03.

85 12 13
                                    

Cielo estaba sentada en su hogar, saboreando frutos que ella misma había recolectado y cortado cuidadosamente más temprano

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cielo estaba sentada en su hogar, saboreando frutos que ella misma había recolectado y cortado cuidadosamente más temprano. Sabía que hoy recibiría una visita especial, y su corazón se llenaba de una anticipación tranquila.

Una figura se materializó en la entrada de su refugio, proyectando una sombra familiar. Instintivamente, Cielo se giró y su expresión se suavizó al reconocer al recién llegado.

Neteyam entró con una sonrisa amplia, mientras Cielo se ponía de pie para recibirlo.

—¿Cómo estás, Cielito? —Dijo Neteyam, rodeándola con un abrazo gentil, al que ella respondió sin dudar.

—Estoy bien, Neteyam, —Contestó Cielo, esbozando una pequeña sonrisa. Sin pensarlo mucho, Neteyam depositó un beso suave en su mejilla.

—Odio cuando haces eso.

—Sé que te gusta —respondió Neteyam con picardía, extendiéndole un ramo de flores—. Hoy te traje Convallaria majalis. Son símbolo de pureza.

Cielo tomó el ramo con delicadeza, admirando la finura de cada flor. Inhaló su fragancia dulce y ligera, dejándose llevar por su aroma.

—Son hermosas, gracias —Dijo Cielo, y sus palabras llenaron a Neteyam de una felicidad profunda. Sentía un alivio inmenso al saber que su elección había sido acertada.

—No tienes idea de lo feliz que me hace verte sonreír —Dijo Neteyam, envolviéndola nuevamente entre sus brazos, deseando mantenerla cerca por más tiempo.

—Estaba almorzando, ¿quieres un poco?

Ofreció Cielo, señalando los frutos. Neteyam aceptó sin dudar, sintiendo que tal vez hoy era el día en que su relación con ella avanzaría.

Durante días, Neteyam había estado llevándole flores, cada una diferente en tamaño, forma y fragancia. Cielo siempre le agradecía con una sonrisa forzada y aceptaba con dificultad sus abrazos, las conversaciones eran breves, y ella solía encontrar una excusa para despedirlo rápidamente.

Hoy era diferente. La calidez en su interacción llenaba a Neteyam de una satisfacción profunda, aunque sabía que la paz de ese momento pronto tendría que terminar.

Neteyam observaba a Cielo mientras comía en silencio, cada movimiento de sus manos era suave y preciso, como si no quisiera dejar rastro del fruto. Cielo notó que él no estaba comiendo, y su atención se centraba únicamente en ella.

—¿No te gustan? —Preguntó extrañada.

Neteyam, sorprendido al darse cuenta de que había estado mirándola sin pena alguna, sintió cómo sus mejillas se encendían de vergüenza. Rápidamente, tomó un gran pedazo de fruta y se lo llevó a la boca, casi ahogándose mientras intentaba hablar.

—Está... —dijo Neteyam con dificultad— muy rico.

Cielo lo miró con ternura, viendo cómo masticaba apresuradamente, mientras un pequeño hilo de jugo de fruta se escapaba por la comisura de sus labios.

CIELO || NeteyamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora