La inscripción en la academia había sido un trámite sencillo. Tan solo mi nombre, mi edad y unas medidas para el uniforme. El proceso fue tan sencillo que me sentí casi defraudada.
Rheet estuvo a mi lado en todo momento, guiándome con su paciencia infinita. Tras salir de la academia, me llevó a dar un paseo por el pueblo. Las calles, llenas de vida y color, eran un espectáculo para mis ojos acostumbrados a la monotonía de mi antiguo hogar. El sol se fue escondiendo tras las montañas, tiñendo el cielo de un naranja intenso. La oscuridad comenzaba a cernirse sobre el pueblo y la realidad se hizo presente: no tenía a dónde ir.
- Oye...Rheet...olvide donde quedaba mi casa, y no conozco a nadie - confesé, sintiendo un nudo en la garganta.
- No te preocupes. Puedes quedarte en mi casa - dijo con simpleza.
- ¿Pero cómo...? - Me atreví a preguntar, dudando de su ofrecimiento.
- No suelo aceptar extraños en casa, pero no podría simplemente dejarte a tu suerte.
No me agradaba la idea, pero sin muchas opciones, acepté.
La mañana siguiente desperté en una habitación bañada en tonos pastel, acogedora y llena de luz. La cama era una nube, suave y confortable. Sentí que no había dormido tan bien en años. Con el cabello alborotado, bajé sigilosamente las escaleras. La casa, con sus aromas a madera y especias, era un refugio cálido y acogedor.
Rheet estaba en la cocina, preparando el desayuno. Su oído agudo, propio de un semihumano kitsu...¿kitsumaki?, captó mi presencia, sin necesidad de voltearse.
- Buenos días. ¿Dormiste bien? - Me dijo aún de espaldas, pero casi juraba que estaba sonriendo, así era él.
- Sí, gracias. La cama es increíble - Respondí, avergonzada. Me sentía como una intrusa.
- Me alegro. Hoy tienes que ir a presentarte a la academia - me recordó, sirviéndome un plato de huevos y pan tostado.
- Ah... - ¿Tan pronto? Pensé mientras mordisqueaba un pedazo de pan - Por cierto, agradezco que me dejes quedarme en tu casa. Haré lo que sea para pagarte.
Tampoco era tan descarada, y sentí la necesidad de expresar mi gratitud de alguna forma, así tuviera que limpiar el baño o fregar las tuberías.
Rheet me miró fijamente, su mirada se oscureció por un instante y una sonrisa pícara se dibujó en sus labios.
- ¿Lo que sea? - preguntó con una voz que me puso los pelos de punta.
- ¿Depende? - La verdad, estaba un poco preocupada por lo que pudiera pedirme.
Se echó a reír, una risa ronca y profunda que se grabó en mi mente y me erizo la piel.
- No te preocupes. No te pido nada a cambio. Disfruta de tu desayuno.
Asentí, con la cara ardiendo de vergüenza.
Al terminar de comer mi desayuno, batalle contra Rheet para que me permitiese lavar los platos en señal de agradecimiento, pero aún así no me lo permitió. Me resigné y subí a la habitación, con la cabeza llena de pensamientos. ¿Cómo sería mi nueva vida aquí? ¿Sería capaz de adaptarme a la academia? ¿Sería esta la oportunidad que necesitaba para encontrar mi lugar en el mundo?
Por suerte la habitación contaba con un cuarto de baño, con algunos cepillos para el cabello y dentales. Me aseé y cepillé mi cabello, intentando ponerme presentable. Todavía me sentía algo incómoda con mi aspecto, pero no había tiempo para la vanidad. Rheet ya me esperaba en la puerta, listo para llevarme a la academia.
ESTÁS LEYENDO
Lazo De Fuego
FantasiUna historia con tantas bajadas como subidas. Un romance tan complicado como imposible. Dos seres tan discordantes como iguales. Dos personas, pero un solo corazón. ¿Me acompañabas a descubrir que pasa?