Capitulo 1 | La esperanza de un Reino

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El sol se elevaba en lo alto del cielo, bañando al reino de Alvaria en una cálida luz dorada. Los jardines del palacio estaban en plena floración, con sus coloridos pétalos danzando suavemente al compás del viento. Era un día perfecto, y la familia real se preparaba para uno de sus paseos habituales por las calles de la capital.

El príncipe Aiden, de 24 años, montaba su caballo blanco con una elegancia que hacía que todos a su alrededor lo admiraran. Su carisma natural, combinado con su nobleza de corazón, había ganado el afecto de su pueblo. Sonreía y saludaba a los ciudadanos, quienes lo aclamaban con vítores y muestras de cariño. Para ellos, Aiden era más que un príncipe; era un símbolo de esperanza y prosperidad.

A su lado, el rey Cedric, ya entrado en años, cabalgaba con una postura digna. Aunque la edad comenzaba a mostrar sus estragos, su presencia seguía siendo imponente. La reina Katherine, con su porte majestuoso y serenidad, completaba la escena, reflejando la gracia y sabiduría que había acumulado a lo largo de los años. El pueblo los saludaba con respeto, conscientes de que la paz y el bienestar que disfrutaban eran gracias al liderazgo de esta familia.

A medida que avanzaban por las calles adoquinadas, el rey Cedric observaba a su hijo con ojos llenos de orgullo. Aiden había crecido para convertirse en un hombre capaz, amado por su pueblo y preparado para asumir el trono algún día. Sin embargo, Cedric sabía que gobernar un reino no era tarea fácil, y que Aiden necesitaría algo más que su habilidad y carisma para cumplir con su deber.

-Este es un día hermoso, ¿verdad, Aiden? -dijo el rey, rompiendo el silencio con una sonrisa cálida.

-Sí, padre -respondió Aiden, devolviendo la sonrisa-. El pueblo parece estar más animado que de costumbre.

-Tienen muchas razones para estarlo -comentó la reina Katherine, observando con satisfacción a las familias que los saludaban desde las aceras-. Han visto cómo Alvaria ha prosperado, y confían en que seguirá así por muchos años.

El rey Cedric asintió, pero sus pensamientos iban más allá del presente. Sabía que el futuro de Alvaria dependía de más que solo prosperidad económica o liderazgo fuerte; dependía también de la estabilidad de la familia real. Mientras miraba a su hijo, no pudo evitar pensar en la necesidad de que Aiden encontrara a alguien con quien compartir la carga del gobierno.

-Aiden -dijo el rey después de un momento-, no puedo evitar pensar en lo mucho que Alvaria ha crecido desde que era un joven como tú. Pero, como bien sabes, gobernar un reino es un trabajo que requiere más que solo un gobernante capaz. Es algo que debe compartirse.

Aiden miró a su padre, sin comprender del todo el trasfondo de sus palabras, pero sabiendo que venían de un lugar de preocupación y amor.

-Sé que algún día estaré preparado para asumir el trono, padre -respondió Aiden, con confianza-. Y haré lo que sea necesario para proteger a nuestro pueblo.

El rey Cedric sonrió, satisfecho con la respuesta de su hijo, pero no del todo convencido de que Aiden entendiera lo que realmente quería decir.

-No dudo de eso, hijo. Pero hay algo más de lo que quiero hablarte. Tu madre y yo hemos estado pensando que quizás sería un buen momento para que consideraras la posibilidad de encontrar a alguien con quien compartir tu vida, alguien que pueda ayudarte a llevar el peso de la corona cuando llegue el momento.

La reina Katherine asintió suavemente, su mirada llena de afecto hacia su hijo.

-Aiden, eres un hombre joven, querido por todos. El pueblo no solo quiere verte gobernar, sino también verte feliz y con una familia. Sabemos que no es algo en lo que piensas a menudo, pero queremos que sepas que estamos aquí para apoyarte en lo que decidas.

Aiden se quedó en silencio por un momento, procesando las palabras de sus padres. Nunca antes había sentido la presión de formar una familia, de encontrar a alguien que compartiera su vida. Hasta ese momento, sus pensamientos se habían centrado en el reino y en su deber como príncipe, sin considerar realmente lo que eso significaba a nivel personal.

-Entiendo lo que dicen -respondió finalmente-. Y lo consideraré. Pero por ahora, quiero centrarme en mi papel como príncipe y en asegurarme de que esté preparado para lo que venga.

El rey Cedric asintió, satisfecho por la respuesta de su hijo, aunque sabía que la conversación estaba lejos de terminar.

-No hay prisa, Aiden. Solo queremos que sepas que, cuando llegue el momento, estaremos aquí para guiarte y apoyarte en cada paso del camino.

Mientras continuaban su paseo por el reino, la conversación quedó en la mente de Aiden, quien se dio cuenta de que, aunque su vida parecía perfecta desde fuera, había aspectos de su futuro que aún necesitaban ser explorados. Sin embargo, por el momento, decidió disfrutar del día, del afecto de su pueblo y del tiempo con su familia, sin darse cuenta de que el destino ya había comenzado a trazar un camino que cambiaría su vida para siempre.


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Entre La Espada y La ParedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora