CAPÍTULO 2

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Con cada paso hacia la sala de control, el silencio del búnker se hacía más denso. Era extraño estar completamente sola, con la única compañía de mis propios pensamientos y el suave zumbido de las máquinas. No había voces humanas, ni risas, ni conversaciones. Solo el eco de mis pasos y la ligera vibración de la tecnología que mantenía todo en funcionamiento.

Cuando llegué a la terminal principal, me detuve frente a las cámaras de monitoreo, observando las imágenes que había capturado durante mi última expedición. El encuentro con la criatura, el bosque que florecía, y la prueba irrefutable de que el aire le faltaba poco para que fuera totalmente respirable. Todo estaba ahí, grabado con precisión. Con un suspiro, comencé a preparar la transmisión. No había nadie más para hablar, nadie con quien compartir lo que había visto. Así que lo único que podía hacer era documentarlo, montarlo en la nube, y esperar. Esperar que algún día, cuando los demás despertaran, pudieran ver lo que yo había visto.

Mientras cargaba los archivos, el sistema verificaba las conexiones y confirmaba que la transmisión a la nube había sido exitosa. En algún lugar, en un futuro que aún parecía lejano, otros podrían ver estas grabaciones. Verían cómo la Tierra había cambiado, cómo había comenzado a sanar. Pero también verían los peligros que aún acechaban, los monstruos que ahora compartían este mundo con nosotros.

—¿Transmisión completa?—pregunté, más para romper el silencio que por necesidad de confirmación.

—La transmisión ha sido completada con éxito, Reagan—respondió la voz suave y modulada de la IA, que se hacía llamar ECHO. —Los archivos han sido subidos a la nube y están disponibles para cuando los demás despierten.

—Gracias, ECHO—respondí, frotándome los ojos. —Parece que la Tierra no va a dejar de sorprendernos.

—La criatura que encontraste es un nuevo registro en nuestra base de datos. ¿Deseas que inicie un análisis adicional?

—No por ahora. Solo quiero descansar,—dije, sintiendo el peso de la soledad aún más fuerte al escuchar la voz artificial de ECHO.—Pero guárdalo en la lista de cosas por hacer cuando despierte.

—Entendido. Descansa, Reagan. Estaré vigilando el búnker en tu ausencia.

Terminé de cargar los datos y apagué la terminal. Mi rutina era metódica y precisa, cada paso calculado para asegurar que toda la información se guardara correctamente. Sabía que cuando los demás despertaran, necesitarían estos registros para tomar decisiones informadas. Para saber si era seguro salir, para entender lo que había sucedido en su ausencia.

Me recosté en una de las sillas, sintiendo el cansancio acumularse en mis músculos. Aunque el búnker estaba diseñado para que una sola persona pudiera mantenerlo, la soledad era abrumadora. Todo lo que podía hacer era seguir adelante, seguir recopilando datos, seguir explorando, año tras año. Miré las imágenes del exterior una vez más, del bosque, del venado gigante, y del monstruo que me había perseguido. El mundo estaba lleno de vida, de formas que ni siquiera podíamos imaginar antes. Pero también estaba lleno de peligros que no entendíamos del todo. Mi labor no era solo documentar, sino también advertir.

—¿Algo más que deba saber antes de irme, ECHO?— pregunté, ya de pie.

—El sistema está en pleno funcionamiento. No hay anomalías registradas. Todo está listo para tu periodo de hibernación.

—Perfecto—respondí, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. No había más que hacer.

Cerré los ojos un momento, dejando que el sonido constante del búnker me envolviera. No había descanso para mí, no todavía. Había mucho más que descubrir, mucho más que registrar. Y algún día, cuando llegara el momento, otros verían lo que yo había visto. Verían lo que la Tierra se había convertido en nuestra ausencia. Y con suerte, estarían mejor preparados para enfrentarla.

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