Sonrisa

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Ahora recuerdo tu risa, cuando corríamos persiguiéndonos el uno al otro. Siempre al borde de la mesa, atravesando los recovecos de mi casa, rodeando un ropero que dividía la cocina del comedor. Jugábamos sin previo anuncio o explicación: al gato y al ratón, al policía y el ratero, a las atrapadas, al chapa-chapa. Sin reglas, ni preparación; no existía ganador o ganadora, y solo se detenía el juego cuando te parabas a respirar ahogada de la emoción y el agotamiento.

Entendía que era tu juego favorito porque estallabas en risas ante cualquier amague mío y continuabas así durante toda la carrera. Eras contagiosa. Y aunque la diferencia de nuestra edad era considerable, me sentía como tú, riendo. Escondiéndome tontamente detrás del ropero, cuando mis carcajadas me delataban.

Puede que no lo recuerdes, y por eso no te culpo por el trato distante. Yo mismo he olvidado mucho de mi infancia. Y ahora, aunque no con la misma animosidad de un niño, te estimo con la cordialidad de un adulto.

Podría culpar a tus padres. Inconforme el uno con el otro, se separaron. Tus días de la semana se dividieron entre los dos; y no fue lo mejor, pero si la mejor manera que las cosas pudieron ocurrir. Escuché que hiciste nuevos amigos y fuiste feliz.

Solo espero que no guardes vergüenza o algún otro sentimiento negativo hacia mí, porque me destruiría. Fuiste la hermanita menor que nunca tuve, pero siempre quise tener. Deseo que vivas como cualquier otra niña normal, que tus padres hagan ahora lo posible por permitírtelo. Tal vez verte de aquí a diez años, feliz, como toda una señorita, y hacerte recordar con mis efusivos recuerdos aquellas emocionantes mañanas.

Julio, 2024.

Bus Abandonado - RothemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora