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La luna de Pandora iluminaba el cielo nocturno, y la bioluminiscencia de las plantas y hongos llenaba el entorno de un suave resplandor

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La luna de Pandora iluminaba el cielo nocturno, y la bioluminiscencia de las plantas y hongos llenaba el entorno de un suave resplandor. Cielo, sentada a la entrada de su hogar, admiraba el paisaje, aunque una sensación extraña perturbaba su tranquilidad. Esa noche, el brillo de la flora parecía más débil, como si la naturaleza misma percibiera el malestar que crecía en el aire.

Un viento repentino sacudió su cabello y la envolvió en un frío inusual. Inquieta, decidió entrar en su refugio. Mientras cruzaba el umbral, un sonido extraño rompió el silencio de la noche, haciéndola apurar el paso, sin dejar de vigilar la entrada. Su corazón latia con fuerza, y su mente se llenaba de temor.

Al otro lado del bosque, Neteyam descansaba sobre un árbol, lejos de su hogar. El sueño le era esquivo, así que se dejó llevar por el murmullo de la noche. De pronto, un escalofrío recorrió su cuerpo. Las plantas a su alrededor parpadearon con una intensidad irregular, señalando el camino hacia la morada de Cielo. Algo no estaba bien.

Y de un momento a otro, comenzó a dirigirse hacia allí, movido por una urgencia que no podia ignorar.

Dentro del hogar de Cielo, el miedo se había materializado. Tsu'lan la había acorralado, sujetando su brazo con fuerza y acercándose peligrosamente. El terror nublaba sus sentidos mientras trataba de liberarse.

—De mi no escaparás nunca Cielo. Serás mía y no tendrás elección —Murmuró Tsu'lan con una sonrisa oscura , mientras deslizaba su mano por su vestimenta interior y besaba su cuello con urgencia.

—¡Suéltala! —La voz de Netevam resonó en la habitación.

Antes de que Tsu'lan pudiera reaccionar, un puñetazo lo apartó de Cielo, lanzándolo al suelo. Neteyam no tardó en arrastrarlo fuera de la casa. Los sonidos de la pelea llegaron desde el exterior, mientras Cielo, temblando y con el pecho agitado, intentaba recomponerse. Se acurrucó en su nido de plumas, abrazando sus rodillas, el llanto desbordando sin control. Esta era la tercera vez que Tsu'lan intentaba dañarla, y el miedo se apoderaba de cada rincón de su ser.

Cuando Neteyam regresó, su mirada desesperada buscó a Cielo, y la encontró encogida y vulnerable. Se acercó con cuidado, sentándose a su lado, y la envolvió con sus brazos en un intento por consolarla.

—Cielo, estoy aquí, no estás sola. –Dijo con la voz rota por la preocupación al ver el miedo en sus ojos.

Intentó tomar sus manos, pero Cielo las retiró bruscamente, cubriéndose el pecho. A pesar de la situación, la distancia que había crecido entre ellos con los años pesaba en su corazón.

—¿Qué pasa? ¿Te lastimó? —preguntó él. Ella negó con la cabeza. —Háblame, Cielo.

Su voz sonaba delicada, como si temiera lastimarla con solo unas palabras. La petición de Neteyam despertó un resentimiento en Cielo; hacía años que él no le dirigía una sola palabra. ¿Ahora quería que ella se abriera a él? El resentimiento afloró en su voz.

CIELO || NeteyamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora