Capítulo 1

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El sol apenas comenzaba a asomar por el horizonte cuando la alarma de Freen rompió el silencio de su habitación. Con un quejido suave, se removió en la cama antes de estirarse lentamente. Se levantó con pereza y se dirigió al baño, donde realizó su rutina matutina con eficiencia. Con el uniforme de la universidad ya puesto, bajó las escaleras a toda prisa, encontrando a sus padres en la cocina.

—¡Buenos días! —saludó rápidamente, tomando una manzana de la mesa.

—¿No vas a desayunar? —le preguntó su madre, con una nota de preocupación en la voz.

—Me compro algo en el camino —respondió Freen, sacudiendo la cabeza mientras daba un mordisco a la manzana.

Su madre suspiró resignada, observando cómo su hija se despedía con una sonrisa rápida antes de salir por la puerta. Freen se subió a su auto y condujo por las calles tranquilas, apenas a unas pocas cuadras de distancia hasta la casa de su mejor amiga, Becky.

La puerta de la casa de Becky se abrió justo cuando Freen llegaba, revelando a Becky, ya lista y esperando. Sus ojos se encontraron, y ambas sonrieron automáticamente, como si el simple hecho de verse hubiera iluminado el día. Becky salió corriendo hacia Freen, envolviéndola en un fuerte abrazo.

—¿No deberías correr por tu corazón? —murmuró Freen con una sonrisa preocupada.

—Ya lo sé, pero no me importa —respondió Becky con una risa despreocupada—. ¿Qué vamos a desayunar?

Freen soltó una pequeña carcajada y abrió la puerta del copiloto.

—Lo que tú quieras —dijo, invitándola a entrar.

—Entonces quiero ir a ese café al que fuimos la última vez —dijo Becky con una sonrisa radiante, mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.

Freen asintió y, con una sonrisa en los labios, respondió:

—Tus deseos son órdenes.

Arrancaron el auto y se dirigieron al café, disfrutando del trayecto en una cómoda complicidad que solo los años de amistad podían construir. Para Freen, estos pequeños momentos juntos eran un tesoro, incluso cuando su corazón latía más rápido de lo normal, no solo por la prisa de la mañana, sino por la cercanía de Becky, la persona que más quería en el mundo.

Después de disfrutar de un delicioso desayuno en su café favorito, Freen y Becky se dirigieron a la universidad. Como de costumbre, Freen se ofreció a llevar la mochila de Becky hasta su salón. Aunque ambas eran inseparables, habían elegido caminos académicos diferentes: mientras Becky se dedicaba a estudiar derecho, Freen había decidido estudiar medicina, una elección motivada en gran parte por el delicado problema cardíaco de Becky.

Llegaron al edificio de derecho, y Freen dejó la mochila de Becky sobre una de las mesas del aula.

—Cuídate, Becky. Nos vemos más tarde —dijo Freen, su voz suave pero cargada de un afecto que nunca se atrevió a confesar.

—Gracias, Freen. Eres la mejor —respondió Becky con una sonrisa antes de despedirse, entrando en su salón.

Freen se giró para marcharse, pero apenas había dado unos pasos cuando Nam, su amiga de la facultad de medicina, apareció a su lado.

—Deberías decírselo, Freen —dijo Nam de repente, con una seriedad poco usual en ella.

El corazón de Freen dio un vuelco y sus ojos se abrieron de par en par. Nam había llegado tan sigilosamente que la había tomado completamente por sorpresa. Inmediatamente, Freen miró a su alrededor, asegurándose de que nadie más hubiera escuchado.

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