Capitulo 1

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Las campanillas rezonaban con cada golpe que el timbre daba, el irritante y agudo sonido que indicaba la hora de despertar hacía un eco por todo el lugar.
Con una mano torpe, Dock apagó el aparatoso y ruidoso reloj, tirándolo en el proceso. Se sentó en su lugar y se brotó los ojos con la parte trasera de las manos, un bostezo profundo dejando sus labios. Giró la cabeza hacia un lado, sus ojos cayendo sobre la durmiente figura de cabello rojo intenso.

Dock deslizó sus piernas fuera de la cama, sus pies descalzos buscando las sandalias en la oscuridad de la habitación. Sin hacer demasiado ruido se puso de pie y abrió la puerta, pasando por un estrecho pasillo con un espejo pequeño colgando en una de las paredes. Llegó a la cocina que, a su vez, era un comedor y también la sala.
Pasó los dedos sobre el apagador, la luz amarillesca adornando cálidamente la zona, de todas formas abrió las cortinas y las ventanas para que el aire frío ventilara el segundo piso.

Se pasó una mano por el cabello para peinarse improvisadamente y alcanzó el delantal. Dock era bueno cocinando pan francés o huevos con tocino para el desayuno y, si se sentía lo suficientemente inspirado, hacia waffles con crema batida, arándanos y fresas.
El sol ya había comenzado a asomarse, el gris y azul claro iluminando el cielo y las calles de Londres.

Greenwould puso los platos en la mesa, había decidido hacer un par de panes franceses para cada uno y un poco de té de dátiles.
Se quitó el delantal y apagó la estufa para dirigirse nuevamente a ese corto pasillo. Abrió la puerta a la izquierda de él lentamente para no hacer demasiado ruido. - Reed, despierta, ven a desayunar. - Fueron las únicas palabras que salieron de sus labios para posteriormente dar una vuelta de ciento ochenta grados y abrir de la misma forma la otra puerta.

El cuarto era pequeño, habían juguetes, lápices y libretas regadas por todos lados. La cama estaba toda deshecha, las sábanas y cobijas parecían una bola gigante, asimilando un nido, y en el escritorio pequeño habían varios platos y vasos. Dock suspiró al ver el desastre y prendió la luz, caminando hacia la cama individual y sentándose en la orilla.

Su mano buscó entre las cobijas hasta encontrar un brazo pequeño y delgado, lo levantó gentilmente hasta que se asomó una cabeza y un cuerpo.

-David, despierta, tienes que ir a la escuela.

El niño aún dormido que colgaba de su mano simplemente frunció el ceño y refunfuñó, liberándose del agarre y metiéndose en el bulto de cobijas nuevamente. -No quiero ir, tío Dock. Los niños en la escuela me molestan.
La voz era chillona pero suave, además, de vez en cuando se trababa en sus palabras y se le iban las letras.

Dock rodó los ojos y sonrió ligeramente, despeinando al niño y dándole un beso en la frente. - Si no vas jamás aprenderás a hablar bien.- Se burló y se levantó, saliendo de la habitación.

Reed estaba en la entrada del cuarto que compartía con Dock, su cabello teñido de un rojo brillante caía sobre sus hombros y espalda, estaba todo revuelto y lleno de nudos, como todas las mañanas. -Buenos días, Dock. - El joven bostezó y, aún con los ojos medio cerrados, le dió un beso en la frente.
David no tardó mucho en salir, el pasillo se volvió tres veces más pequeño de lo que ya era en ese momento.

Los tres se dirigieron al comedor, una mesa pequeña para cuatro sillas... La cuarta estaba en el primer piso de adorno. Dock le puso una servilleta como reemplazo de un babero a David, ese niño siempre se ensuciaba con todo lo que tocara y la verdad era una completa molestia tener que lavar su ropa casi diariamente, más con estos climas fríos y lluviosos que estaban presentes la mayor parte del año.

- ¿A qué hora regresarás hoy del trabajo? - Preguntó Dock con la boca medio llena, sus manos soteniendo firmemente un tenedor y un cuchillo. Movió su pie debajo de la mesa, rozando suavemente la punta contra la parte delantera de la pantorrilla de Reed.

Reed soltó una risilla, su mano alcanzando la taza de té enfrente de él. - No lo sé, tal vez llegue más tarde otra vez... Últimamente han aumentado los niveles de tráfico, los estancamientos son cada vez más constantes de lo que me gustaría. - Se quejó antes de tomar un gran trago de la dulce agua cristalina y café. 
Algo que lo caracterizaba demasiado eran esos aparentes y visualmente llamativos sacos oscuros debajo de sus párpados, un tono que arruinaba esa hermosa piel suave y blanca en plena juventud.

- Tío Dock, no hice la tarea. - Soltó David de repente y sin importancia, sus pequeñas manos sosteniendo torpemente los cubiertos, sus cachetes regordetes y labios embarrados con migajas de pan y leche. El niño aún seguía medio dormido, con el cabello revuelto, casi como un estambre todo enredado.

Dock simplemente miró al niño un par de segundos y expulsó un gran suspiro de sus pulmones. David siempre era tan torpe y olvidadizo, simplemente un dolor de cabeza pero, realmente era un niño amado y consentido.

Los tres continuaron desayunando en silencio, los adultos vagamente compartiendo una que otra palabra mientras el niño, adormilado, botaba el vaso de leche sobre el mantel.
Como todas las mañanas caóticas, Dock regañó a David mientras Reed intentaba tranquilizarlo, ya fuera tomándolo del brazo o dándole unas palmaditas en el hombro. 

La radio estaba encendida, Dock cantaba al son de la canción y, aunque no era su música preferida, Reed realmente había logrado meterle sus gustos hippies en la cabeza.

- I want to hold your hand... I want to hold your hand... - Dock tarareaba mientras lavaba los platos, su cuerpo moviéndose ligeramente de un lado al otro en un intento miserable de contenerse y cantar a todo pulmón. A veces se avergonzaba de sí mismo.
Mientras ponía el último plato en el escurridor, sintió un par de manos deslizándose desde su espalda hasta su abdomen por debajo del delantal, giró ligeramente la cabeza para echarle un vistazo a Reed, quien ya se había bañado y arreglado, vistiendo un traje negro y con el cabello recogido en una coleta, oliendo al suave aroma de su colonia.

- Ya me voy a trabajar. - Dijo, inclinándose un poco, tal vez bastante, para darle un beso en la mejilla. Eran una pareja clandestina y escondida puesto que no solo eran homosexuales, sino que también existía una gran diferencia de edad, por no decir veinte años. Sin embargo, el amor entre ellos era evidente en el aire. - Si me va bien traeré pastel. 

Dock sonrió ligeramente, alzando su mano mojada para darle un pequeño pellizco en la nariz con sus dedos. - ¿Es una afirmación? Entonces esperáremos por el pastel, no le falles al niño, sabes que luego hará berrinches. - Lo molestó, zafándose de sus brazos para darle un apropiado beso en los labios y quitarse el mandíl. 

Reed carcajeó por lo bajo, dándole un último y apresurado beso de despedida antes de darse la vuelta y tomar sus cosas. Ya iba tarde, como siempre, ojalá alcanzara un taxi sin ningún problema. 
Cuando la puerta del primer piso se cerró, se escuchó el tintineo de una pequeña campana que colgaba sobre ella, indicando la llegada o salida de un cliente y, en este caso, de alguien importante.

Dock se secó las manos y caminó hacia la habitación para tender la cama, recoger la ropa que estuviese tirada por el suelo, abrir las cortinas y las ventanas, planchar sus camisas y pantalones y guardar la ropa limpia. Se dió una ducha rápida en lo que David guardaba sus libretas y lapices en su mochila y buscaba su ropa para la escuela.
Tan pronto salió, Dock se apresuró y ayudó al niño a bañarse. Demonios, incluso sí se había despertado temprano el tiempo le estaba faltando y ese no era el único problema. En lo que ordenaba las cosas de su habitación había encontrado un pequeño papel, arrugado y manchado con algo de café, con la fecha y hora de su siguiente visita al doctor.

- David, hoy no irás a la escuela. Tenemos que ir al doctor para tu revisión bimestral. - Dijo, pasando la playera sobre la cabeza de David y acomodando sus brazos en los lugares correctos.

Al escuchar la palabra "doctor", David frunció el ceño y negó con la cabeza. No quería ir al doctor, no le gustaban esas citas. La sala de espera siempre estaba fría y sucia, la gente enferma tociendo o los bebés llorando.
Le gustaban los lugares tranquilos, además, nunca entendía nada de lo que el señor Dock o Reed hablaban con el doctor que cada dos meses lo revisaba y lo pinchaba, siempre recetando pastillas o medicinas.

- No quiero, no me gudta. ¡Tú siempre sales llorando y nunca entiendo por qué! - Chilló David mientras Dock le ponía un suéter grueso, sus guantes y una bufanda. 

Dock suspiró pesadamente, ya era costumbre que de sus pulmones y sus labios saliera ese ruido constantemente. Se puso de pie y buscó sus cosas; las llaves, su cartera, unos dulces y el peluche favorito de David. - No salgo llorando... Tú, lo entenderás cuando seas más grande. 

Pero esas últimas palabras eran una vil mentira, un simple engaño que los dos adultos en el lugar se creían y contaban para no sentirse deprimidos, asustados y, sobre todo, preocupados. No querían que el niño se enterara de la situación aunque fuera un tema importante e inevitable. 
Tal vez solo llevaban un año viviendo los tres juntos pero... Ninguno de ellos quería soltarlo, el pánico y el terror de lo que pasaría el siguiente año era el único elefante en el cuarto.




















Bebé David desayunando

Bebé David desayunando

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⏰ Last updated: Aug 19 ⏰

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