4. Carta

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Yosano y Ranpo se vieron mutuamente cuando Kunikida soltó un séptimo suspiro en lo que llevaban del día. Esto, además de raro, se estaba poniendo espeluznante.

Lo notaban con la cabeza en las nubes, cuando normalmente debería estar trabajando como loco ahora que tenía la oportunidad de aprovechar su tiempo al máximo, esforzándose por asegurar la parte del trato que le tocaba a la Agencia según los acuerdos con el gobierno. O una cosa así, ellos no le prestaron atención al papeleo aburrido.

Con una mirada, Akiko se comunicó a la perfección con su compañero, y se levantó de manera discreta para caminar por detrás de Kunikida. Después de tantos años mejorando su impecable vista de doctora, Yosano vio el cuaderno del rubio.

Ranpo claramente notó esa expresión de impacto en la mujer, y entendió inmediatamente lo que pasaba. Alguien, que empezaba con "D" y terminaba con "oppo Kunikida" se estaba enamorando.

Sonriente, Yosano volvió a su lugar como si nada hubiera sucedido, dando un largo sorbo de su café.

— En efecto, está sintiendo a-m-o-r por el v-a-m-p-i-r-o– dijo la doctora en un susurro, deletreando ciertas palabras claves — ¿Habrá sido por la c-i-t-a de ese día?

— No fue una c-i-t-a, se supone que salieron a comer y eso fue todo... o, bueno, eso es lo que quiere que creamos– concordó Ranpo, secundando su actitud chismosa — Para el mejor detective del mundo, es obvio lo que está sucediendo

— ¿Ya lo viste? Parece poseído

— No digas esa palabra, me da escalofríos

— Ush, okey... ¿qué propones?

— Yo no esperaría la gran cosa si fuera tú– respondió, volviendo a echar sus brazos tras su cabeza — Los veo como principiantes en temas a-m-o-r-o-s-o-s, ni de cerca tendrían una r-e-l-a-c-i-ó-n con tres o cuatro días de conocerse

Kunikida carraspeó su garganta en ese momento.

— Ya entendí que los dos saben deletrear, felicidades por aprobar la primaria, ¿pueden dejar de hablar en mi cara sobre mis asuntos?

— Ninguno de nosotros fue a la primaria

— ¿Te burlas de nosotros, Kunikida-san?

— ¡No es a lo que me refería!– reprochó, levantándose de su asiento abruptamente — ¡No crean que no puedo escucharlos desde hace una hora criticando mi cit... m-mi... m-mi...!

— No sé ni para qué te esfuerzas– se burló Ranpo, alzando los hombros con inocencia — Ya todos lo saben

— Relájate, no es como que vayamos a organizarles una velada romántica con temática medieval...

— ¿O quizás sí?

El rubio soltó el octavo suspiro del día, cerrando de golpe su cuaderno y tomando rápidamente un bolígrafo negro de su escritorio, saliendo como alma que llevaba el diablo. Lo hubiera conseguido, de no ser por Kyouka atravesado en la puerta.

Lo peor del asunto no fue su intento fallido de huir, sino el enorme ramo de rosas rojas que llevaba entre sus brazos. La pequeña le agradeció por abrirle la puerta, asegurando que no hubiera podido hacerlo ella misma por miedo a dañar el arreglo floral.

Atsushi cruzó la puerta unos pocos segundos después, aunque con un paquete envuelto en papel color azul marino y un lazo dorado reluciente.

Flores y un regalo. Oh no.

— ¿¡Qué nos regalaron el día de hoy, Kunikida-kun~!?

Doblemente "oh no".

— ¡No es nada que te incumba, maldita momia entrometida!– le gritó hasta el inicio de las escaleras del edificio — ¡Lárgate!

Storytime de que aún tengo papás // KuniBramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora