Capitulo 2 | Encuentros y Revelaciones

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El sol de la tarde comenzaba a descender, proyectando largas sombras a lo largo de los pasillos del palacio de Alvaria. Las puertas de la gran sala del trono se abrieron con un leve crujido, revelando al príncipe Aiden, quien caminaba con paso firme, aunque su semblante reflejaba una mezcla de ansiedad y curiosidad. Había sido convocado por su padre, el rey Cedric, para una reunión inesperada, y aunque no se mencionó el motivo, Aiden intuía que algo importante estaba por suceder.

Al entrar, encontró a sus padres sentados en sus respectivos tronos. El rey Cedric, con su mirada sabia, lo observaba detenidamente, mientras la reina Katherine, siempre serena, mantenía una expresión de apoyo inquebrantable. Aiden se inclinó ligeramente en señal de respeto, aunque una ligera inquietud comenzaba a crecer en su pecho.

-Padre, madre -saludó Aiden, su voz calmada, aunque sentía que un nudo se formaba en su garganta-. ¿Me llamaron?

-Así es, hijo -respondió el rey Cedric con un tono grave, pero lleno de afecto-. Hay algo importante de lo que debemos hablar.

Aiden se acercó un poco más, sintiendo que la tensión en el aire aumentaba con cada segundo. Cedric respiró hondo antes de continuar, su voz reflejando la carga de sus años de liderazgo.

-Tu madre y yo hemos decidido visitar el reino de Veridia en los próximos días -comenzó el rey-. Hay asuntos diplomáticos que requieren nuestra atención, y creemos que es esencial para el futuro de Alvaria fortalecer nuestras relaciones con nuestros vecinos.

Aiden asintió, comprendiendo la importancia de la visita, pero algo en el tono de su padre le hizo sentir que no era todo.

-Sin embargo -prosiguió el rey, fijando su mirada en Aiden-, en nuestra ausencia, queremos asegurarnos de que el palacio y el reino estén en buenas manos. Hemos decidido contratar a alguien para que te asista en tus deberes mientras estamos fuera.

Aiden sintió una punzada de desconcierto y, casi de inmediato, una leve irritación comenzó a hervir en su interior. ¿Acaso su padre dudaba de su capacidad para manejar el reino solo? Era cierto que aún no había asumido todas las responsabilidades del trono, pero la idea de que necesitaran contratar a alguien más, un extraño, para ayudarlo, le parecía casi una afrenta.

-¿Contratar a alguien? -repitió Aiden, tratando de mantener la compostura, aunque su voz reflejaba su descontento-. ¿No confían en que puedo manejar el palacio mientras no están?

La reina Katherine, siempre atenta a las emociones de su hijo, habló suavemente antes de que el rey respondiera.

-Aiden, sabemos que eres más que capaz -dijo ella con ternura-. Pero no se trata de una cuestión de confianza. Queremos asegurarnos de que no te sientas abrumado mientras estamos fuera. Este plebeyo que hemos contratado tiene habilidades y cualidades que creemos serán de gran ayuda durante nuestra ausencia.

El príncipe desvió la mirada, tratando de ocultar su frustración. Había dedicado su vida a prepararse para este papel, y la idea de que sus padres sintieran la necesidad de intervenir de esta manera le hería más de lo que estaba dispuesto a admitir.

-Entiendo sus razones -respondió finalmente, con un tono más frío del que pretendía-. Pero sigo creyendo que soy capaz de cumplir con mis responsabilidades sin necesidad de ayuda externa.

El rey Cedric se levantó de su trono, caminando lentamente hacia su hijo. Colocó una mano en su hombro y lo miró directamente a los ojos, con una expresión mezcla de firmeza y compasión.

-Aiden, esto no es un castigo ni una señal de desconfianza -dijo, su voz más suave-. Lo hacemos porque te amamos y queremos lo mejor para ti y para Alvaria. Este joven no está aquí para reemplazarte, sino para apoyarte. Y quién sabe, quizá hasta se convierta en un amigo en quien confiar.

Aiden bajó la cabeza, sintiendo la presión de las palabras de su padre. Aunque su mente seguía llena de dudas y resentimientos, sabía que discutir más solo crearía una brecha entre él y sus padres. Respiró hondo y asintió con resignación.

-Si esa es su decisión, la respetaré -respondió, aunque su corazón aún se resistía.

Más tarde ese día, Aiden caminaba por los pasillos del palacio, tratando de calmar la tormenta de pensamientos que nublaba su mente. No podía evitar sentirse relegado, como si no fuera suficiente. Sin embargo, sabía que debía cumplir con su deber, independientemente de cómo se sintiera.

De repente, escuchó un murmullo de voces provenientes del salón principal. Se acercó sigilosamente y, asomándose, vio a un joven de complexión delgada, con ojos verdes intensos que brillaban a la luz del sol que entraba por las ventanas. El muchacho tenía una expresión de asombro y admiración mientras observaba la grandeza del palacio.

Aiden se detuvo, observando al joven desde las sombras. Había algo en su presencia que lo intrigaba, una especie de inocencia mezclada con una fuerza interior que no podía explicar. Sin darse cuenta, el príncipe sintió una punzada de curiosidad que comenzó a desviar su irritación inicial.

El joven, como si sintiera la mirada de Aiden, giró la cabeza y sus ojos se encontraron. Por un momento, el tiempo pareció detenerse. Aiden sintió una oleada de emociones inexplicables, una mezcla de fascinación y algo más profundo, algo que no había experimentado antes. Los ojos verdes del plebeyo parecían reflejar una historia propia, una que Aiden sintió un deseo inexplicable de descubrir.

-¿Tú eres el príncipe Aiden? -preguntó el joven, su voz suave pero firme, con un respeto que no tenía el toque de servilismo al que Aiden estaba acostumbrado.

El príncipe, aún cautivado por la intensidad de esos ojos, asintió lentamente.

-Sí, yo soy -respondió, tratando de mantener su compostura, aunque su mente seguía dándole vueltas a esa extraña sensación en su pecho-. ¿Y tú eres...?

-Me llamo Lorian -dijo el joven con una leve inclinación de cabeza-. Estoy aquí para ayudarte durante la ausencia de sus majestades.

Aiden lo miró con detenimiento, tratando de entender qué era lo que sus padres habían visto en este muchacho que lo hacía tan especial. Pero cuanto más lo miraba, más se daba cuenta de que había algo en Lorian que lo descolocaba, algo que hacía que sus emociones, normalmente tan controladas, se sintieran caóticas.

-Bienvenido a Alvaria, Lorian -dijo finalmente, con una cortesía que ocultaba su verdadera confusión-. Espero que encuentres tu estancia aquí... interesante.

Lorian sonrió levemente, una sonrisa que no era ni demasiado abierta ni demasiado reservada, pero que contenía una calidez que Aiden no esperaba.

-Estoy seguro de que así será, príncipe -respondió, y en ese instante, Aiden supo que, aunque no entendía por qué, la llegada de Lorian al palacio estaba a punto de cambiar su vida de maneras que aún no podía imaginar.

Mientras los dos jóvenes se miraban en silencio, el peso de la conversación anterior con el rey Cedric volvió a la mente de Aiden. Quizás había algo que sus padres sabían, algo que él aún no había descubierto, pero que pronto saldría a la luz. Y por primera vez desde que había comenzado el día, Aiden sintió que tal vez no estaba tan solo en el inmenso palacio que había llamado hogar durante toda su vida.

Entre La Espada y La ParedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora