3. Rosas

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Aya se cepillaba los dientes en el baño cuando Kunikida simplemente se metió a su habitación a cambiarse de ropa, y Bram corrió junto a la pequeña para confesarle una de sus más grandes vergüenzas.

No tenía ni la más mínima idea de cómo llamar la atención de Doppo sin parecer un idiota desesperado y necesitado de su cariño.

La niña reprimió una carcajada, tosiendo varias veces para recuperarse y no atragantarse con la espuma de la pasta dental. Le provocaba gracia, no podía imaginar que realmente Bram, un tipo de casi 2 metros y con miles de años, estuviera sintiéndose nervioso por un hombre como Kunikida.

Es decir, claro, tenía un increíble parecido a su primer y única esposa, según palabras de Stoker, aunque con sus obvias diferencias. Desde que se vieron, Aya sabía que Bram no lograba pensar en otra cosa que no fuese él, y en las maneras de recuperar algo de su antiguo amor.

Al final, y preparando una pequeña mochila de viaje, esperaron pacientemente en la sala de Kunikida a que el dichoso mencionado terminara de prepararse para salir. Sólo querían ir a desayunar afuera, nada del otro mundo, aunque Bram lo estuviera interpretando como si fuese una cita.

Al no estar en su típico horario laboral, ya que pidió el día libre y Fukuzawa con gusto se lo dio, Doppo salió de su habitación con un atuendo informal pero igual de elegante que él.

Aya, esta vez, definitivamente notó el sonrojo en las mejillas de ambos cuando cruzaron miradas por accidente, y una idea maquiavélica apareció en su mente.

Ninguno de los dos mayores se dirigió la palabra durante el camino hacia la cafetería, se limitaron a contestar un par de preguntas de la niña y a comentar una que otra cosa sobre el clima. La tensión se sentía en el aire, todavía más densa que la noche anterior.

Sin embargo, ahora tenían la enorme ventaja de que Aya estaba despierta, y no medio dormida como ayer. Con sus pensamientos en perfecto orden y control, se acercó para tomar la mano de Bram y la de Kunikida al mismo tiempo, fingiendo que sólo quería ir acompañada.

No levantó sospechas, y luego de una calle más, Aya se soltó del agarre de ambos y juntó las manos ajenas sin que se viera tan obvio, huyendo supuestamente para ver los peluches de la ventana de una tienda.

Con todo planeado, vio a través del reflejo en el cristal que los dos se vieron confundidos unos segundos, antes de que Bram murmurara algo y Kunikida se diera la vuelta con el rostro totalmente enrojecido. Aya podría jurar que los lentes del rubio se nublaron por culpa de sus mejillas ardientes.

A pesar de lo grandiosa que fue su actuación, fue casi imposible esconder su sonrisa burlona, volviendo a emparejarse con los otros. Gracias a su pequeño truco, el ambiente se volvió un poco más tolerable y gracioso.

Al llegar a su destino, Bram, de forma completamente inconsciente, le abrió la puerta a Kunikida y su niña.

Tomaron asiento los tres juntos, mirando el menú por unos momentos antes de llamar al joven mesero y ordenar. Aya pidió unos panqueques con fresas, Kunikida un simple jugo de naranja y un bowl de arroz con salmón, mientras que Bram no entendía nada de lo que había y dejó que la pequeña decidiera por él, acabando por pedir una ensalada de pollo.

Intentando empezar con su segunda estrategia, Aya se levantó al baño, aunque en realidad se escondió entre las mesas vacías.

Entonces, Bram volvió a tomar la iniciativa antes de que fuese demasiado tarde y Kunikida decidiera finalmente mandarlo al diablo.

— En la actualidad, ¿esto es lo que hacen las personas con sus familias y cercanos?– preguntó, bastante normal y adecuado para iniciar una conversación — Es... cálido y agradable...

Storytime de que aún tengo papás // KuniBramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora