𝐏𝐑𝐎́𝐋𝐎𝐆𝐎

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¿QUÉ PODÍA HABER más perfecto que ser un Cameron? 

Eso es lo que todos los habitantes de la isla se preguntaban y, si me preguntan a mí, tengo una respuesta clara. No serlo.

El momento en el que dejé de comportarme como la niña caprichosa que mis padres habían criado y empecé a salir con personas del Arrabal, sin importarme su clase social, me di cuenta de todo lo que me había estado perdiendo, de todo lo que se me prohibía por ser una Cameron.

Suerte que conocí a los Pogues para enseñarme a romper las reglas.

—¿Qué habrá, una caída de tres pisos? Te doy una probabilidad entre tres de sobrevivir —comentó Pope mirando a mi mejor amigo, John B, quién estaba subido al tejado de una de las casas en construcción de la isla

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—¿Qué habrá, una caída de tres pisos? Te doy una probabilidad entre tres de sobrevivir —comentó Pope mirando a mi mejor amigo, John B, quién estaba subido al tejado de una de las casas en construcción de la isla.

Si tuviera que definir la felicidad, enseñaría momentos como estos, donde los cinco disfrutábamos de nuestra adolescencia como niños, sin importar las consecuencias de nuestros actos.

John B chupó su dedo antes de extenderlo en el aire para comprobar en qué dirección iba el viento y nos miró con duda.

—¿Salto? —preguntó él, provocando que negase con la cabeza divertida.

Cualquier día iban a matarse.

—Sí, salta. Te dispararé mientras caes —le respondió Pope mientras le apuntaba con un taladro que había por allí.

—¿Me dispararás?

—Sí.

—¿Me harás el favor de no matarte? —le pedí.

—Déjale que juegue, ya sabes que John B es como un niño, si no juega, luego es
insoportable en casa. Tú deberías saberlo, vives con él —me aconsejó JJ dándome un codazo juguetón en el brazo.

JJ no mentía, vivía con John B, pero solo durante el verano. En cuanto empezaban las clases, Ward me obligaba a volver a Figure Eight, cosa que odiaba con toda mi alma.

—Cuando llegamos a casa está tan borracho y tan mareado, que lo único que hace es tumbarse y no volver a levantarse hasta la mañana siguiente —le dejé saber con una sonrisa burlona, cosa que pareció hacerle gracia, ya que soltó una carcajada—. Tú eres igual. ¿De qué te ríes? —le pregunté, haciendo reír a los dos restantes.

—Yo también te quiero —masculló de manera sarcástica antes de girarse hacia nuestro mejor amigo—. ¡No tires la cerveza, no pienso darte otra! —gritó él y John B, como si se lo hubieran pedido, dejó caer su lata de cerveza al suelo antes de soltar un gruñido, fingiendo molestia por el "accidente".

—Van a poner un calentador de toallas. Esto era antes un refugio de tortugas, pero, ¿a quién le importan las tortugas? —preguntó Kiara molesta mientras salía de la casa en obras.

—A mí me gustan las toallas frías —la apoyó John B, haciendo sonreír a la morena.

—¡Ey! —gritó alguien a lo lejos, llamando nuestra atención.

𝗣𝗿𝗶𝗻𝗰𝗲𝘀𝘀 𝗮𝗹𝗲𝗿𝘁 ⭒ 𝗢𝘂𝘁𝗲𝗿 𝗕𝗮𝗻𝗸𝘀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora