CAPÍTULO III

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Narra: Eirene

¿Conocen eso que dicen sobre que no debes hacer las cosas por complacer a los demás? Bueno, a mí nunca me ha quedado tan claro el mensaje. Porque he hecho de todo para complacer a la gente que me importa. Desde sufrir de insomnio para tener las mejores calificaciones a partir de los seis años, seguido de perforarme el ombligo porque un novio de la preparatoria decía que era sexy, hasta ahora; que estoy esperando con Charlotte en una extensa fila para entrar a un mini antro dentro de, lo que, al parecer, fue antes un almacén.

Creo que todos llegamos a un punto en el que cuestionamos lo vivido, lo sentido, hasta lo pensado a lo largo de nuestra vida. Pues yo estoy justo en ese punto.

Ya no quiero detenerme a pensar en lo que sienten los demás, en lo que quieren.

No quiero satisfacer a nadie más, quiero satisfacerme a mí. Curar mis heridas, hacer lo que me plazca, madurar de una vez por todas y ser libre.

Y con ese pensamiento termino por pasar con Charlotte al lado de un hombre sumamente alto, abriéndonos paso a través de la gente del lugar, decepcionada de mí misma, porque estoy haciendo todo lo contrario.

— ¡¿Por qué no terminas de subir?! —la rubia señala unas escaleras pequeñas que dan a otra puerta de metal —¡Yo iré por las bebidas!

—¡De acuerdo!

Literalmente tenemos que gritarnos a la cara para poder entendernos sobre la ruidosa música de lenguaje obsceno.

Observo la cabellera lacia y larga de Charlotte perderse entre la multitud de la pista de baile, intentando llegar a la barra, antes de emprender mi camino por las escaleras.

Al pasar la puerta descubro una mini terraza con poca gente, la decoración es algo minimalista, con bancos de madera clara y cojines rojos, la iluminación consiste en pequeñas lámparas colgantes de unas columnas de metal y algunas luces de navidad blancas. En el centro hay una fogata, igual de pequeña que la mesa de centro que tengo en casa y hay una que otra enredadera que sube por las columnas y la pared a mi espalda.

La música de abajo suena de fondo, casi agradable.

Es bonito, algo incluso romántico.

Lástima que los grupos jugando verdad o reto y las parejitas manoseándose en los bancos como si estuviesen en una habitación, rompan rotundamente con la ilusión.

Veo dos puestos vacíos y me siento en uno, apartando el de Charlotte.

Nadie parece prestarme la más mínima atención a pesar de que soy la única que está sola en el lugar, así que saco mi móvil.

Pasan aproximadamente quince minutos, en los que ya he visto más de la mitad de toda mi galería, porque, para mi mala suerte, no hay wifi libre aquí y mi renta ha expirado.

No tardó mucho en entrar en desesperación.

Miro hacia la puerta.

¿Dónde mierda estará Charlotte?

— No es común que una chica este sola aquí —una inesperada voz me hace dar un respingo y girarme hacia el asiento que había aparto para mi amiga, ahora ocupado — Lo siento, no quería asustarte.

Sacudo la cabeza, relajándome un poco.

—No lo hiciste, tranquilo.

—Si que estabas metida en tu cabeza.

La comisura de sus labios se alza ligeramente y caigo en cuenta en lo apuesto que el desconocido enfrente de mi es.

Mucho de hecho.

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⏰ Última actualización: Aug 22 ⏰

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