En una habitación de cuatro paredes blancas y simples, con un suelo sucio de color negro, no se podía saber si era la suciedad o es su color natural.
Emma giró la cabeza de un lado a otro bruscamente.
Se encontraba en esa inquietante habitación encadenada, si pared estaba pegada a la helada pared, estaba descalza y el frío la calaba hasta los huesos.
En aquella habitación oscura se encontraba una persona en el mismo estado que Emma, pero la única diferencia es que la sombra parecía que estaba muerta, su cabeza estaba reclinada hacia adelante. Su claro cabello tapaba su rostro.
Emma intentó gritar pero no tenía energía suficiente.
—¿Dónde estoy?— preguntó Emma casi susurrando.
—¿No eres consciente de lo que haces?— preguntó el chico que estaba alli, con la cabeza apoyada en la pared, que ahora la miraba con sus preciosos ojos de un color como el cielo, su mandíbula estaba perfectamente marcada, tenía una mata de pelo despeinado de color rubio claro.
—Eh.. yo... no...— tartamudeó ella sintiendo que la vergüenza se apoderaba de su ser.
—¿Podrías hablar bien? No soy adivino— dijo él frunciendo el ceño.
—No— respondió Emma bruscamente.
—¿No, qué? ¿Que no eres consciente de lo que haces o que no vas a hablar bien?— respondió manteniendo la misma expresión.
Emma no contestó, no quería discutir cuando acababa de entrar en la cárcel.
—¿Y bien?— dijo él y al ver que no respondía soltó un profundo suspiro.
—Emma— dijo ella mirándole a la cara— Me llamo Emma...— dijo ella esbozando una amplia sonrisa.
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire asfixiante de aquella habitación.
—Piensa un poco, ¿crees que me va a servir lo más mínimo tu nombre en la cárcel?— dijo él mientras bajaba la cabeza lentamente.
—¡Al menos sé un poco educado!— gritó ella y al instante una sensación de arrepentimiento la invadió por completo después de haber pronunciado esa oración.
El chico que antes estaba cabizbajo ahora la miraba fijamente observando cada detalle.
—Porque debería ser educado... — hubo una pausa— contigo— esas palabras las escupió con desprecio.
—La educación es lo primero, según me han enseñado a mí— dijo Emma intentando que se asomara una sonrisa de rencor pero los esfuerzos han sido en vano.
—¿Cuántos años crees que tengo? ¿Dos? ¿Cuatro?— dijo levantando una ceja.
No hubo respuesta.
—¿Te digo una cosa? Preferiría hablar con una pared a hablar contigo— dijo el chico sin mirarla a la cara.
Emma empezó a apretar sus manos hasta convertirlas en un puño, las uñas ya le hacían daño, pero no le importaba.
El joven desvió la mirada a sus manos hechos un puño.
—Puedes tranquilizarte, no te voy a morder— dijo él como si fuera obvio.
Emma no le hizo caso, es más, apretó aún más hasta sentir las uñas clavándose como astillas en la piel.
—Te he dicho que no te voy a atacar— dijo él y con un movimiento de muñeca se soltó de las cadenas.
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DÉJAME ENTRAR (PAUSADA)
Non-FictionToc, toc, toc... Déjame entrar... Toc, toc, toc... Abre la puerta...