Capítulo 3

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Había pasado un mes desde aquella noche. Becky no había sido la misma desde entonces. Durante todo ese tiempo, la tristeza la envolvía como una niebla espesa, opacando su alegría y apagando el brillo de sus ojos. Tanto sus padres como Freen hicieron todo lo posible por levantarle el ánimo, pero cada intento parecía chocar contra una barrera infranqueable de dolor y desesperanza.

Aquel día, Freen había entregado un proyecto importante en la universidad, y para su satisfacción, tanto ella como su amiga Nam habían logrado obtener el promedio más alto de la clase. Decidieron celebrar el éxito en un bar cercano, y antes de ir, Freen decidió pasar por casa de Becky, con la esperanza de convencerla de unirse a la celebración.

Freen fue recibida por la madre de Becky, Poom, quien la saludó con un cálido abrazo. Poom siempre había sido como una segunda madre para Freen, y aunque mantenía una actitud serena, no podía ocultar la preocupación que sentía por su hija.

-Hola, Freen -la saludó Poom con una sonrisa cansada. -Becky está en su habitación. He intentado hablar con ella, pero no me escucha.

-Gracias, tía Poom -respondió Freen, devolviendo la sonrisa. -Voy a ver si puedo animarla un poco.

Freen se dirigió hacia la puerta del cuarto de Becky. Al llegar, tocó suavemente la puerta, esperando una respuesta que nunca llegó. Con el corazón encogido, decidió entrar. La escena que encontró fue desgarradora: Becky estaba sentada en el suelo, encogida sobre sí misma, con las lágrimas fluyendo silenciosas por su rostro. Su dolor era palpable, y el cuarto parecía reflejar esa misma tristeza, con las luces apagadas y un ambiente opresivo.

Sin levantar la mirada, Becky murmuró entre sollozos, -No quiero ver a nadie.

Freen, sin decir una palabra, se acercó hasta ella y se sentó a su lado. Permanecieron en silencio durante unos minutos, un silencio que no necesitaba ser roto con palabras. Finalmente, Freen habló, con voz suave pero firme.

-Bec, no puedes seguir así -dijo, mirando a su amiga con preocupación. -Sé que es difícil, pero no puedes dejar que esto te consuma. Necesitas salir, distraerte, y poco a poco, superar lo que pasó con Alex.

Becky intentó replicar, pero su voz se quebró. -Pero...

Freen la interrumpió con suavidad pero con determinación. -Imagina a Alex allá afuera, viviendo su vida, probablemente feliz, mientras tú te estás consumiendo aquí, sufriendo por él. Becky, no vale la pena. No le des ese poder sobre ti.

Con ternura, Freen acarició el cabello de Becky, buscando reconfortarla. Luego, con delicadeza, levantó su rostro y limpió las lágrimas que surcaban sus mejillas.

-Deja de llorar -susurró Freen, sus ojos reflejando todo el cariño que sentía. -Esta noche, vamos a divertirnos. Vamos a demostrarle al mundo, y a ti misma, que puedes ser feliz sin él.

Becky, aún con los ojos vidriosos, asintió levemente. -No sé si estoy lista...

-No tienes que estarlo -respondió Freen con una sonrisa. -Solo necesitas dar un pequeño paso. Estaré contigo en cada uno de ellos.

Becky la miró con gratitud y una pequeña chispa de esperanza comenzó a encenderse en su interior. Freen le dedicó una sonrisa llena de cariño y complicidad, decidida a hacer todo lo posible por devolverle la alegría a la mujer que amaba. Sabía que no sería fácil, pero también sabía que juntas podrían enfrentar cualquier obstáculo, incluso el más doloroso de todos: el de un corazón roto.

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Becky y Freen llegaron al bar, donde Nam ya las esperaba. Al verlas entrar, Nam les sonrió y las saludó con entusiasmo.

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