Aquella noche, Becky estacionó el auto frente a su casa, con el corazón hecho pedazos. Al caminar hacia la puerta, sus manos temblaban. Justo cuando iba a abrirla, su madre apareció en el umbral, notando al instante sus ojos rojos e hinchados.
—¿Todo está bien? ¿Dónde está Freen? —con preocupación en la voz, le preguntó
Becky no pudo contener más las lágrimas y se acercó rápidamente a su madre, abrazándola con fuerza mientras sollozaba.
—La lastimé, mamá... La lastimé de la peor manera. —Con la voz quebrada, confesó.
Su madre la sostuvo con ternura, acariciándole el cabello y preguntando con suavidad: —¿Cómo la lastimaste?
Becky, luchando por hablar entre los sollozos, respondió.
—La utilicé en los últimos meses para olvidar a Alex... Y ahora Freen no me quiere ver, dijo que se iría lejos.
Con un suspiro profundo, su madre la alejó un poco para mirarla a los ojos, y con una voz llena de comprensión, le dijo:
—Estuvo mal, Becky. No debiste haber utilizado a Freen sabiendo lo que sentía por ti. Pero también tienes que entender que Freen necesita su espacio ahora. Si para sanar necesita alejarse, no hay nada que puedas hacer.
Becky asintió débilmente, sabiendo que su madre tenía razón, pero sintiendo un dolor profundo por la posibilidad de perder a Freen para siempre. Mientras su madre la abrazaba de nuevo, Becky cerró los ojos, deseando con todo su ser poder arreglar lo que había roto.
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Dos años habían pasado desde aquel día en que Freen desapareció de la vida de Becky, dejando un vacío que parecía imposible de llenar. Dos años desde que Becky fue a devolverle las llaves del auto solo para descubrir que Freen había tomado un vuelo a Estados Unidos en la madrugada. A pesar de todo, nunca había logrado olvidarla. Freen había sido su compañera inseparable desde siempre, y también la persona a quien lastimó de la peor manera posible.
Después de la partida de Freen, Alex había intentado varias veces volver a la vida de Becky. Sin embargo, Becky encontró la fuerza de voluntad y el amor propio para rechazarlo. Al principio, cada rechazo dolía, pero con el tiempo, dejó de hacerlo. Finalmente, le dio un ultimátum a Alex, marcando un final definitivo para su relación.
Con el paso del tiempo, Becky se dedicó por completo a su carrera. Comenzó a trabajar en un prestigioso bufete de abogados y, gracias a su esfuerzo, se convirtió en una de las mejores abogadas de Tailandia, alcanzando el estatus de socia mayoritaria del bufete.
Una tarde, mientras se encontraba en su oficina revisando un complicado caso de asesinato, la puerta se abrió lentamente. La presidenta del bufete, Mind, entró con una sonrisa en el rostro. Se sentó frente a Becky y le preguntó:
—¿Te gustaría ir a almorzar?
Becky asintió distraídamente mientras resaltaba un párrafo importante en el documento que tenía delante. Mind se acomodó mejor en la silla y, después de unos segundos, preguntó:
—¿Crees que Nam se unirá a nosotras?
Becky detuvo su trabajo y alzó la mirada, sorprendida por la pregunta. Observó la expresión de Mind con curiosidad y, con un tono juguetón, le preguntó:
—¿Te gusta Nam?
Mind desvió la mirada incómodamente, evitando la pregunta. Becky sonrió y la llamó por su nombre:
—Mind…
Antes de que Mind pudiera responder, la secretaria de Becky entró en la oficina con un ramo de flores en las manos. Becky, intrigada, preguntó:
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Segundos Platos
FanfictionMientras Freen ayuda a Becky a superar su dolor, surge la esperanza de que tal vez, solo tal vez, Becky pueda corresponder sus sentimientos. Pero cuando Alex regresa buscando redención, Becky se encuentra atrapada en una confusión emocional que amen...