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Han Jisung

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Han Jisung

Dos semanas después

Ver a mi padre esperándome en el aeropuerto es como un soplo de aire fresco. Me da un abrazo y me dice que me quiere y que me echa de menos. Siempre me ha dicho que me quiere. Sé que muchos padres no demuestran ese tipo de afecto, pero él lo hace, y no me molesta. Nunca he entendido por qué algunos chicos se avergüenzan de un abrazo o un beso de sus padres.

Cargo mi maleta en la parte trasera de su camioneta. Es la misma camioneta verde destartalada que siempre ha tenido. En cuanto me siento en el asiento, empieza a poner a todo volumen Dead and Bloated de Stone Temple Pilots. Las ventanas están bajadas porque el aire acondicionado no funciona, y el aire caliente y húmedo del verano es sofocante en el mejor de los sentidos. Puedo oler la sal de la playa al este de nosotros, y las altas palmeras que bordean la carretera me recuerdan que estoy en casa.

Conducimos en silencio, disfrutando de la música rock. Donde vivimos, en Florida, hay un estatus social interesante. Por interesante, quiero decir jodido. La mitad de nosotros es asquerosamente rica y la otra mitad es muy pobre; estamos en algún lugar del lado pobre por así decirlo. Cuanto más nos acercamos a nuestra casa, me doy cuenta de que las aceras se están desmoronando y de que la carretera está llena de basura. Hay indigentes que duermen en las paradas de autobús y alguna que otra aguja sucia esparcida por ahí. No me molesta en absoluto; al fin y al cabo, este es mi hogar, pero me encuentro observándolo con ojos nuevos después de haber estado fuera durante un par de meses.

Nos detenemos en la entrada de nuestro pequeño apartamento turquesa. La casa de nuestro vecino es de color rosa salmón. Los floridanos2 se ponen muy coloridos con sus casas por alguna razón. Salgo y tomó mi maleta, arrastrándola detrás de mí mientras entramos. Inmediatamente me llega el olor a humo de cigarrillo y a hierba. Mi padre fuma en la casa -en su dormitorio, más concretamente- porque es donde siempre está. El olor a humo de cigarrillo me ha acompañado toda mi vida. Los niños me preguntaban si fumaba cigarrillos en la escuela secundaria porque mi ropa siempre apestaba.

Me dirijo a mi habitación y empiezo a deshacer las maletas. A lo largo de los años, he decorado las paredes con tantos pósters de todos mis grupos favoritos y de chicas semidesnudas que ni siquiera se ven las paredes. La mayoría de estos pósters los robé del centro comercial, pero qué otra cosa se puede esperar de un niño como yo. Mi cama es un futón, y también tengo un sofá que hace que este sea el lugar perfecto para que mis amigos pasen el rato.

Mi padre llama a la puerta. Por alguna razón, siempre llama porque cree que necesito privacidad. Siempre he apreciado eso de él. La abro y me doy la vuelta para tumbarme en la cama.

—Muy bien, hijo, el colegio vuelve a empezar en una semana. ¿Vas a ir de verdad este año? —pregunta con una inclinación de cabeza.

—¿Por qué no puedo hacer la escuela en línea? Sabes que odio ese sitio.

cruel and careless, minsung.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora