Capitulo 4 | Un respiro fuera del palacio

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El sol del domingo brillaba en lo alto, bañando el reino de Alvaria con una luz suave y cálida. Aiden se encontraba en su habitación, sintiendo el peso de sus responsabilidades sobre sus hombros. El deber, la presión de sus padres, y las miradas expectantes del pueblo parecían consumirlo. Necesitaba un respiro, un momento para él mismo. Sin pensarlo demasiado, decidió salir del palacio, dejando atrás los muros que lo habían contenido por tanto tiempo.

Caminó por las calles empedradas, notando cómo la vida en el pueblo era tan diferente a la que conocía dentro del castillo. Los niños corrían y jugaban alegremente, sus risas llenaban el aire con una melodía que Aiden no recordaba haber escuchado en mucho tiempo. Los comerciantes gritaban sus ofertas, las familias paseaban tranquilas, y las parejas compartían momentos sencillos, pero llenos de amor. Todo parecía tan... libre.

Mientras avanzaba, perdido en sus pensamientos, una voz familiar lo sacó de su ensimismamiento.

-¡Príncipe Aiden! -exclamó Lorian, sorprendido al verlo fuera de las paredes del castillo-. ¿Qué hace aquí?

Aiden sonrió ligeramente, aliviado de ver un rostro conocido.

-Solo quería despejar mi mente, ver cómo es la vida fuera del palacio -respondió Aiden con sinceridad, mientras sus ojos exploraban el entorno vibrante del pueblo.

Lorian, con su habitual calidez, sonrió ampliamente.

-Si busca una forma de relajarse, déjeme invitarlo a un helado. Es una pequeña tradición que tenemos aquí los domingos.

Aiden asintió, agradecido por la invitación. Caminaron juntos hacia una pequeña heladería al final de la calle. Era un lugar modesto, pero lleno de encanto. Lorian pidió dos helados, uno de fresa para él y uno de vainilla para Aiden.

-¿Y cómo te diviertes tú aquí, Lorian? -preguntó Aiden mientras saboreaba su helado, disfrutando de la simpleza del momento.

Lorian lo miró con una chispa de travesura en los ojos.

-Bueno, príncipe, ¿qué le parece si le muestro? Hoy es mi día de descanso, y tengo todo el tiempo para enseñarle cómo es la vida en el pueblo.

Sin dudarlo, Lorian llevó a Aiden a un parque cercano. Los niños jugaban en columpios y resbaladillas, mientras sus padres charlaban en las bancas. La risa y el bullicio llenaban el aire, creando una atmósfera de alegría pura. Aiden no podía evitar sonreír ante la inocencia y el entusiasmo de los pequeños.

-Es hermoso ver esto -comentó Aiden, con un toque de melancolía en su voz-. Tan diferente a lo que estoy acostumbrado.

-La vida aquí es sencilla, pero plena -respondió Lorian-. Todos nos conocemos, y aunque no tenemos lujos, tenemos algo más valioso: la compañía de quienes amamos.

Aiden asintió, sintiendo una conexión profunda con las palabras de Lorian. Caminando más allá del parque, Lorian lo llevó a su casa, un modesto pero acogedor hogar en el que sus padres vivían.

-Mamá, papá, les presento al príncipe Aiden -dijo Lorian con una sonrisa, mientras sus padres se inclinaban respetuosamente, pero con una calidez que hizo sentir a Aiden como en casa.

-Es un honor tenerlo aquí, Su Alteza -dijo la madre de Lorian-. Lorian siempre habla muy bien de usted.

-Gracias, señora -respondió Aiden, sintiéndose extraño al ser tratado con tanta amabilidad fuera del contexto formal del palacio.

Después de pasar un tiempo con la familia de Lorian, Aiden y él continuaron su paseo por el pueblo. A donde quiera que iban, la gente saludaba al príncipe con respeto, pero también con genuino afecto. Parecía que el príncipe había ganado un lugar en los corazones de todos.

-Nunca había visto a la gente tan feliz de verme -comentó Aiden mientras caminaban de regreso al castillo.

-Porque aquí, príncipe, lo ven como alguien que se preocupa por ellos. No solo como el heredero al trono, sino como alguien que está dispuesto a estar con su gente -respondió Lorian, mirando a Aiden con admiración.

La conexión entre ambos se hacía cada vez más fuerte, pero Aiden aún no era plenamente consciente de lo que eso significaba. Al llegar al castillo, Aiden se despidió de Lorian, agradecido por el día que había pasado. Sin embargo, al cruzar las puertas del palacio, fue recibido por la severa mirada de su padre.

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-¿Dónde has estado, Aiden? -preguntó el rey Cedric, su tono cargado de preocupación y enojo

-. ¿Sabes lo que podría haberte pasado sin la protección de tus guardias?

Aiden levantó la mirada, enfrentando a su padre.

-Solo quería ver el reino desde otra perspectiva, sentir lo que siente mi gente -respondió con firmeza, aunque su corazón latía con fuerza.

La reina Katherine, que estaba junto al rey, suspiró profundamente.

-Entendemos que quieras conocer mejor a tu pueblo, Aiden, pero tienes responsabilidades, y tu seguridad es primordial. No podemos permitir que te expongas de esa manera.

Aiden apretó los puños, sintiendo la tensión acumulándose dentro de él.

-No soy un prisionero en este castillo. Tengo derecho a conocer mi reino, a ver lo que pasa fuera de estas paredes -replicó, su voz temblando con la emoción contenida.

El rey Cedric lo miró con dureza, pero también con una mezcla de preocupación y amor paternal.

-No te estamos diciendo que no lo hagas, hijo. Solo queremos que seas consciente del peligro que conlleva. Eres el futuro de Alvaria, y no podemos arriesgarte.

Aiden respiró hondo, intentando calmarse.

-Lo entiendo, padre. Pero necesito este tipo de experiencias para convertirme en el líder que ustedes esperan que sea. No puedo gobernar un reino si no conozco a su gente.

El silencio cayó sobre la habitación, mientras el rey y la reina intercambiaban miradas. Finalmente, el rey Cedric asintió lentamente.

-De acuerdo, Aiden. Solo te pedimos que tengas más cuidado en el futuro. Y si decides salir, al menos lleva a alguien contigo.

Aiden asintió, sintiendo que, aunque la discusión había terminado, el peso de su responsabilidad seguía siendo tan abrumador como siempre. Mientras se retiraba a su habitación, no pudo evitar pensar en lo que Lorian le había mostrado ese día. Quizás, en esos pequeños momentos de libertad, encontraría el equilibrio que tanto necesitaba.

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Entre La Espada y La ParedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora