el cual lo golpeó de lleno. Sylas rió, aunque su risa sonaba forzada, tratando de convencer a su propio cerebro de que esto no era real.

—Esto es solo un sueño, ¿verdad? —dijo Sylas, retrocediendo un paso cuando vio que el demonio se acercaba a él con paso firme—. Vamos, dime que solo es un maldito sueño...

El demonio no respondió de inmediato, pero sus ojos se clavaron en los de Sylas. A medida que se acercaba más, Sylas sintió el frío recorrer su espalda, su corazón palpitando más rápido. El demonio lo había acorralado contra la pared, su respiración pesada, llenando el espacio entre ambos.

—¿Un sueño, maldito humano idiota? —respondió el demonio, su voz era grave, resonante, como un trueno contenido.

Sylas tragó saliva, su pecho subía y bajaba agitado, intentando encontrar alguna señal de que, de hecho, todo esto era un producto de su mente. Pero los ojos del demonio le decían lo contrario, había un fuego ardiente en su mirada, un odio palpable.

—¡Sí, esto es solo un maldito sueño! —gritó Sylas, su voz temblando—. ¡Voy a aparecer en mi sofá en cualquier momento!

Zethar, el demonio, no dijo nada más, solo alargó su mano y, con sorprendente delicadeza, le dio un pequeño pellizco en el brazo a Sylas.

—¡Agh! —exclamó Sylas al sentir el dolor, su mente negándose a aceptar lo que acababa de suceder.

El dolor era real.

—Oh, no... —fue lo último que alcanzó a decir antes de desplomarse en el suelo, desmayado por la sorpresa.

Zethar, sorprendido por la reacción del humano, se quedó mirando el cuerpo inconsciente de Sylas en el suelo. Se inclinó hacia él, meneando la cabeza con exasperación.

—Perfecto, Zethar. Hiciste que el estúpido humano se desmayara. Genial, esta noche se está poniendo más que divertida... —murmuró para sí mismo mientras recogía el cuerpo inerte de Sylas con facilidad y lo colocaba en el sofá.

Con Sylas fuera de combate, Zethar decidió que no había nada mejor que hacer que explorar el apartamento. Se levantó del sofá, echando un vistazo rápido a su alrededor, antes de comenzar a husmear en los rincones y muebles del lugar.

—Humano aburrido... —refunfuñó mientras revisaba los cajones, levantaba algunos libros y ojeaba sin mucho interés el resto del apartamento.

Se detuvo frente al televisor, donde la serie de Netflix aún seguía reproduciéndose.

—¿Esto es lo que entretiene a los humanos? —dijo, arqueando una ceja—. Patético...

Pero algo lo mantuvo quieto, como si la tranquilidad del momento le permitiera olvidar brevemente su misión. Sylas aún dormía, y el demonio se encontró, por primera vez en mucho tiempo, en un ambiente extraño pero... casi acogedor.

Oscuridad Encarnada: Un pacto tras las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora